Enlace Judío México.- El ISIS surgió del vacío que creó EE.UU. al retirarse en el 2011. No repitan esa equivocación.

SETH G. JONES

El primer ministro iraquí Haider al-Abadi arribó a Mosul el domingo, vestido de uniforme militar negro, y anunció la “liberación” de la ciudad donde el Estado Islámico declaró su llamado califato en el 2014. “El mundo no imaginó que los iraquíes podíamos eliminar a Daesh,” remarcó, usando el acrónimo árabe para el grupo.

Pero esta guerra está lejos de terminar. Un número creciente de suníes iraquíes están desencantados con el ritmo lento de la reconstrucción y frustrados con un gobierno de Bagdad al que consideran muy amistoso hacia Irán. Estados Unidos tiene que cambiar rápidamente su foco de apoyar operaciones militares en ciudades tales como Mosul para ayudar al gobierno iraquí a abordar mejor las quejas políticas. El fracaso corre el riesgo de sembrar las semillas del resurgimiento del ISIS.

ISIS arrancó fuerte en el 2014, sacando ventaja de las quejas suníes contra el gobierno iraquí. En su apogeo, según un análisis de Rand Corp., ISIS controló cerca de 58,000 km2 de territorio en Irak, hogar de más de seis millones de personas. Pero a partir del 2016 el grupo perdió importante territorio en ciudades como Sinyar, Faluya, Ramadi y ahora la mayoría de Mosul ante una combinación de ataques de EE.UU. y aliados, ataques terrestres por parte de las fuerzas de seguridad iraquíes, y avances de milicias suníes, chiíes y kurdas.

A pesar de estos éxitos, hay señales preocupantes en Irak, particularmente dentro de la comunidad árabe suní. Consideren la ciudad occidental de Faluya. Un año después que las fuerzas iraquíes liberaron la ciudad, los residentes están desencantados debido al ritmo lento de la reconstrucción, la ausencia de servicios gubernamentales y el desempleo. “Esta área fue liberada en junio, y todavía se ve igual ahora”, dijo Hussein Ahmed, un residente de Faluya, a un periodista visitante a principios de este año. “Hablo por miles de personas cuando digo que el gobierno nos ha olvidado.”

Muchos suníes también observan con cautela la creciente influencia iraní. Teherán está comprometido con aumentar su influencia en Irak a través de organizaciones como las Unidades de Movilización Popular, milicias que incluyen a cerca de 150,000 combatientes chiíes. Para la consternación de muchos suníes, el parlamento iraquí aprobó una ley en diciembre de 2016 integrando formalmente las Unidades de Movilización Popular dentro de las fuerzas de seguridad de Irak. Hoy, tales fuerzas chiíes son casi tan grandes como el ejército iraquí entero.

Combatientes del ISIS están tratando de aprovechar estas quejas en muchas formas. Sus agentes han reclutado a nuevos miembros que están descontentos por el ritmo de la reconstrucción en pueblos y ciudades suníes, enojados por amigos o familiares que han sido abusados por las milicias pro-gobierno, y nerviosos por la creciente influencia de Irán en el país. Los servicios de seguridad de Irak han notado con alarma que células de ISIS están reestableciendo redes de inteligencia en Ramadi y Faluya. Aún después de la derrota de la semana pasada en Mosul, ISIS todavía retiene cerca de 10,000 km2 de territorio en Irak con una población total de un millón, incluida la ciudad occidental de al Qa’im. También hace alarde de más de 15,000 combatientes a lo largo del campo de batalla Irak-Siria y más de u$s500 millones en ingresos anuales hasta el final del 2016, aunque los ingresos mensuales de ISIS han caído en el 2017.

ISIS está también cambiando de operaciones convencionales a guerrilleras, incluyendo emboscadas, operativos, ataques suicidas, coches bomba y asesinatos. El grupo está relocalizando a su personal y suministros del campo de batalla en las montañas, cuevas y áreas desérticas alrededor de la ciudad iraquí de Haditha, Lago Tharthar, y la región fronteriza entre Irak y Siria. ISIS también ha utilizado drones multirotor y de ala fija para vigilancia y, ocasionalmente, misiones de ataque. Aparte, el grupo está reestructurando sus wilayahs, o provincias, y descentralizando su estructura organizacional en Siria e Irak para conducir operaciones guerrilleras más eficaces.

En vista de estos acontecimientos, Estados Unidos debe establecer una estrategia política más agresiva para impedir la revitalización del Estado Islámico. Los diplomáticos y líderes militares estadounidenses tienen que alentar a los líderes iraquíes a encarar mejor las quejas suníes. Un paso sería cortar a la mitad el número de fuerzas chiíes bajo las Unidades de Movilización Popular y llevar a los combatientes de la milicia al empleo civil. Los funcionarios estadounidenses podrían presionar también a Bagdad a retirar las milicias chiíes de la frontera entre Irak y Siria, incluyendo en Nínive, donde ellas facilitan un conducto regional de combatientes chiíes de Irán todo el camino hasta Líbano.

Aparte, EE.UU. debe ayudar a coordinar la ayuda internacional que llega dentro de Irak, con un énfasis en la reparación rápida de la infraestructura dañada en centros urbanos como Mosul, Ramadi, Faluya y Beiyi. La ayuda para la reconstrucción debe estar asociada abiertamente con los esfuerzos para acercar más al gobierno iraquí y los árabes suníes.

El predecesor del Estado Islámico, al Qaeda, en Irak, comenzó a reconstituirse en el 2011 en parte debido al fracaso de Bagdad en abordar las quejas suníes y a la decisión de Washington de retirar a las fuerzas estadounidenses y a la incapacidad para influenciar la política iraquí. Sería doblemente trágico cometer el mismo error hoy nuevamente.

Seth G. Jones es director del International Security and Defense Policy Center en la Rand Corp. y autor de “Librar la Guerra Insurgente: Lecciones del Vietcong para el Estado Islámico” (Oxford).

 

 

Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México