Enlace Judío México e Israel – El nivel más alto de Teshubá (arrepentimiento) es cuando uno se arrepiente del error que cometió, de inmediato, antes de repetirlo y evitar así que ese comportamiento incorrecto se convierta en un hábito. Ya que cuando un individuo no se arrepiente inmediatamente de su error y repite su conducta equivocada, se posiciona en un desafío diferente, que el rabino Abohab llama el segundo nivel de Teshubá: cambiar los malos hábitos.

¿Cómo se forman los hábitos? El ser humano «es un animal de costumbres», y cuando alguien persiste en un determinado comportamiento, esta actitud se normaliza, por más equivocada que sea, y se forma un hábito. Una vez instalados en el cerebro, los hábitos son difíciles de cambiar. Nos acostumbramos a hacer algo mal hasta el punto de que ya dejamos de evaluarlo.

Y cuando un comportamiento se convierte en un hábito y queremos modificarlo, ya no se trata de cambiar lo que hacemos, sino de cambiar lo que somos.

La primera vez que digo una mala palabra o una vulgaridad, debería notarlo, darme cuenta de inmediato, arrepentirme (pedir disculpas si use este lenguaje hacia otra persona) y tomar la decisión de no volver a cometer el mismo error. Pero cuando esto no sucede, cuando ignoro la primera alerta de mi conciencia moral (¡que es la más importante!) y reitero una y otra vez las mismas vulgaridades, me estoy acostumbrando a un nuevo vocabulario, poco a poco lo voy tolerando más y más, al punto que ya no me doy cuenta que está mal.

Y en algún momento sucede la transformación fatal, la acción se transforma en parte de mi. Y de ser «una persona que dice» malas palabras paso a «ser un maleducado».

Los psicólogos explican que los hábitos, tanto los buenos como los malos, se forman cuando nuestro cerebro aprende algo nuevo y, a fuerza de la repetición, el cerebro se siente «cómodo» con ello y deja de evaluar o juzgar el nuevo comportamiento. Esto nos pasa en muchos ámbitos de nuestra vida diaria: comer o beber en exceso, fumar, etc. y también en cuestiones más subliminales que afectan nuestra espiritualidad y moralidad.

«El hombre es un animal de costumbres», dijo el famoso escritor inglés Charles Dickens. Cuando un valor inmoral se convierte en rutina, la conciencia ya no se despierta por sí misma. Se adormece y requiere un estímulo externo para despertarse.

En el calendario hebreo, el mes de Elul es precisamente cuando nos dedicamos a este tipo de arrepentimiento profundo, es decir, a evaluar no solamente nuestras acciones equivocadas sino también nuestros malos hábitos diarios, que se han «normalizado» porque no hicimos Teshubá a tiempo, es decir, cuando nos equivocamos por primera vez. Observar los malos hábitos propios no es tarea fácil. Porque no alcanza con mirarse al espejo. Tengo que ser capaz de mirarme a mí mismo como me ven los demás, desde afuera, o como dicen los psicólogos, «desde el balcón», para poder identificar los malos hábitos que ya son parte de mi personalidad y poner todo mi esfuerzo para mejorarlos.


 

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