En la perashá de la semana pesada aparece el personaje de Bilam, el profeta de los moabitas. Éste es un hombre que al igual que Moisés tenía la habilidad de ver a D-os y escuchar sus designios divinos. Sin embargo, estaba consumido por la ética invertida de Moab y detestaba con todo su corazón al pueblo judío. Balak el rey de Moab lo manda buscar para que maldiga al pueblo judío. Bilam lo intenta, pero siendo profeta no puede contrariar tan fácilmente la voluntad de D-os por lo cual se ve obligado a cambiar sus maldiciones por bendiciones. Sin embargo, su odio persevera y planea con Balak el evento del Becerro de Oro más adelante.

Este personaje ha creado una serie de discusiones y cuestionamientos amplios sobre la profecía y el actuar de D-os, ¿cómo es posible que D-os le haya dado un regalo tan grande a un hombre tan malvado? y cómo es posible que Bilam sabiendo lo que nadie sabía, viendo lo que nadie veía, persistiera en sus intentos de aniquilar al pueblo judío y realizará acciones que lo llevarían a su ruina. Esto mismo se pregunta Michael Glass en su discurso de Shabat “Nada surge de la nada.” Aquí está la explicación que él ofrece.

Rabi Michael Glass. Nada surge de la nada.

La vida de Bilam era la contradicción constante: era un hombre que estaba tan en contacto con el mundo espiritual que incluso era capaz de comunicarse con D-os. Al mismo tiempo, estaba tan sumergido en el torbellino del mundo físico que nunca pudo separarse de los deseos de poder y honor, incluso cuando el camino que escogió se dirigía a la ruina eminente. ¿Cómo es que dos características tan dispares pueden conciliarse en un sólo individuo? ¿Cómo una persona puede ser comparada con Moisés, Nuestro Maestro, en referencia a su nivel de profecía, y al mismo tiempo ser considerada como una de las personas más despreciables en cuanto a sus acciones y perspectiva? ¿Cómo explicamos esta amalgama paradójica de luz y oscuridad en un sólo hombre?

Las visiones que tuvieron aquellos que cruzaron el Mar Rojo, fueron de una naturaleza tan milagrosa que incluso los sirvientes que estuvieron presentes tuvieron visiones que Ezequiel y los otros profetas jamás vieron. Sin embargo, mantuvieron la humildad que los caracterizaba, porque estaban conformes con su posición de sirvientes. No tuvieron ilusiones de convertirse en profetas, ni de adquirir riquezas, ni poder, pese a que alcanzaron un climax en la existencia humana por arriba de lo que cualquier individuo había logrado.

La razón por la cual mantuvieron su humildad, es la misma razón por la cual Bilam nunca trascendió su existencia mundana. El estatus que habían adquirido no fue producto de su trabajo, ni de sus acciones; fue un regalo de D-os. Por alguna razón Él decidió que así fuera. La grandeza verdadera nunca se adquiere de forma inmediata, es el resultado de un trabajo constante y devoción al crecimiento propio y el desarrollo correcto de las emociones. Cualquier otra cosa simplemente no lo logra.

El deseo de gratificación inmediata es más y más grande con cada día que pasa. Muchas personas ya no están dispuestas a esperar por alguna cosa o a gastar energía “innecesaria” si aquello que desean se puede adquirir de forma más fácil. Si la tarea que se proponen realizar se aprecia como demasiado larga, la desecharan incluso antes de intentarla.

Constantemente buscamos formas de minimizar cualquier trabajo necesario. Sin embargo, la realidad nos muestra que nada que tenga valor genuino se puede obtener gratis, sin trabajo o sin esfuerzo. De a momentos, aparenta tener valía, pero sus beneficios son de corta duración y sin importancia intrínseca o significado verdadero. El esfuerzo que cualquier trabajo requiere es directamente proporcional al potencial beneficio que ofrece. Vinimos a este mundo a construir paso a paso nuestro auto perfeccionamiento y es únicamente a través del trabajo y esfuerzo que vamos a lograr nuestro objetivo verdadero, nuestra realización y felicidad máxima.

Fuente: 1 Minute Torah