NAFTALI BENNETT

¿Cómo un país tan pequeño se convirtió en un centro tecnológico? Inculcando un ethos de emprendimiento.

A menudo se me pregunta cómo un país del tamaño de New Jersey, con menos residentes que la Ciudad de New York, se volvió una fuerza global de alta tecnología. En un mundo dinámico, donde la innovación y adaptación son cruciales, todos quieren saber el ingrediente educativo secreto de Israel.

A pesar de su tamaño pequeño, Israel registra 93 empresas en el Nasdaq—más que India, Japón y Corea del Sur combinados. En el 2016 los inversores invirtieron u$s 6 mil millones en más de 6,000 emprendimientos de Israel. Google, IBM, Apple e Intel todas tienen centros de investigación y desarrollo localizados allí.

Mucha gente observa el sistema educativo israelí para explicar este éxito. Durante mis dos años como ministro de educación he llegado a comprender que aunque las escuelas de Israel son buenas, nuestra arma secreta es un sistema educativo paralelo que opera junto al formal. Aquí es donde nuestros niños se vuelven emprendedores.

El sistema educativo en las sombras de Israel tiene tres componentes. El primero es nuestro legado de debate—está en el ADN judío. Durante generaciones los judíos hemos estudiado el Talmud, nuestro código legal, en una forma vastamente diferente de lo que ocurre en un aula estándar. En lugar de escuchar una clase, el significado de textos complejos es debatido por los estudiantes en havruta—parejas—con un maestro ofreciendo guía ocasional.

A diferencia de las bibliotecas occidentales silenciosas, el beit midrash judío—casa de estudio—es una colmena zumbante de aprendizaje. Como el Talmud es uno de los códigos legales más complejos reunidos en la historia, la idea de un veredicto es casi irrelevante para los que están estudiando. Los estudiantes se involucran en el debate por el bien del debate. Ellos analizan cuestiones desde todas las direcciones, encontrando soluciones diferentes. Son comunes las respuestas múltiples a una pregunta única. Como el Talmud mismo—el cual no es la ley escrita sino una reunión de protocolos—se valora el proceso de aprendizaje, no el resultado.

El segundo componente de nuestro sistema educativo en las sombras es el modelo de enseñanza entre pares de las organizaciones juveniles judías, grupos basados en la afiliación a los que llamamos “movimientos.” Los adolescentes trabajan estrechamente con niños más pequeños; ellos lideran grupos en excursiones y caminatas, desarrollan planes de estudios informales, y son responsables por los que están a su cuidado. Cuando era un estudiante de 11o grado, llevé a estudiantes de 5o grado en una caminata nocturna en las montañas. Habérseme dado responsabilidades a una edad temprana me ayudó a formarme en quien soy hoy.

El tercer componente es el ejército. Debido a que estamos defendiéndonos constantemente del terrorismo islámico, los niños y niñas de 18 años son enrolados en el ejército por períodos de dos o tres años. Los adultos jóvenes israelíes deben asumir decisiones literalmente de vida o muerte cada día.
Como un oficial de 23 años de edad en 1995, yo llevé a 70 soldados detrás de las líneas enemigas. La misión encubierta requirió que yo preparara a mis tropas, movilizara gente y equipo, creara planes de contingencia, y funcionara bajo inmensa presión física y mental. Estas situaciones enseñan a una persona cómo ejecutar planes—o adaptarse e improvisar.

Consideren a una hipotética soldado de 19 años de edad en el cuerpo de inteligencia, analizando fotografías aéreas o comunicaciones interceptadas. Ella debe decidir si el material frente a ella indica un ataque inminente o no. Esto no es un hecho raro. Miles de soldados israelíes lo experimentan diariamente.

Son necesarios buenos maestros en aulas vibrantes para que los niños—y las naciones—tengan éxito. Las escuelas proporcionan una base de literatura, matemáticas e interacción social. Pero el sistema extracurricular de Israel va más lejos. El debate liderado por pares y el dialogo intelectual realzan el aprendizaje. Las responsabilidades reales, como cuidar de niños más pequeños, alimentan el crecimiento y la madurez. Las tareas de la vida real muestran a los adultos jóvenes cuánto son capaces de lograr. Estos son los principios que debe emular cualquiera que desee repetir el éxito de Israel.

Son necesarias dos cualidades para cambiar al mundo: innovación, pensar en nuevas ideas, y emprendimiento, convertir esas ideas en realidad. Esa es la esencia de la economía de hoy día. La manera de crear ciudadanos empapados en el ethos de ambas es dar a los niños, a una edad temprana, el espacio para intentar.

 

 

*Naftali Bennett, un ex CEO de alta tecnología, es Ministro de Educación de Israel y miembro del Gabinete de Seguridad Interior.

 

 

Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México