BEATRIZ W. DE RITTIGSTEIN

En 2005 la ONU declaró el 27 de enero como Día Internacional en Homenaje a las Víctimas del Holocausto y cada año conmemoramos la fecha con eventos que ilustran sobre los orígenes de su gestación, consecuencias y derivaciones. Sin embargo, con el transcurrir del tiempo y debido a campañas por parte de fuerzas extremistas, en las que se promueven calumnias, crecen las confusiones.

En esa línea se apunta el perverso negacionismo, cuando los hechos históricos han probado hasta la saciedad, la realidad del Holocausto. Por ejemplo, la teocracia iraní intenta instituir que no ocurrió un crimen de tal dimensión. En esto hay matices, como la banalización, en variadas formas; una de ellas: comparar la situación de los judíos ante el nazismo, con la de los palestinos; un paralelismo alevoso y sin sentido, pues los palestinos tienen el poder de decisión para lograr la paz, erradicar el terrorismo, limpiar la corrupción y dedicarse a construir su país; lo cual es factible, los Acuerdos de Oslo dieron origen a un embrión de Estado, la Autoridad Palestina, pero su dirigencia, ya sea de Fatah o Hamas, no muestra voluntad para ello.

Otra forma es minimizarlo, al dudar de los seis millones de judíos asesinados. No sólo la cifra es relevante, sino la singularidad del exterminio con la creación de leyes que decretaron la inferioridad de la supuesta “raza” judía, razón por la que se le debía liquidar en fábricas de matanza.

Se suma su desjudaización. Se estima que durante la II Guerra Mundial hubo unos 60 millones de muertos; una tragedia semejante a las numerosas guerras que azotaron a la humanidad. La especificidad del Holocausto radica en que, bajo el eufemismo de “Solución Final del Problema Judío”, el asesinato sistemático de todo un pueblo sólo por ser judío, constituyó una política del poder nazi. Hubo otros grupos a los que alcanzó esta pauta: gitanos, homosexuales, enfermos mentales, pero cabe destacar que más del 90% de los ultimados en los campos de exterminio fueron judíos.

De modo análogo, que se amenace con eliminar a cualquier Estado o pueblo es absolutamente inadmisible. No obstante, el mundo y la ONU, su principal organización, guardan silencio e inacción a los cada vez más frecuentes y explícitos llamados de Irán a la destrucción de Israel.

 

 

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Fuente:eluniversal.com