Purim es una de las fiestas más peculiares que tenemos en la tradición judía. Todo el año evitamos beber alcohol, sin embargo en esta fecha se nos obliga a “beber hasta no distinguir el bien del mal”. Generalmente limitamos nuestro cuerpo a través del ayuno y tratamos de conectarnos con las partes más puras de nuestro ser. Sin embargo, en esta fecha buscamos nuestros monstruos internos, los dejamos expresarse y conocemos la fortaleza del cuerpo, no a través de la limitación, sino del exceso y del placer; a través de bailar, comer y beber hasta reventar.

Esto es porque Purim es la fiesta de los reveses. Hamán el malvado fue colgado en la horca que estaba destinada a Mordejai; quien iba a ser honrado fue humillado, quien iba ser humillado fue honrado. En este día, todo cambia: la izquierda se vuelve la derecha, lo profano se vuelve sagrado, lo sagrado puede ser objeto de burla. Las Purim Shpiels (sátiras de Purim) son la tradición perfecta para retratar el sentido de la fiesta.

Se trata de obras de teatro cómicas que parodian sucesos del día a día en la vida judía, o historias bíblicas. Pese a que durante varios años y en distintas épocas han sido censuradas por autoridades rabínicas y gubernamentales por igual, llevan más de 1,500 años realizándose.

Las shpiels se caracterizan por ser vulgares. Sus orígenes se remontan al siglo V a.E.C., se usaban como una forma de criticar a las injusticias que se vivían en el Imperio Romano. Sin embargo no fueron bien vistas por los rabinos del momento porque el teatro se relacionaba con los actos atroces que realizaban los paganos en el Coliseo, donde miles de personas fueron cruelmente asesinadas.

Durante la época cristiana, las shpiels consistieron en quemar públicamente muñecos de Hamán. Fue una forma de rebelión que usaron distintas comunidades judías para manifestar el descontento que sentían frente a un sistema político que los obligaba a asimilarse.

Fue hasta la Edad Media en que estas manifestaciones culturales ganaron terreno y popularidad entre la comunidad judía de ese momento. Para mediados de 1500 ya eran una tradición bien establecida entre la judería ashkenazi.

Músicos, poetas y actores se reunían en Purim para realizar acrobacias, danzas y cantos. Justo en ese momento, el mundo Occidental estaba viviendo el auge del teatro. Las obras judías por ende se beneficiaron de este movimiento e incluyeron en sus representaciones toda una nueva gama de posibilidades.

Se agregaron elementos típicos del teatro carnavalesco, aumentó el uso de disfraces y máscaras, surgieron personajes nuevos, y la sátira en el teatro judío llego a su punto más radical. Fue durante esa época que surgieron obras, donde los actores tenían permitido burlarse de los personajes bíblicos e incluso se hacían representaciones que imaginaban historias alternas; entre estas, la más atrevida fue una obra que presentaba a la madre difunta de Esther como servidora en un burdel. Estos extremos favorecieron el surgimiento de voces que pedían censura. Sin embargo, las shpiels continuaron atrayendo tanto a los actores como al público.

Solían representarse en las calles de los barrios judíos, en plazas y en casas. Los niños corrían detrás de los actores, o se asomaban por las ventanas para recibir los dulces que estos repartían. Los actores usaban máscaras y disfraces para evitar ser reconocidos y así tener mayor libertad de representación. Durante esta época las obras judías de Purim llegaron a ser tan populares que incluso grupos no judíos asistían a las funciones. Hubo gente que dejo de un lado las burlas y empezó a hacer actuaciones con un tono más serio, usaron las shpiels para representar historias midráshicas y agádicas que eran poco conocidas.

Hacia 1800, las shpiels atraviesan una nueva revolución. Surge la Haskalá (movimiento intelectual conocido como la Ilustración Judía) y comienzan a ser usadas como instrumento para burlarse de las autoridades rabínicas que suprimían a determinados grupos. Durante ese periodo, jasídicos y tradicionalistas hacían burlas unos de los otros.

Conforme fue pasando el tiempo y las asperezas se fueron limando ambos grupos incorporaron las burlas de forma distinta. En el movimiento conservador la ironía fue bajando de tono y sus obras se unieron con las del mundo secular. En estos círculos, las shpiels de Purim se aprovechan para enseñar la historia de Esther a los niños, hacer representaciones con títeres y pasar un buen rato en familia.

En cambio, en el jasidismo ocurrió algo mucho más sorprendente: comenzaron a usarse para burlarse de sus propios rabinos. Hasta hoy en día, en todas partes del mundo, los jasídicos en Purim hacen obras donde el Rebbe (el hombre más sagrado para la comunidad jasídica) es el centro de la sátira.

Esto es muy llamativo porque el resto del año el Rebbe es tratado como una figura casi sagrada, en los tish (tradición jasídica de shabat), por ejemplo, es un honor comer de la comida que el Rebbe ha comido, entre muchas otras formas de reverencia. Esta tradición, el acto de burlarse del Rebbe, es la tradición que mejor resume el ambiente de Purim.

Los papeles se cambian, quien es admirado, respetado y servido por toda la comunidad se vuelve el objeto de la burla; nos recuerda que no importa qué tan elevados espiritualmente estemos, no importa qué estatus social, ni poder económico tengamos, seguimos siendo humanos.

Tenemos defectos, tenemos virtudes y dependemos del cuerpo. Purim nos recuerda nuestra condición de humanos.

Fotografía cortesía de Joelle Poulos https://www.joellepoulos.com.