Enlace Judío México.-Los estados árabes aliados están hartos de la malicia de la monarquía del Golfo.

THE WALL STREET JOURNAL

La pelea entre Catar y cuatro de los aliados árabes suníes de Estados Unidos liderados por Arabia Saudita salió a la luz esta semana. El martes Riad cerró las rutas terrestres a Catar y los saudíes; otros excluyeron de sus aguas y espacio aéreo a buques y aviones cataríes, casi aislando a la pequeña monarquía del Golfo Pérsico. El Presidente Trump pareció dar apoyo por el bloqueo diplomático en—¿dónde más?— Twitter . Este es un ajuste de cuentas atrasado para Catar, aunque con algún riesgo para los intereses occidentales.

El lunes Bahrein, Egipto, los saudíes y los Emiratos Árabes Unidos suspendieron lazos diplomáticos con los cataríes.

Los saudíes hablaron por los otros tres cuando acusaron a Doha de “financiar, adoptar y proteger a extremistas,” y ellos tienen razón. Durante años los cataríes han mantenido una política de dos caras hacia el Occidente, sus vecinos árabes y los distintos movimientos islámicos que amenazan la estabilidad del Medio Oriente.

Catar alberga una base militar de EE.UU. que es crucial para las operaciones estadounidenses contra los yihadistas, incluido el Estado Islámico. La base es también un garante de la independencia del pequeño país, contra los saudíes como Irán, con los que Doha comparte un campo de gas natural en el Golfo.

Al mismo tiempo, los cataríes han apoyado a los grupos islámicos que buscan derrocar a los regímenes establecidos. Al Jazeera, la red televisiva popular de los cataríes, ofrece una plataforma a Yusuf al-Qaradawi, un prominente ideólogo islámico que ha elogiado a Hitler por llevar a cabo “castigo divino” contra los judíos.

Catar también ha financiado y proporcionado un refugio a líderes del grupo terrorista palestino Hamás y ha financiado a milicias islámicas en Libia después de la caída de Moammar Gadhafi. Individuos y organizaciones de caridad cataríes financian a la rama siria de Al Qaeda, según el Departamento de Estado de EE.UU, y el Estado Catarí es abierto acerca de su apoyo a la Hermandad Musulmana.

No está claro qué provocó la ruptura de esta semana, la que algunos atribuyen a un pago de rescate reciente de U$s1000 millones a una milicia respaldada por Irán que había secuestrado a cataríes prominentes en Irak. Otros señalan al duro discurso anti-islámico de Trump durante su visita a Riad el mes pasado. Los saudíes pueden haber interpretado el discurso de Trump como una luz verde para enfrentar a Catar después de ocho años durante los cuales su predecesor miró hacia otro lado. Trump reforzó esa conclusión con un tuit el martes: “Durante mi viaje reciente al Medio Oriente declaré que ya no puede haber más financiación de la ideología radical. Los líderes señalaron a Catar—miren!”

Donald Trump parece no poder resistir darse el crédito por todo. Pero el objetivo de la política estadounidense ahora debe ser restaurar la unión árabe para forjar un frente común contra los radicales suníes y el imperialismo iraní. El objetivo de la presión actual no debe ser aislar en forma permanente a Doha sino poner en línea su conducta con lo que se espera de un aliado occidental. El pleito diplomático ha puesto a Catar sobre aviso de que debe dejar de apoyar a los radicales, pero el país será un problema aún mayor si une fuerzas con Irán.

 

 

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México.