SALOMÓN CHERTORIVSKI

Es notable lo que ocurrió en materia económica —el año pasado— en la Ciudad de México.

Por razones que intentaré explicar aquí, esta Ciudad pudo crecer a una tasa superior a 4 por
ciento, es decir, creció el doble que el promedio nacional.

Y no sólo eso: la Ciudad de México jaló al conjunto de la economía nacional de un modo que
impresiona. Ella sola explica la tercera parte de todo el crecimiento nacional, es decir y a pleno derecho, se convirtió en “el motor de la economía mexicana” (Miguel A. Mancera dixit).

Quiero anotar que todos los datos que exponemos aquí (gracias a la hospitalidad de El
Financiero) son datos oficiales, casi todos provienen del INEGI y en su conjunto, muestran un
círculo virtuoso que confirma lo que quizás, debería ser nuestro futuro: la base para un cambio
económico de México, un cambio que vamos a tener que ejecutar empujados por la ira del
Gobierno federal de EU, o sea, hecho más por necesidad que por virtud.

¿Qué explica este crecimiento, en la economía local más grande de México, la que representa
el 17 por ciento de toda la economía mexicana? El consumo y la inversión, una mejora del
ingreso de la gente y un desarrollo en infraestructura que no habíamos visto en mucho tiempo.

La evidencia es esta: el ascenso del comercio al por menor, el que se celebra en los
establecimientos donde compran o venden directamente a las familias. Desde que empezó la
administración del Jefe de Gobierno y hasta diciembre del año pasado, este comercio creció
11.5 por ciento en la CDMX. En el país —mismo periodo— ese crecimiento alcanzó 4.3 por
ciento. Para dar una idea de las magnitudes: el comercio al por menor, aquí, equivale a casi
139 mil millones de pesos, el 16% del total nacional en un solo año.

Ese consumo fue posible porque los capitalinos tuvimos un poco más de dinero en el bolsillo. Lasacciones para recuperar el salario mínimo en la Ciudad dan pequeños frutos, pero nadadesdeñables. Durante el año pasado, el ingreso laboral mejoró a una tasa del 3.6 por ciento(mejor que el promedio laboral de 3 por ciento), aunque en el último trimestre el ritmo de ascenso alcanzó un 11 por ciento, el más alto de todo el país (datos del CONEVAL).

La creación de empleo formal es también la mayor de todo el país —por sí mismo, esto
incrementa la masa salarial total— y por lo tanto, multiplica el consumo. Fueron 128 mil 676 en
2016, casi el 20 por ciento del empleo total, creado en el país.

El otro motor es la infraestructura y la edificación. No hay más que andar por la Ciudad para
darse cuenta de una intensa construcción de edificios (si, nuestra CDMX está dejando de serchaparrita) y por ello mismo, está exigiendo una actualización y modernización de los servicios públicos en grandes proporciones y de manera muy acelerada. En lugar de casarse con la noción de “austeridad”, la CDMX debe empeñarse en entrar a una nueva fase constructiva –—
especialmente pública— de la Ciudad. Los riesgos de no hacerlo son evidentes.

Pero acaso tan importante, el factor que más contribuyó al crecimiento local es el sector de las
telecomunicaciones y la electricidad (una tasa de ¡66! por ciento de incremento) y las grandes
obras de urbanización (34 por ciento) respaldadas sobre todo por el Fondo de Capitalidad.

La combinación de mayor ingreso (así sea un poco), más empleos, mayor consumo y más
gasto en infraestructura material (tanto público como privado), explica que la Ciudad haya
tenido su crecimiento más importante en lo que va del siglo, luego del año 2000 (y si
descontamos el año 2010, pero entonces lo que vivimos fue el efecto “rebote” después de una
crisis muy profunda).

Esta vez no fue así y el 4 por ciento es un crecimiento neto, riqueza absolutamente nueva.

Todo esto ocurrió en el contexto de una administración de los recursos públicos muy
razonable: la CDMX recauda el 44 por ciento de los recursos que gasta (el porcentaje más alto
de cualquier entidad del país) mientras el monto de los recursos recaudados sube y el saldo
de la deuda baja.

Todo esto está documentado en www.sedecodf.gob.mx y me parece, marca una importante
pauta, al menos para la discusión de la política económica nacional: el mercado interno, el
consumo, el ingreso y la inversión masiva en infraestructura pueden sacarnos del pasmo, son
los pivotes que pueden dar origen a un nuevo arreglo y a una nueva política económica más
allá de la Ciudad, en toda la nación.

Ni posverdades ni maquillajes: hechos y datos comprobables para un genuino cambio
económico
que está planteado ya, por la nueva era en nuestro hemisferio.

Fuente. El Financiero