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Antes del establecimiento del Estado de Israel en 1948, algunos judíos y árabes se consideraban “hermanos” y tenían una visión utópica de un futuro compartido.

Noventa y cinco años después, los sentimientos expresados por el político palestino Jamal al-Husseini en su artículo de 1922 publicado en el periódico árabe Al-Sabah seguramente harían fruncir las cejas. En su nota titulada “Vengan a nosotros”, Husseini pidió a los Mizrahim (judíos originarios de países árabes) formar un frente unido con los árabes contra el movimiento sionista.

“A nuestros compatriotas judíos, que han comprendido los objetivos del movimiento sionista y el daño que causará, les abrimos los brazos hoy y les decimos: “¡Vengan a nosotros! ¡Somos sus amigos!Ustedes tienen los mismos derechos en Palestina que nosotros, los mismos deberes que nosotros… porque ambos compartimos la misma patria, les guste o no a los sionistas”.

A medida que el movimiento sionista ganaba fuerza y crecía el temor entre los árabes de que fuesen expulsados del Mandato Británico de Palestina, Husseini intentó de apelar a los judíos orientales enfatizando el distanciamiento entre ellos y los judíos asquenazíes, al tiempo que destacaba su similitud con los árabes palestinos.

Con el trascurso de los años, es difícil adivinar si la visión de Husseini de una alianza judío-árabe podría realizarse. Su artículo, destinado a ser guardado como un artefacto de archivo polvoriento evoca una nostalgia agridulce dado todo el derramamiento de sangre entre judíos y árabes que se ha producido desde su publicación.

En el marco del centenario de la Declaración de Balfour, el 70 aniversario del voto del Plan de Partición de la ONU y el 50 aniversario de la Guerra de los Seis Días, la nueva investigación histórica busca arrojar luz sobre algunas de las voces silenciadas y olvidadas que formaron parte del discurso judío-árabe en el Mandato Británico de Palestina.

Árabes y judíos en un mercado de Tiberias (fecha desconocida). Colección “Bitmuná” de Naftali Oppenheim

“Estas voces hablaban de otra opción, del camino no tomado, que se centra en una identidad judeo-árabe. Es importante reconocerlo, sobre todo teniendo en cuenta la fragmentada realidad de hoy,” dice Moshe Naor, profesor de la Universidad de Haifa. “Nuestro objetivo es subrayar la complejidad de este debate y no dejar que la dicotomía de “árabes” y “judíos” se observe a un nivel tan simple,” agrega la doctora Abigail Jacobson del Instituto Van Leer.

Su obra en lengua inglesa titulada “Oriental Neighbors: Middle Eastern Jews and Arabs in Mandatory Palestine (Brandeis University Press) (“Vecinos Orientales: Judíos de Oriente Medio y Árabes en el Mandato Británico de Palestina”), publicada en diciembre de 2016, incluye una gran cantidad de ejemplos de intentos de diálogo entre árabes y judíos Mizrahim, destacando su cercanía étnica, lingüística, cultural y geográfica, a pesar de las tensiones entre los movimientos sionistas y palestinos.

Mizrahim como mediadores

Los judíos Mizrahim en el Mandato Británico de Palestina (1920-1948) se dividían en tres categorías principales: descendientes de judíos que habían inmigrado tras su expulsión de España y Portugal; inmigrantes de países árabes; y yemenitas. Al comienzo de la era del mandato, constituían el 40 por ciento de la población judía. A medida que llegaban los judíos de Europa, este porcentaje se redujo en aproximadamente un cuarto.

La cooperación política, social, económica y cultural documentada en el libro ilustra cómo algunos aspiraban crear un “Nuevo Medio Oriente” en el que los judíos Mizrahim harían uso de su doble identidad judía y árabe para mediar y cerrar las brechas entre ambos pueblos y movimientos.

Inmigrante de Bulgaria conversa con un residente árabe de Yafo, 1949. Crédito: Zoltan Kluger/GPO

Una de esas personas era David Avisar, educador y escritor de origen iraquí-judío. La organización que dirigía, Pioneros del Oriente (Haultzei Hamizraj), sostenía que los judíos Mizrahim siempre habían convivido con los árabes en un ámbito de “fraternidad y amistad”, y que “los extranjeros siembran conflicto entre nosotros”.

En 1923, Avisar publicó un manifiesto titulado “La Cuestión Árabe”, en el que habló de la “afinidad racial y cultural de ambos pueblos – judíos y árabes” – y la “posibilidad de forjar una vida compartida en Palestina”.

En 1929 – el año de los disturbios de Hebrón que sacudieron a los judíos que vivían en el Mandato Británico de Palestina – Avisar publicó un plan para un Estado binacional, llamado “Una Propuesta de Entendimiento y Acuerdo con los Árabes de Palestina”. Él sostuvo que los judíos Mizrahim deberían dirigirse a los árabes directamente y criticó a los judíos asquenazíes provenientes de Europa cuyas acciones “estaban dirigidas contra las cabezas de estas masas”, sin tener en cuenta “el asentamiento árabe que ha existido en Palestina durante 1,300 años”.

Su plan instaba a declarar un solo Estado en ambos lados del río Jordán, en el que vivirían lado a lado judíos y árabes, que comparten “raza, credo, historia, lenguaje y esperanza”.

¿Podría una perspectiva como la de Avisar, que defendía la cooperación cultural y social entre judíos y árabes, haber evitado la escalada de hostilidades entre ambos pueblos?

Un zapatero búlgaro, que había emigrado recientemente a Israel, hablando con un hombre árabe en Yafo, 1949. Zoltan Kluger / GPO

“Como historiador, intento no dejarme llevar por una nostalgia que podría ser engañosa”, dijo Jacobson. “Pero nuestra investigación indica que aquí se perdió una oportunidad”.

“Ante el ascenso del nacionalismo judío y árabe, que era demasiado fuerte y poderoso, estas voces no tuvieron oportunidad”, dijo Naor. “Pero es importante reconocer que, para lograr la paz, tenemos que reconocernos y respetarnos unos a otros”.

Eliyahu (Elias) Sasson, otra voz prominente que emigró de Siria al Mandato Británico de Palestina en 1927, dirigió la División Árabe del Departamento Político de la Agencia Judía (y posteriormente se convirtió en ministro y diplomático). En 1928, escribió: “Una gran responsabilidad recae sobre los hombros de los judíos sefardíes de habla árabe en nuestro renacimiento nacional” porque los judíos europeos “son ajenos a los caminos de esta tierra y no conocen su idioma”.

‘Intriga antisionista’

En 1932, representantes de grupos judíos Mizrahim se reunieron en Yafo para convocar una “cumbre judeo-árabe”. El periódico judío Al-Alam Al-Israeliyi, publicado en Beirut, informó sobre la iniciativa y dijo que los judíos de las tierras árabes podrían pactar acuerdos con los árabes palestinos porque “su psicología, tradiciones y costumbres no son muy diferentes a las de los árabes”.

La iniciativa no despertó gran interés entre los judíos del Mandato Británico de Palestina. Moshé Gluckson, editor de Haaretz en ese entonces, calificó el informe como “intriga anti-sionista” y dijo que los árabes trataban de utilizarla “para romper nuestro frente nacional y llegar a un acuerdo con los judíos orientales contra sus hermanos askenazíes”.

La iniciativa fue finalmente eliminada. Pero aún había algunas personas que no estaban dispuestas a rendirse. Una década más tarde, en 1942, el académico de Oriente Medio, Yosef Yoel Rivlin, padre del actual presidente de Israel, Reuven Rivlin, publicó un artículo optimista en la revista Hed Hamizrah. “El obrero judío Mizrahi tiene una forma de vida similar a la del obrero árabe en Palestina… se asemejan no sólo en su lenguaje verbal sino en su lenguaje mental … en su modo de pensar y forma de vida. Donde existe un solo lenguaje … y un único modo de pensar, todavía hay alguna posibilidad de encontrar una solución”.

David Abulafia, presidente del Consejo de la Comunidad Sefardí en Jerusalem, expresó una postura similar cuatro años después. “Tenemos una función especial y el destino del sionismo para fomentar buenas relaciones y entendimiento con los árabes de esta tierra. Podremos ayudar a promover la cooperación en base a relaciones equitativas entre ambos pueblos hermanos”.

Poco tiempo después, sin embargo, cuando las Naciones Unidas votaron el Plan de Partición y allanaron el camino para el establecimiento del Estado de Israel, esta esperanza desapareció. El discurso de cooperación y comprensión fue reemplazado por informes de disturbios, asesinatos y saqueos contra judíos en países árabes. Cientos de miles huyeron de sus hogares y buscaron refugio en el Mandato Británico de Palestina. Posteriormente, durante la Guerra de Independencia, muchos de los árabes locales huyeron o fueron expulsados.

Han transcurrido casi 70 años desde entonces. Las voces que proponen otra opción, que parecían haber desaparecido por completo, están surgiendo nuevamente en varias publicaciones. La edición del verano de 2016 de la revista Zmanim titulada “Judíos y Árabes en Oriente Medio” indica en su editorial: “Un examen de la historia compartida de judíos y árabes en el Medio Oriente no puede ignorar las guerras y la desaparición de antiguas comunidades, pero tampoco puede ignorar la cooperación y las experiencias compartidas a nivel subjetivo”.

Fuente: Haaretz / Reproducción autorizada con la mención siguiente: © EnlaceJudíoMéxico