En total, había más de 30 miembros del equipo. “Nada fue librado al azar. Para que no hubiera problemas con los documentos, las conexiones aéreas, las visas, los certificados de salud, las referencias de carácter de la unidad, para el caso Eichmann el Mossad creó una agencia de viajes en miniatura” en una ciudad europea no identificada. Se esforzaron por no dejar la impresión de que estarían operando desde Israel.

DORON GELLER

Como bien sabía Isser Harel, Israel estaría violando la soberanía argentina secuestrando a Eichmann y sacándolo del país. Por otra parte, Argentina y América del Sur habían sido un refugio para los nazis y sus simpatizantes desde el final de la Segunda Guerra Mundial, y se podía contar con que muchos de ellos harían las cosas difíciles para los israelíes si supieran lo que estaba en marcha.

Los agentes israelíes comenzaron a volar de todas partes del mundo ostensiblemente para las celebraciones del 150 aniversario de Argentina, pero en realidad para capturar a Eichmann. No vinieron dos de la misma ciudad. Alquilaban casas seguras y constantemente cambiaban de automóviles para deshacerse de cualquiera que pudiera estar observándolos o que pudiera sospechar.

El 11 de mayo, los agentes del Mossad estaban listos para entrar en acción. Sabían que Eichmann estaba en casa desde las 7:40 p.m. Estuvieron allí a las 7:35. Dos operarios del Mossad manipulaban el motor de su coche. Otro coche estaba aparcado a unos 30 metros detrás del primero, y los pasajeros también jugaban con su motor. Un ciclista se detuvo y se ofreció a ayudarles en sus esfuerzos por arreglar su auto. Debe haberle sorprendido que rechazaran su ofrecimiento educadamente pero con firmeza.

Dos autobuses llegaron y pasaron, pero Eichmann “no bajó de ninguno de los dos. Los hombres que yacían en la espera comenzaron a preocuparse un poco. ¿Podría ser que hubiera vuelto temprano ese día y ya estaba en casa? ¿Tal vez no vendría en absoluto?” Habían pasado cuatro días desde que habían observado a Eichmann por última vez; comenzaron a preguntarse si había cambiado su rutina.

Otro autobús pasó. Eichmann no estaba en él. Aunque comenzaron a preguntarse si llegaría, nadie puso voz a sus dudas.

Se hicieron las ocho. Había pasado un tiempo desde la hora que Eichmann llegaba por lo general, y algunos de los agentes del Mossad pensaron que debían salir de allí. No querían “arriesgarse a arruinar sus posibilidades de poner su plan en acción otro día“. Sin embargo, sin decirle a los otros, el líder, Gabi, había decidido esperar hasta las 8:30 p.m.

En el segundo coche, Ehud, había decidido seguir esperando también – aunque ni Gabi ni Ehud habían comunicado sus pensamientos al otro.

A las cinco de la mañana, otro autobús se detuvo. Un hombre empezó a caminar hacia la calle Garibaldi. El hombre del Mossad en el primer coche reconoció a Eichmann inmediatamente; en el otro coche, lo reconocieron 15 segundos más tarde.

Eichmann se acercó al coche. Uno de los agentes del Mossad le dijo “Un momento” y luego se abalanzó sobre él. Eichmann “soltó un grito terrible, como una bestia salvaje atrapada en una trampa …” al caer al suelo. Entonces los otros llevaron a Eichmann a uno de los coches. – “Toda la operación había tardado menos de diez minutos“.

Empezaron a conducir. La cabeza de Eichmann era presionada hacia abajo fuera de la vista de los transeúntes. No mostró ninguna resistencia. Lo amordazaron, le ataron las manos y los pies, se pusieron unas gafas que le bloquearon la visión y lo bajaron al suelo. Durante toda la operación, Eichmann no emitió ningún sonido. “El equipo del Mossad limitó su contacto verbal con él a un conciso “Si no te quedas quieto, te disparamos“.

Se dirigieron hacia su casa segura sin ningún problema. Los dos coches fueron introducidos en el garaje por otro miembro del equipo del Mossad. Sacaron a Eichmann. Eran las 8:55,  50 minutos después de que llegara el autobús.

Llevaron el primer coche de vuelta a la ciudad en caso de que hubiera sido observado. A continuación, ataron una de las piernas de Eichmann al marco de la cama. Le quitaron la ropa y le pusieron pijama. Comprobaron que en su boca no tuviera veneno – no querían que se quitara la vida antes de que lo juzgara un tribunal israelí.

Buscaron el tatuaje SS bajo la axila izquierda. Había sido eliminado. Él sólo trató brevemente de ocultar su identidad, luego cooperó. Les dijo que “cuando estuvo brevemente en manos estadounidenses después de la guerra, había intentado quitarse el número con una espada”. Pero encontraron todos los otros rasgos distintivos que tenían registrados. Su cooperación fue plena y sin vacilaciones, incluso servil. “Se acabó el oficial SS que una vez tuvo cientos de hombres cumpliendo sus órdenes, ahora estaba asustado y nervioso, a veces patéticamente ansioso por colaborar“.

El equipo del Mossad difícilmente podía creer que un criminal tan monstruoso pudiera parecer tan ordinario. Pero ésa fue su impresión. Todos los que lo veían estaban sorprendidos de su aspecto extraordinariamente ordinario. Esperaban que pareciera más siniestro, más imponente, pero no había nada.

Fuente: Jewish Virtual Library – Traducción: Silvia Schnessel – Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudíoMéxico