SIMON TISDALL

Los ataques a importantes símbolos de la ideología iraní, cuya autoría ha sido reclamada por el Estado Islámico (ISIS), generarán tensiones con Arabia Saudita, los países del Golfo y Trump.

Al atacar el parlamento iraní y la tumba del fundador de la República Islámica, el ayatolá Ruhollah Jomeini, los terroristas que llevaron a cabo el ataque letal en Teherán el miércoles eligieron los dos símbolos más potentes de la revolución de 1979.

Para los teheraníes, relativamente a salvo de tales atrocidades en los últimos años, los ataques son profundamente impactantes.

El Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (IRGC) ha acusado a Arabia Saudita de los asaltos aparentemente coordinados y, sea cual sea la verdad de esa denuncia, es probable que tengan un gran impacto político más allá de Irán y generen tensiones con EE.UU. y las monarquías sunitas musulmanas del Golfo.

ISIS rápidamente asumió la autoría de los atentados – de ser verdad, significaría que el grupo militante finalmente logró importar su marca divisiva de terrorismo aleatorio al hogar de su principal adversario musulmán chiíta.

El mausoleo donde Jomeini fue sepultado hace casi exactamente 28 años, el 6 de junio de 1989, es un enorme complejo que domina el horizonte al sur de Teherán. Sus salas cavernosas son visitadas por decenas de miles de iraníes cada año, que lo consideran un santuario. A diferencia de la fortaleza del Majlis (parlamento) en el centro de la ciudad, ahí no hay tanta seguridad. Ahora eso cambiará.

Para los iraníes, el ataque a la tumba de Jomeini es equivalente a alguien que intenta volar el monumento a Lincoln en Washington DC. Si el Estado Islámico efectivamente llevó a cabo los atentados, será la primera vez que el grupo logra atacar en el corazón de Irán, aunque según los informes, lo haya intentado varias veces recientemente.

El Estado Islámico está en guerra, ideológica y militarmente, con las fuerzas y los aliados de Irán en Siria e Irak. En un video publicado en marzo, prometió “conquistar Irán y restaurarlo para la nación musulmana sunita como lo era antes”. Los yihadistas afirman que los líderes clericales de Irán, y sus antecesores persas, han perseguido a los sunitas durante siglos.

ISIS tiene aliados naturales entre los grupos militantes en la provincia iraní de Sistan-Baluchistán, que alberga una gran población sunita. En 2010, extremistas sunitas vinculados al grupo Jundallah mataron a 39 personas en una mezquita de la provincia. Los grupos minoritarios kurdos y los árabes étnicos también han atacado en menor escala en el noroeste y el suroeste, respectivamente.

Las atrocidades del miércoles se enmarcarán en el contexto del colapso anticipado del califato autodeclarado por ISIS, mientras fuerzas del ejército iraquí y sirio respaldadas por Irán, y milicias kurdas apoyadas por Estados Unidos y Gran Bretaña, amenazan sus fortalezas de Mosul y Raqqa.

En respuesta a esta presión, ISIS ha llamado a sus seguidores a luchar contra sus enemigos dondequiera que estén. Los recientes ataques terroristas en Manchester, Kabul, Bagdad, Marawi en el sur de Filipinas y Londres pueden corresponder a esta tendencia emergente de actividad desplazada de seguidores del Estado Islámico.

Los líderes iraníes conservadores y los comentaristas ciertamente seguirán el ejemplo del IRGC y discernirán la mano de Arabia Saudita y, por asociación, la del presidente estadounidense, Donald Trump, en los ataques del miércoles.

Los esfuerzos encubiertos de la administración de George W. Bush en la década de los 2000 para desestabilizar a Irán mediante el financiamiento de grupos militantes de oposición internos no se olvidan en Teherán. Tampoco el apoyo intermitente, no oficial a la organización terrorista Moudjahidin e-Khalq, o a la organización de los Muyahidines de Irán, un grupo apoyado por Saddam Hussein que fue responsable de numerosos ataques armados en la República Islámica.

La cuestión ahora es si la hostilidad de Trump motiva, directa o indirectamente la repetición de esfuerzos pasados de desestabilización. Al revocar la política del presidente estadounidense Barack Obama, Trump arremetió contra Irán. En su visita a Riad, exigió aislar a Irán en el ámbito internacional, afirmando que Teherán es el principal exportador mundial del “conflicto sectario y el terrorismo”.

Su anfitrión, el rey Salman, acusa a Irán de “respaldar el terrorismo mundial”. Inspirado por Israel, Trump ha amenazado con romper el acuerdo nuclear con Irán firmado por Obama en 2015.

El presidente estadounidense anunció un gran acuerdo de armas con los saudíes. Y esta semana apoyó el aislamiento diplomático y comercial de Qatar, que ha sido casi el único país del Golfo Pérsico que ha tratado de mantener buenas relaciones con Irán. Esto ha llevado a los políticos regionales a advertir de una guerra inminente.

Los líderes iraníes rechazan las acusaciones de Trump. Dicen que Riad es la mayor inspiración y apoyo de ISIS, y señalan que Irán y Estados Unidos luchan del mismo lado contra los yihadistas en Irak.

A diferencia de los regímenes autocráticos del Golfo, Irán también tiene un sistema político cuasi-democrático, con un parlamento electo y un presidente, que confunde la imagen de “patrocinador del terrorismo”. Este hecho incómodo parece enfurecer a Trump, los saudíes e ISIS por igual.

Fuente: The Guardian / Reproducción autorizada con la mención siguiente: © EnlaceJudíoMéxico