Según ciertas posiciones religiosas el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. Invisibilidad que determina al hombre mediante la no imagen. Palabra inefable que abre al infinito que en su misma imposibilidad plantea un más allá.

ILONA DUKÁSZ

Su nombre es el decir mismo. Un Dios que no entrega su verdad más que en la retirada de su presencia. Y en este sentido Nancy llamó (representación prohibida) donde lo condenado no es la imagen de, sino el empobrecimiento que implica esta búsqueda de una presencia plena, espesa, donde nada abre y donde lo completo tiene el destino de el cierre a lo divino.

La historia de la representación está atravesada por la escisión inscrita en la ausencia de y en la cosa. Toda presencia está sostenida por esta doble relación, “nuestro mundo es el mundo del sentido que vacía la presencia y se ausenta de ella o en ella” sacando a la presencia de su inmediatez del ser-ahí. En otras palabras, la relación entre la ausencia que habita a la representación y la falta de sentido se entreteje el devenir de toda presencia. Aquí se pregunta cómo condenar la representación de lo que fuere al tiempo de cómo no habría de estar toda representación prohibida en sí al estar cuestionada por esta oquedad en el corazón de la misma presencia.

Para Nancy la efectividad de los campos consistió ante todo en el aplastamiento de la representación para someterla a la prueba consigo misma. La pregunta que no deja de horadar es ¿qué ocurrió en Auschwitz con la representación? El hombre superpoderoso en el universo del torturador sólo existió en tanto aniquilamiento del otro y así, al contemplar su obra, realizó su expansión en el cuerpo del otro hasta extinguir la mínima huella de vida. El exterminador endurecido fue para sí su propio sentido, como un bloque frío cuya afirmación y triunfo tuvieron lugar en el silencio.

Con Auschwitz, Occidente es tocado por la voluntad de representar lo que está fuera de la presencia, es decir: una representación sin resto, sin vaciamiento, sin retirada, sin línea de fuga. Relación invertida con lo judío, al revelar no se retira lo revelado sino que, por el contrario, se exhibe. De ahí que lo judío represente la destrucción de la representación entendida como absoluta. Consecuentemente, lo que la cultura occidental hereda de este absoluto que no admite falla es la imposibilidad de vivir los duelos de otra forma, en donde el dolor acerca a la finitud como apertura al infinito

Confrontamiento de dos posiciones lógicas, una plantea la subjetividad para la cual existe el fenómeno y la otra habla de la cosa en sí, en un mismo movimiento una para la otra puede ser incluyente como excluyente para la otra. Y aquí Nancy piensa que esa es la cruz cristiana en el centro del asunto: “representación del representante divino que muere en el mundo de la representación para darle el sentido de su presencia original…”