En un artículo de La Vanguardia del 31 de julio, 2017, su autor Owen Franken publica que Israel ha pasado de ser un país de compradores de órganos a perseguir esta práctica. ¿La clave? Un sistema sanitario público y universal

OWEN FRANKEN / La Vanguardia

El sistema sanitario español es el referente mundial en la actividad de trasplantes y donaciones.

Hace unas décadas, mencionar a Israel en un foro de coordinadores de trasplantes suponía de inmediato una mueca de disgusto por parte de los oyentes, dice el autor. No era para menos. Entonces, Israel era sinónimo de turistas de trasplantes, gente adinerada que buscaba en países pobres quien vendiera el órgano que el enfermo rico necesitaba para ganarle años a la vida o, al menos, vivirla en mejores condiciones. Daba igual qué pasaba con esa persona sin recursos después de la operación, realizada normalmente en una buena clínica de Turquía o de Egipto, donde hay profesionales sanitarios que se hacen de oro con este tipo de intervenciones, continúa el autor. De hecho, las propias aseguradoras israelíes incitaban ese turismo al comprometerse a reembolsar el dinero de quienes acudían al extranjero a trasplantarse porque así se ahorraban la diálisis, un tratamiento a largo plazo mucho más caro que un trasplante.

Pero las cosas han cambiado, y mucho, en Israel. Para Franken, la clave está en el trabajo de concienciación de numerosos colectivos en contra de un turismo que sonrojaba a muchos israelíes, explicó a La Vanguardia Gilad Erlich, fiscal del distrito central, en un encuentro sobre trasplantes celebrado en Zaragoza y en el que expuso los profundos cambios llevados a cabo en su país. Esta presión se tradujo en una apuesta clara por un sistema sanitario público, universal y gratuito, como el español, que ofrece a los ciudadanos las máximas garantías de obtención de un órgano, independientemente de su nivel económico. Unos profesionales comprometidos, un sistema transparente, unos criterios de listas de espera… “España era el modelo que había que seguir”, cita Franken a este israelí, que forma parte del Grupo Custodio de la Declaración de Estambul, integrado en la Sociedad Internacional de Trasplantes (TTS en sus siglas en inglés), encargado de salvaguardar los principios éticos y legales que deben prevalecer en los trasplantes.

A un sistema sanitario universal y gratuito se ha sumado la iniciativa legal. En el 2008, Israel prohibió cualquier pago por un órgano, tanto en su territorio como en el exterior, convirtiéndolo en un delito duramente castigado. Si un ciudadano se marchaba a un país pobre a trasplantarse y luego volvía (siempre se necesita controles médicos) el comprador se enfrentaba a duras penas. De ahí el descenso de este comercio, explica el autor de La Vanguardia.

Pero, sobre todo, se ha centrado en perseguir a las mafias que ofrecen estos servicios, lo que se ha revelado como el instrumento más eficaz contra el tráfico de órganos, tal y como señala el fiscal Erlich, quien mantiene una especial lucha contra el Gobierno de Turquía, que apenas controla el comercio de órganos. Según este abogado, los hospitales turcos realizan con impunidad trasplantes de estas características, algo mil veces denunciando sin que las autoridades turcas hagan nada al respecto.

Israel ha puesto una barrera a esta mafias, como también lo ha hecho España, para lo que es preciso la implicación absoluta de las fuerzas de seguridad y la de los profesionales sanitarios.

Beatriz Domínguez-Gil, directora de la ONT, tiene claro que la única solución al turismo de trasplantes y al comercio de órganos es un sistema de salud público, universal y gratuito y un sistema de donaciones y trasplantes basado en la voluntariedad y el altruismo. España es el ejemplo claro, afirma Franken.