El 17 de Tamuz en el calendario judío, solemos ayunar en recuerdo a las cinco grandes tragedias que acontecieron en este día, las cuales fueron:

1) Se construyó el Becerro de Oro y Moisés rompió las tablas.
2) Jerusalén fue sitiada y sus murallas derribadas .
3) Se detuvieron los sacrificios en el templo durante el sitio babilonio.
4) Los romanos colocaron un ídolo al interior del templo
5) Los romanos quemaron un rollo de Torá.

Curiosamente todos estos sucesos están relacionados con el pecado de la idolatría, cuya raíz espiritual e histórica se encuentra en el suceso del Becerro de Oro. Para entender mejor la relación entre ellos necesitamos analizar en esencia qué es la idolatría, por qué es tan grave y cuál es su asidero en la Torá.

Los ídolos y la gran revelación de Abraham

La primera vez que se menciona la idolatría en la Torá es con Abraham. Él es el primer patriarca de la tradición judía, su fuerza radica en que luchó toda su vida para dar conocer el nombre de D-os entre los hombres. Fue el primero en hablar con Él y hacer un pacto a la eternidad a través de su descendencia (1). El gran mérito que tuvo radica en que supo separarse de la cultura de su época y logró ver que todo fenómeno natural, todo suceso, todo principio tiene una raíz espiritual eterna. Fue el primero y el único en hablar con D-os, en sus tiempos.

En su lugar de nacimiento la idolatría estaba a la orden del día se creía en dioses que controlaban la lluvia, el fuego y el viento. Se les hacía estatuas y se creía que esas estatuas tomaban vida. Incluso la gente ofrecía en sacrificio a sus primogénitos recién nacidos.

Lo primero que sabemos de Abraham en la Torá es que D-os le ordena dejar “su tierra nativa y la casa de su padre” para buscar la tierra que a la cual Él le promete dar. Y lo único que se dice de su pasado antes de los sucesos que narra la Torá, dentro de midrashim, es que Abraham se opuso siempre a la idolatría. Enfrentó a su padre rompiendo los ídolos de su tienda y a Nimrod, quien era rey y lo castigó lanzándolo a las llamas. Ese fue el inicio de su lucha contra la idolatría ¿Por qué es tan importante que haya hecho esto? ¿Qué tiene de grandioso atacar las creencias de un pueblo entero? ¿qué tiene la idolatría que la hace una trasgresión tan grave?

La gravedad de la idolatría radica en no reconocer a D-os como la fuerza suprema que mueve al Universo. Cuando existe un dios de la lluvia, un dios del fuego y otro de la guerra uno tiende a construir una ética basada en premisas relativas. Para cada dios existe una fuerza suprema distinta y valores distintos que no necesariamente son unitarios. El sentido del humano y la adoración se fundamenta principalmente en el poder que dicho dios puede otorgar a sus fieles, o en el deseo de manipular las fuerzas naturales. Se piensa que el pueblo que adora al dios más fuerte es el que resulta vencedor en las guerras y próspero en las ciudades.

En cambio, cuando hay un solo D-os que reina sobre el Universo entero su fundamento es ético, porque es el dios de todas las cosas. Por ende, una agresión contra cualquier ser es una agresión contra dicho dios. Lo que la creencia en un sólo dios otorga al humano es la posibilidad de hacerse responsable del mundo que lo rodea, actuar éticamente en cualquier momento. La moral y la ética no pueden ser relativas, porque es unitaria para el Universo entero. Dependen de una sola fuente, en vez de fuentes diversas, lo cual otorga congruencia y unidad a quien sigue dichos principios.

Otra gran diferencia es que el monoteísmo obliga a la persona a un compromiso absoluto con su dios. Cuando hay varios dioses la persona puede alterar su sistema moral en base a una conveniencia, fácilmente puede caer en el error de adora al dios que cree le traerá mayor beneficio o cumplirá su objetivo. En cambio la idea de un sólo dios te obliga a establecer un compromiso y una relación con Él.

Sin embargo, existen varias formas de idolatría y varias formas de politeísmo. La primera ya la describimos, implica la creencia en varios dioses que poseen distintos poderes y distintas escalas morales. La segunda es creer que hay varios dioses que se rigen por un sólo dios. Esto es muy parecido a lo que creían los hindúes, donde Brahama gobernaba a todos los demás.

Bajo esta creencia la ética y el objetivo humano que se establece es menos relativo que en una concepción donde varios dioses luchan por mayor jerarquía. Sin embargo, la distancia que existe entre ese dios y el hombre es enorme. El hombre que cree de esta forma tiene una mayor relación con esos dioses intermediarios a quienes reza que con el dios al que considera superior. Parte de negar la idolatría implica asumir que D-os tiene injerencia en el mundo, que no es una entidad separada de su creación, sino que se involucra activamente con ella. Implica creer que no hay intermediarios entre D-os y el hombre.

Esto fue lo que logró ver y revelar al mundo Abraham. Vio que D-os es Uno, que no hay nada en este mundo que su fuente primaria no sea Él, que está por arriba de todas las fuerzas y todos los seres y que es el único en el Universo. También supo ver que lo único que da sustento y sentido a la existencia humana es el actuar ético, ya que fue creado a imagen y semejanza divina. Supo que D-os creó al hombre para hacer de este mundo un lugar ético y que cuando se aleja de este objetivo, se aleja de su Creador llega a su vida el dolor.

No sólo supo verlo de forma racional, sino que logró llevar este pensamiento a su forma de vida, a su forma de ser y a sus acciones. Al grado tal que logró hacer un pacto indestructible y eterno con D-os, al subir a su hijo al Monte Moriá. Subir a Isaac implica reconocer a D-os como fuente primaria de la felicidad humana. Sin embargo, pese a que tuvo esta gran sabiduría, no fue capaz de bajar a este mundo y materializar con palabras la ley de D-os, evento que Moisés sí logró.

Moisés y la ley divina

Abraham y sus hijos hicieron un pacto con Hashem, lo reconocieron como único D-os y reconocieron el actuar ético como único objetivo. Sin embrago, fue Moisés quien llevó a los judíos al Monte Sinaí y los hizo escuchar los Diez mandamientos de D-os mismo. Fue él quien recibió el primer y el segundo par de Tablas y tuvo el gozo de escribir la Torá, dictada por D-os mismo. También fue él quien dictaminó la forma de llevar a cabo las mitzvot, fijando la halajá. Es decir, Moisés fue el hombre que pudo hacer concreta y material la ley divina.

Ello tiene relación directa con el Becerro de Oro. El nivel espiritual que tenía Moisés y que le permitió ascender al Sinaí, tenía esa fuerza porque se sostenía en todo el pueblo. Tan virtuoso como él fueron los hombres a los que estaba guiando. Pudo subir al esas alturas por el mérito que ellos tuvieron al salir de Egipto, cruzar el Mar Rojo y aceptar la Torá como su ley. Sin embargo, se vio forzado a bajar del Sinaí, precisamente porque desecharon todos sus logros al hacer el Becerro de Oro y romper el pacto que tan sólo unos momentos antes habían hecho con D-os. ¿Por qué fue tan grave y qué fue lo que hicieron?

Del Becerro de Oro hasta nuestros días

Cometieron el pecado de idolatría. Sin embargo, su idolatría fue distinta a la que Teraj hacía. A diferencia de los hombres a los que se enfrentó a Abraham, los judíos del desierto no aceptaron el politeísmo ni construyeron ídolos para dioses falsos. Acababan de aceptar a D-os como su D-os, único en el Universo y seguían creyéndolo. Se les olvidó, o decidieron desobedecer, el mandato que les prohibía hacer imágenes divinas, inventarse intermediarios y construir ídolos. Construyeron al Becerro de Oro no para que fuera un dios para ellos, sino para que funcionara como intermediario entre ellos y D-os.

Sin embargo, la Torá prohíbe explícitamente hacer imágenes de entes divinos, construir un altar fuera del templo, hacer un ídolo e imitar los rituales que las otras culturas usan para alabar a sus dioses. Los judíos de ese momento rompieron todos estos mandatos.

El gran defecto que encierran estas trasgresiones es creer que la ley de D-os puede ser adecuada a los caprichos del hombre. Finalmente, ésta es una de las líneas tan delgadas que separan al judaísmo de otras creencias; que nosotros no inventamos las leyes que seguimos, las preservamos a través de la tradición y las recibimos en primera instancia del Sinaí. Como dice rab Hirsch: “el judaísmo es una religión hecha por D-os para definir al hombre, mientras que otras creencias fueron hechas por el hombre para definir a D-os.”

La diferencia entre fe e idolatría radica en querer seguir a D-os y modificar tu comportamiento, limitar tus deseos para actuar éticamente en lugar de esperar que D-os sea el que te sigue. Es decir, modificar tus pensamientos éticos y reflexiones para que se adecuen a lo que tú quieres hacer.

Al hacer el Becerro de Oro los judíos estaban diseñando su propia ley y le estaban poniendo el nombre de D-os en ella. Estaban cayendo en el mismo relativismo moral del cual Abraham había alejado a sus antepasados. En esos actos hay un abandono, una falsedad y un alejamiento del hombre enorme.

Esa es la razón por la que ayunamos en este día. Para acercarnos a D-os, en este día a través de la determinación y recordar las veces que hemos olvidado su nombre.

Nota:
1) Noé, Adán y los otros profetas que aparecen en la Torá antes que Abraham también tienen el gran mérito de hablar con D-os. Sin embargo, ni uno de ellos logra hacer un pacto a través de sus hijos como lo logró Abraham.