La Luna en el Judaísmo

Hace 10 días recibí un mensaje de mi amigo Coque que decía “hoy empieza la luna llena, según la creencia judía, es el momento para la curación para Segulot (medicina espiritual en Hebreo) y se pide que repitas: Dios nuestro Padre Celestial y Creador, por favor camina a través de mi casa y toma mis preocupaciones y enfermedades, y, por favor ven y sana a mi familia”. Se solicita que envíes a 12 personas este mensaje.

LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Las Segulot son acciones o acto religiosos “en la forma en que Dios se comporta con los creyentes”, también se evalúan como supersticiones y fórmulas místicas influidas por la Cábala, una disciplina y escuela de pensamiento esotérico que surgió hacia finales del Siglo XII. Los rabinos ortodoxos consideran que existen muchas Segulot de dudoso origen “que deben ser tomadas con pinzas, incluso alrededor de ellas se manejan falsos amuletos de la buena suerte”.

En este contexto, cabe mencionar que el calendario hebreo es Lunisolar; se basa tanto en ciclo de la tierra alrededor del Sol (año) como el de Luna (mes). La Luna simboliza la renovación permanente y la Biblia contiene muchos actos de reverencia a la Luna; sin embargo, los judíos no eran adoradores de ésta, como sucedía en los países que los rodeaban en los tiempos bíblicos, como es el caso de Egipto. Hoy día los judíos ortodoxos celebran a la luna nueva “con ceremonias muy minuciosas y conceden a esta fiesta mucha importancia”.

La referencia a la ceremonia de la Luna llena viene a colación porque entre varios recuerdos que tengo de mi madre, me contaba de su natal Calushin en Polonia, una pequeña localidad habitada por judíos y católicos distante a 70 km de Varsovia, la capital de ese país, mencionaba que los judíos religiosos, me imagino que se refería a los ortodoxos, salían al campo en determinadas noches del año a venerar a la luna. En un pueblo pequeño como en el que vivía mi madre todos los judíos eran practicantes, empero, creo que su familia de mi madre llamaban a los ortodoxos como religiosos en oposición a que ella no se percibía como fanática, claro está es una interpretación personal; por lo demás, de pequeño en mi hogar en México, no éramos practicantes.

En este contexto, me da la impresión de que las ceremonias para venerar a la luna o el fervor de los judíos hacia la Torá, el libro sagrado, cuando la “pasean” en los templos, le da un “tinte” politeísta al judaísmo. Igualmente la veneración que muestran judíos ortodoxos hacia sus guías religiosos, incluso tiene fotos de estos en sus sitios de rezo, y también otros judíos realizan periódicamente peregrinaciones a los lugares de origen de sus líderes, como los judíos jasidicos que visitan desde hace 200 años la tumba del rabino Najman de Breslov, fundador de esa corriente religiosa. Este año, cerca de 50 mil judíos procedentes de Israel y otros países se reunieron en el cementerio judío de UMAN, una pequeña ciudad ucraniana, a 200 km de Kiev, para celebrar el año nuevo judío. Durante la celebración a la memoria al rabino Najman de Breslov, rezaron, bailaron y recitaron salmos alrededor de la tumba.

Se cuenta que próximo a morir, el rabino Najman prometió interceder por todo aquél que se acercase a rezar en su tumba; la primera peregrinación a UMAN fue organizada en 1811. En fin, con el respeto debido para los judíos creyentes, a mí me parece que a pesar de que la concepción básica del monoteísmo del judaísmo, este tiene algunos elementos de idolatría y/o de paganismo.

Más sobre la religión judía

En este espacio he comentado que mi hija menor, su esposo y los padres de este último son judíos practicantes, ortodoxos; mi esposa y yo respetamos que lo sean, no obstante, cada vez más se radicalizan y se vuelven intolerantes. Esta situación ha hecho que mi hija se aleje de nosotros y del resto de mi familia. Solo la vemos en su casa o en el parque con nuestra nieta de 2 años y medio con quien tenemos un gran vínculo afectivo y que somos correspondidos con creces.

Nos preocupa que en particular nuestra nieta se vea obligada a decir una bendición cada vez que consume un alimento o toma una bebida; está obligada a seguir las reglas del kashurt, referidas a la observancia para la preparación y el consumo de alimentos y bebidas, lo que constriñe su dieta a un número reducido de productos y no pueda disfrutar de una buena comida, como cuando nosotros criamos a su madre. Por lo demás, su ortodoxia la limita a relaciones con personas y niños ortodoxos; esto es inconcebible en un país multicultural como México. Mi hija cuando sale a la calle utiliza vestidos largos y blusas que le cubren los brazos; a nuestra nieta también le cubre los brazos. En fin, una situación que nos parece kafkiana.

Considero que mi hija y su esposo, con su creciente ortodoxia, se alejan de la esencia de los valores del judaísmo, al igual que otros ortodoxos se aferran a símbolos externos y liturgias del judaísmo que resultan anacrónicos en pleno siglo XXI.

En este contexto, hago referencia a un artículo que apareció en el Magazine Semanal de Jabad (27/4/17), una organización judía jasídica fundada en Rusia por el rabino Shneur Zalman en el Siglo XVII. El Jasidismo “involucra sentir la presencia de Dios en todos los aspectos de la vida, en lugar de hacerlo a través del estudio de la Torá (Libro Sagrado) y la observancia de los mandamientos”, el Jasidismo es un canto a la alegría.

El artículo que menciono es de la autoría de Java Shapiro* y se titula ¿Religiosa? ¡Ya no!, del que transcribo varios de sus contenidos centrales, a saber:

– Algunas personas tienen una imagen de Dios como un anciano de larga barba blanca sentado en las nubes, sosteniendo caramelos en una mano y un látigo en la otra. Otros creen que es algún tipo de energía invisible que impregna toda la creación.

– Cuando crecí un poco más, comencé a meditar sobre la posibilidad de la unidad cósmica del mundo, pero no la llamaba Dios. En cualquier caso de existir, constituía una fuerza distante y abstracta que no tenía relación conmigo; la idea de religión estaba muy alejada de mi mente. Ahora constituye casi la totalidad de mis pensamientos, sin embargo, no en la manera que se pudiese suponer.

– Actualmente, cuando escucho la palabra “religión” me encojo, se me revuelve el estómago, las manos me sudan, la garganta se me seca y en más de una ocasión pudiese hasta gemir. Este tipo de actitudes pueden confundir a personas que me conocen como mujer observante de la Torá. Hay algo que aprendí durante mis estudios en la Yeshivá (escuela judía) en relación a lo que significa ser judía, y es que nunca debo ser religiosa. La gente religiosa son aburridamente convencionalistas, apegadas a la regla, conduciéndose casi como robots, tratando de cumplir con una lista de deberes la mayor parte de su vida, con sentimientos de culpa.

– Mientras más me empeñaba en un modo de vida de acuerdo a la Torá, lentamente fui sintiendo una inexplicable pesadez ¿Por qué estoy haciendo esto? Comencé a dudar, a divagar al respecto. Traté de consolarme con repetirme que esta era “la verdad” y así darme la oportunidad de sentir una paz solariega, no obstante, como una soga que sostiene un gran peso comenzó a ceder ante mis ojos.

– Entonces, comencé a estudiar el Jasidut. No la etérea concepción, sino la iluminada traída a la vida por los más brillantes, humildes y amantes instructores y mentores que jamás conocí; el Jasidut fue desprendiendo mis preconcepciones acerca de Dios, de la Torá, del judaísmo. Mientras más aprendía, más me desprendía de mis etiquetas de identidad religiosa, la cual solo me hacía cumplir reglas impuestas desde una perspectiva de perenne duda acerca de Dios, lo cual ahora está completamente ausente y distante de mi realidad actual. Me transformé en una mujer judía en lo más profundo de su ser en búsqueda de la realidad.

– El judaísmo no es una religión, y la Torá y las Mitzvot (preceptos, mandamientos) no son una lista de deberes pendientes ¿acaso una persona escribe en su agenda que debe tomar el desayuno, cepillarse los dientes o ir al baño? Realizamos esas actividades porque somos seres humanos.

Lo mismo ocurre con un judío. Porque el judaísmo no es algo que hacemos, es lo que somos. La Tora y las Mitzvot nos conectan con la parte más interior que poseemos, y la parte más interior de un judío es su alma, y su origen es “el alma de las almas”. El judaísmo trata sobre la relación con Dios, pero no una relación patrón empleado, es más como una relación de marido mujer.

Muchos judíos tienen vidas apagadas por un modo meramente observante de la Torá, abstraído de sus personas, algo que está en conflicto con sus propias existencias. La Tora no es una agenda impuesta que posee grandes retribuciones. Eso es religión, Torá es lo opuesto a la religión, es la mera esencia del judío.

El artículo de Java Shapiro es verdaderamente “refrescante”, vincula al judaísmo con la vida en contraposición a los actos repetitivos, irreflexivos, sin substancia de la ultrodoxia judía y de cualquier otra religión.

Anoto que mis puntos de vista sobre el judaísmo no pretenden ser una reflexión teológica profunda, desde luego no tengo los conocimientos para tal propósito, solo son un proceso de catarsis frente a la intolerancia que mi hija y su esposo manifiestan en la vida real contra nosotros y que tanto nos entristece y conmueve.

 

*Escritora y Cantante Lirico alumna de la Universidad de Michigan y en el Instituto Maganot de Estudios Judaicos en Jerusalén actualmente reside en el Estado de California en EUA.