Enlace Judío México.- En su libro Menorat haMaor, el Rab Isaac Abohab menciona 7 niveles de Teshubá. Explicamos ya el primer nivel, el más alto: cuando una persona se arrepiente inmediatamente de una mala acción que cometió.

RABINO YOSEF BITTON

Cuando esto no ocurre, y el individuo persiste en su error y repite una y otra vez su transgresión, estamos en lo que potencialmente sería el segundo nivel de Teshubá que menciona el Rab Abohab.

Cuando una persona no se da cuenta o no se arrepiente inmediatamente de lo que hizo mal, es posible que repita su proceder una y otra vez, hasta que esta conducta se transforme en un hábito. Y una vez que el hábito está formado, instalado en el cerebro, es difícil cambiarlo. Creo que el segundo nivel de Teshubá que menciona el rab Abohab es el más común. El que concierne a la mayoría de nosotros, que NO somos tan sensibles o estudiosos para darnos cuenta inmediatamente de nuestros errores.

Pensemos por ejemplo, en una persona que ha desarrollado el hábito de decir malas palabras. Si estuviéramos hablando del primer nivel de la Teshubá, cuando uno dice una vulgaridad debería arrepentirse de inmediato y por sí mismo de lo que hizo mal, pedir disculpas y dar vuelta la página. Pero cuando esto no ocurre, y repetimos los insultos, nos “adaptamos” a las malas palabras y ya nos parece algo normal.

Los psicólogos explican que los hábitos, los malos y los buenos, se forman cuando nuestro cerebro ha aprendido y repetido algo nuevo. Y llega un punto en el que el cerebro se siente “cómodo” con los hábitos y deja de evaluarlos o juzgarlos. Esto nos pasa en temas de comer mal, fumar, etc. y también en temas más subliminales, que afectan muchísimo nuestra espiritualidad. Por ejemplo: la obsesión de la sociedad moderna con la promiscuidad, en todas sus variables. Desafortunadamente esto es cada vez más común, porque se ha hecho parte integral de la sociedad de consumo con la cual interactuamos. Y eso contribuye subliminalmente a que no podamos detectar que ciertas conductas, ajenas o propias, no deben ser toleradas. “El hombre es un animal de costumbres” dijo el famoso escritor inglés Charles Dickens. El hombre moderno cada vez razona menos y se automatiza más. Nos entregamos a lo que a nuestros sentidos les parece placentero, haciendo a un lado todo aquello que nos cuesta esfuerzo. Nuestra voluntad queda totalmente atada a lo que dicta nuestro sistema nervioso (yetser hará), y nos abandonamos a él.

La conciencia ya no se despierta por sí misma, como en el primer nivel. Se queda muda y adormecida. Necesitamos un estímulo externo para despertar nuestras conciencias y darnos cuenta que estamos procediendo mal.

¿Cómo lo hacemos?

En el calendario hebreo el mes de Elul es justamente el tiempo que dedicamos al arrepentimiento de este tipo de situaciones: los malos hábitos. Para eso, para llegar a este segundo nivel de Teshubá, nos levantamos una hora más temprano todo este mes y dedicamos ese tiempo a recitar las Selijot (rezos donde pedimos perdón. Dicho sea de paso, en la tradición Ashkenazí las Selijot comienzan más tarde, pero durante el mes de Elul, para despertar nuestras conciencias, se toca al Shofar cada mañana al terminar la Tefilá). Las palabras de las Selijot, especialmente el Viduy (confesión) nos invitan a reflexionar de una manera especial sobre nuestro accionar. Observando como desde afuera (“desde el balcón”) nuestra propia conducta para llegar a identificar los malos hábitos que se instalaron en nuestra personalidad sin que nos hayamos dado cuenta. Solamente cuando somos capaces de reconocer estos hábitos (hakarat hajet), estaremos en condiciones de superarlos.


Fuente:halajadeldía