AVI ISSACHAROFF

Después de años de inacción bajo Obama, el nuevo presidente entregó un mensaje tardío: habrá un precio a pagar por masacres, ataques terroristas y uso de armas químicas.

Sería erróneo dejarse llevar por el entusiasmo -o el pánico- ante el ataque con misiles estadounidenses a la base aérea siria, al norte de Damasco, desde la cual se cree que el régimen de Assad lanzó el despreciable ataque con armas químicas, el pasado martes.

Después de todo, esto fue sólo una ataque de represalia contra una base aérea, y no un cambio de 180 grados en la política militar estadounidense. No sabemos cuál será la política actual de la administración Trump, ni si el presidente Bashar Assad llevará a cabo más ataques con armas químicas, y ciertamente no existe evidencia de que el presidente Donald Trump esté ahora tratando de derrocar al régimen de Assad.

Sin embargo, la incursión estadounidense durante la noche fue dramática y notable, especialmente si se compara con la política del predecesor de Trump, Barack Obama, que podría resumirse en la palabra “inacción”.

En menos de tres meses, el muy criticado Presidente Trump ha logrado en el Medio Oriente lo que Obama nunca buscó, ni siquiera quiso hacer: ha ganado la confianza del presidente egipcio Abdel-Fattah el-Sissi, del rey Abdullah II de Jordania y del Rey Salman de Arabia Saudita. Incluso el liderazgo de la Autoridad Palestina abunda sin reservas en elogios de sus políticas sobre Oriente Medio y sus esfuerzos para revivir el proceso de paz con Israel.

El presidente Donald Trump recibe al presidente egipcio Abdel Fattah el-Sissi en la Casa Blanca, el 3 de abril de 2017. (Mark Wilson / Getty Images via JTA)

El pragmático sector sunita, que se sentía tan en desacuerdo con Obama, finalmente siente que está siendo escuchado- y tomado en cuenta en Washington. La administración estadounidense está construyendo relaciones con el lado correcto en esta región, en lugar de apostar, como Obama, a un Islam político caracterizado por la Hermandad Musulmana.

Pero más aún, el ataque de represalia de Estados Unidos envía un mensaje claro al campo chiíta – Irán y Hezbolá – y a su patrocinador de Moscú- que la fiesta ha terminado. Sólo esta semana, Abdullah advirtió sobre el esfuerzo iraní para forjar un área de control que se extiende desde Teherán hasta Beirut y Latakia.

El presidente sirio, Bashar Assad, habla con el viceministro de Relaciones Exteriores de Irán, Hossein Amir Abdollahian, a la izquierda, en Damasco, Siria, jueves, 3 de septiembre de 2015 (página Facebook de la presidencia siria)

A través de un ataque único y limitado, Trump señaló a los actores chiítas y a Rusia que las reglas del juego han cambiado: de ahora en adelante habrá un precio que pagar por invadir, masacrar, realizar ataques terroristas, utilizar armas no convencionales.

En esta imagen proporcionada por la Marina de los Estados Unidos, el destructor de misiles guiados USS Porter (DDG 78) lanza un misil de ataque de tierra Tomahawk en el Mar Mediterráneo, el viernes 7 de abril de 2017. AP)

Tal mensaje debió haber sido entregado hace mucho tiempo, hace años. Pero Barack Obama optó por no hacerlo. Y como consecuencia, Estados Unidos se percibió como débil, asustado, como una nación que abandona a sus aliados en el Medio Oriente. El ataque nocturno envió un mensaje muy diferente, especialmente a la oposición de Assad.

La reacción “rápida y furiosa” de Moscú y los mensajes inmediatos de apoyo de Arabia Saudita y de la oposición siria ponen de relieve el éxito de Estados Unidos en impactar en todos los lugares necesarios.

No se trata tampoco solamente de un impacto físico. Ahora, Rusia tendrá que reevaluar su manejo de la crisis siria. En cuanto a Irán, Assad y Hezbolá, todos ellos tendrán que sopesar sus próximos movimientos con mucho más cuidado que antes de que Trump tomara represalias.