Enlace Judío México – “Mi bisabuelo y el resto de la familia que permanecieron allí y fueron asesinados en el Holocausto no tienen tumbas”. Han pasado dos años desde que Meir Bulka volvió de un viaje a Polonia muy enojado, pero la condición en que encontró el cementerio de Ostrowiec Swietokrzyski en el sur de Polonia no se borra de su memoria.

“Generaciones de mis antepasados ​​fueron enterrados allí, le dijo Bulka al diario israelí Haaretz la semana pasada. “Tengo al menos 150 parientes enterrados allí y quería visitar sus tumbas para decir Kaddish [la oración del duelo]”.
Pero al llegar al cementerio local, donde los judíos de la localidad habían sido enterrados desde el siglo XVIII, fue recibido por tumbas vandalizadas y pilas de piedras que alguna vez habían sido lápidas. A pesar de sus esfuerzos, no pudo localizar la tumba de ni uno de sus familiares.
Un hombre que iba caminando con su perro le señaló a un sitio en la distancia donde, dijo el hombre, encontraría “tumbas judías”. Cuando Bulka llegó al lugar, su corazón casi se detuvo. Las “tumbas” eran pedazos de lápidas judías que habían sido usadas como piedras para construir el muro alrededor del cementerio cristiano de la ciudad. Bulka, un hombre religioso, estaba furioso. “Es una vergüenza”, dice.
Al regresar de su viaje, Bulka, de 50 años, residente de Sha’arei Tikva, comenzó a investigar el destino de las tumbas judías, descubriendo que habían sido derribadas alrededor de 1959, cuando gobernaban los comunistas. Fotos que localizó con la ayuda de un blogger local documentan la profanación del cementerio. Junto a fotos de las lápidas arrancadas, también se puede ver que algunos fueron incorporadas en una zona de recreo de los residentes locales.
A principios de 2016, pocos meses después de su primera visita a la ciudad, Bulka regresó a Ostrowiec para reunirse con el alcalde. Su primera petición, inamovible, era que las lápidas fueran removidas de la pared del cementerio cristiano. “No descansaré hasta que estos marcadores sean devueltos a donde corresponde”, le dijo al alcalde.
Llegó a la reunión con algunas sugerencias concretas. Una de ellas era tomar las lápidas funerarias y convertirlas en un monumento conmemorativo, con la ayuda de adolescentes israelíes que visitarían la zona durante sus viajes a Polonia. Otra propuesta era enviar las piedras a Israel.
“Hay muchas opciones adecuadas, para que no sean muros en un cementerio cristiano”, dijo. “Traté de explicarle al alcalde que vemos estos monumentos como objetos sagrados, y como tal la ley judía los prohíbe de ser utilizados para cualquier otro propósito”.
Después de las consultas, el alcalde acordó quitar las lápidas judías de la pared del cementerio, a condición de que Bulka financiara el retiro de las piedras, su transporte a otro lugar y la reconstrucción de la pared. Exigió medio millón de zloty, alrededor de 460.000 shekels (más de 125 mil dólares).
Bulka se quedó asombrado. “No sólo le quitas las lápidas a mi pueblo y las utilizas con un propósito irrespetuoso, ¿también esperas que construya un muro nuevo?”, le preguntó. “No hay razón para que financiemos la construcción de un muro para un cementerio cristiano”.
Su frustración creció cuando todos sus pedidos de ayuda a organizaciones, agencias y particulares que se ocupan de la preservación de cementerios judíos se negaron a ayudar o incluso responder a sus preguntas. “Parece que esta ciudad no es lo suficientemente céntrica o interesante para nadie cuya familia no está enterrada aquí”, dice, desesperado.
Un punto de inflexión se produjo cuando descubrió que hay tres propiedades en la ciudad registradas en el catastro como pertenecientes a su familia. “Tengo pruebas de que durante siete generaciones mi familia tuvo tierras allí”, dice. “Ya que toda mi familia fue asesinada en el Holocausto, mi familia es la única heredera”.
Bulka espera que ahora tenga una moneda de cambio con la que pueda acercarse a la ciudad. “Propondré al municipio que renunciaré a estas propiedades si renuncian a las lápidas, una especie de trueque”, dice.
En el fondo, sin embargo, sabe que la burocracia de Europa del Este no funcionará exactamente a su favor y que si bien su plan parece lógico en papel, probablemente no conducirá a la “liberación de las lápidas”, como él dice, a corto plazo, sobre todo porque hasta ahora ha estado trabajando por su cuenta.
Ahora está buscando una persona u organización con algunos recursos para seguir su lucha. “Cada día que pasa, la blasfemia continúa”, dice.
La ciudad de Ostrowiec Swietokrzyski no respondió a la petición de Haaretz de un comentario.

Fuente: Ofer Aderet / Haaretz