Enlace Judío México.- Todos los pronósticos y encuestas señalaban hacia fines del 2016 que la disputa sobre quién sería el próximo primer ministro de Israel estaría entre Bibi Netanyahu y  Yair Lapid, que por supuesto no es de izquierdas como intenta demonizarle a conciencia el primer ministro ni mucho menos, sino que él mismo dice que prefiere ubicarse en el centro del mapa político; léase, en el centro-derecha.

EDGARDO KRAWIECKI PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Y ahora encima tienen otro competidor más que quizá termine jugando a favor de Netanyahu. El nuevo líder laborista Avi Gabai que se ubica en el mismo espacio político que Lapid, incluso con posturas más halconas con respecto a los asentamientos, que ya dijo que no los quiere evacuar. La gran ventaja del actual primer ministro es el divide y reinarás. Las encuestas de finales de octubre del 2017 dan a Lapid y Gabai  un resultado cabeza a cabeza, por detrás de Bibi.

Claro, todas las especulaciones presentes valen siempre y cuando Netanyahu no acabe juzgado y condenado por corrupción como su antecesor Ehud Olmert. En ese caso quizá veríamos a Avi Gabai con Yair Lapid luchando por ver quién de los dos termina como primer ministro. Porque son varias las alertas que apuntan hacia que Netanyahu podría terminar siendo procesado. El involucramiento del actual primer ministro en casos de soborno y corrupción se viene investigando desde el año pasado y durante todo lo que va del año 2017 –con el asesor jurídico del estado Mendelblit que aconsejaría ahora abrir con estas pruebas un proceso penal abierto contra Netanyahu- abre un gran interrogante al respecto. Por ello también Netanyahu atacó durante el mes de octubre al jefe de la Policía israelí Alsheij, quien dio a entender que hay pruebas para procesar al primer ministro. Lo que decían las encuestas hace varios meses atrás, cuando Avi Gabai aún no había sido elegido como jefe del Partido Laborista, era una cosa.

Ahora con Avi Gabai como líder laborista con posturas de derechas ha cambiado todo el panorama.

Hasta fines del 2016, principios del 2017, las encuestas decían –como las de la encuestadora Midgam- que si hoy fueran las elecciones el partido Yesh Atid de Yair Lapid sacaría 24 mandatos (frente a los 11 de los últimos comicios) y el Likud 22 (frente a los 30 que obtuvo en las últimas elecciones). Y que si se formaría Gobierno lo haría Lapid. Lo novedoso era que se trataba de la primera vez que Lapid sobrepasaba  a Netanyahu en una encuesta de las más importantes que se hacen en Israel.

Según este mismo sondeo, Bennett pasaría de los 8 mandatos que tiene actualmente a 14. Que sumados a los de Lapid ya le darían 38 a la base del futuro Gobierno potencial. A Liberman – hoy ministro de Defensa, otro de la derecha que tiene muy buena relación con Lapid y que sobrelleva una relación de amor y odio con Netanyahu – le dan 10 mandatos sobre los 6 actuales. O sea que ya estaríamos en una base de 48 en un virtual gobierno de centro-derecha encabezado por Lapid y no por Bibi Netanyahu. Si les sumáramos los 7 que le dan a los ortodoxos de judaísmo por la Torá, los 6 que le apuntan a Kulanu del actual ministro del Tesoro (Economía) Kajalón que ahora tiene 10 mandatos y otros 6 de Shas ya son 19 más. Solamente con estos 67 mandatos ya Lapid podría tener una coalición de Gobierno estable. Y lo curioso sería que tanto el Likud como el Laborismo podrían estar en la oposición. A Lapid es como que se le pasó el cuarto de hora.

El Laborismo desde que fue elegido Avi Gabai ha superado a Iesh Atid y se acerca a los votos del Likud. En las encuestas de julio de este año, para el canal 2 el Likud sacaba 25 mandatos, 20 de Gabai y 18 de Iesh Atid.

En el del canal 10 el Likud sacaba 29 mandatos, 24 Gabai y 16 Lapid. En el sondeo emitido por el canal 10 el 28 de octubre pasado, si hoy fueran las elecciones el Likud obtendría 26 mandatos, Iesh Atid 21, el Laborismo/Campo Sionista de Avi Gabai 20, la Lista Arabe Unificada 12, la Casa Judía de Bennett 10, Meretz 7, Kulanu de Kajalón 7, Israel Beiteinu de Lieberman 6, los ortodoxos ashkenazíes de Judaísmo por la Torá 6 y los ortodoxos sefaradíes de Shas, 3. A partir de estos resultados, las estrategias de Netanyahu pueden partir de unirse con una de las partes. Existe la posibilidad de que el Likud arregle de antemano con Lapid para hacer un Gobierno de coalición tras las próximas elecciones.

De hecho, en la cadencia anterior ya fueron socios en el Gabinete de Gobierno, y Lapid terminó siendo el ministro del Tesoro (Economía, en términos latinoamericanos) de Netanyahu.

De este modo, podrían juntos frenar el ascenso de Avi Gabai, que ya ha comenzado a plantear su estrategia sobre el mismo espectro de votantes. Pero si el Likud terminara aliándose tras las elecciones a Lapid –que es un escenario muy posible, avalado por el propio líder de Yesh Atid – ya estaríamos hablando de un Gobierno de mucho peso y quizá de Netanyahu como el próximo ministro de Asuntos Exteriores de Israel a partir del 2019, si perdiese frente a Lapid. O de que siguiera como premier si sale primero como dicen las últimas encuestas. Si no lo tuviéramos como primer ministro, lo podríamos recibir a Netanyahu como responsable de Exteriores o de Defensa.

Todo ello -de no suceder nada ajeno a la política como los probables procesos judiciales que se le vienen a Bibi como nubarrones grises- haría que tengamos que hablar de tener aquí en Israer todavía Netanyahu para rato, de todos modos. Tampoco llamaría la atención de que se uniera con Gabai en lugar de Lapid, a quien tuvo también como ministro de Medio Ambiente al principio de la actual cadencia, en el 2015. También es un escenario posible. Estas especulaciones políticas no son tan parte de la ficción, sino que se asemejan mucho a la realidad israelí que se presiente para los próximos tiempos. No se avistan vientos de cambio ideológico pero si de recambio generacional dentro del panorama de la derecha israelí, que sigue asomando como la corriente principal para continuar en el poder. Si no estará Bibi Netanyahu al mando del Likud, podría estar alguien como Guilad Ardán, Guidon Saar o Miri Reguev. A Oren Jazan (que llegó a la Kneset tras haber regenteado un casino en Bulgaria) todavía no lo vemos como candidato a primer ministro para las próximas elecciones. Aunque en un futuro más lejano, quizá sí. ¿Es posible pensar en Lapid como primer ministro? Yair Lapid podría ser el primer ministro si empata a votos con el Likud, por ejemplo, como decían las encuestas, o le saca uno o más mandatos a Netanyahu.

Varias de las figuras de primera línea del Likud sostienen que en las próximas elecciones (en principio, apuntadas para finales del 2019) Naftalí Bennett recomendaría que sea Lapid quien forme Gobierno y no Netanyahu, en el caso de que se cumplan las predicciones que dicen los sondeos dos años antes. Es interesante remarcar que ya desde ahora levantan sospechas sobre quien como Bennett es en la práctica el jefe del “partido de los colonos”, la principal formación a la derecha del Likud.

El Likud y la Casa Judía de Bennett apuntan al mismo electorado. Y tanto Lapid como Avi Gabai ya han logrado meterles una espina en el medio de la garganta. Por su parte, Netaniahu insiste con definir a Lapid como un político de izquierdas. Esa es su estrategia para espantarle votos. Lapid no se cansa de desmarcarse de la izquierda y del centro-izquierda. Habla desde el centro hacia la derecha, cita a Menajem Beguin, cuenta que en el ’81 repartía calcomanías del Likud como buen hijo de su padre revisionista Tomy Lapid, y dice todo lo que le sea posible decir para empalagar los oídos de ese mismo electorado que lo marca como cercano al campo de la paz y liberal. Y de Netanyahu que no deja de intentar colgarle el sambenito de “izquierdista” a propósito, cuando bien sabe que no lo es.

Ahora, Bennet sí parece estar más cerca de Netanyahu y muy lejos de Lapid, en los papeles. Pero se trata de una ilusión óptica de la política israelí. Ambos se llaman “hermanos y ya tienen pactos políticos de ir juntos para presionar a Netanyahu tras elecciones pasadas. De apoyarse uno al otro a la hora de formar una coalición. Son buenos amigos y tienen buena química personal. Y los “hermanos” ahora distanciados, como en cualquier gran familia que se precie de tal, pueden volver a estar juntos en andanzas como las de otros tiempos. El afecto fraternal entre ambos seguiría intacto. Del mismo modo que la desconfianza de Bibi hacia los dos por igual.

Precisamente Bennett es la gran voz del gobierno en contra del proceso de paz, en contra del levantamiento de un Estado palestino y a favor de la construcción en los territorios ocupados y el ninguneo de los palestinos, empezando por la dirigencia de la ANP encabezada por Abu Mazen. Lapid dice que no piensa en temas de paz como Bennett. Y la juega de hombre de centro. Lo de Bennett no sorprende a nadie, ya que forma parte de su esencia ideológica y política. Ahora, cuando vemos que Lapid a conciencia cada vez se corre más hacia la derecha, su acercamiento a Bennett se registra en automático. Porque la relación personal entre ellos como decíamos es muy buena y de confianza. A pesar de sus diferencias ideológicas.

La óptica del Likud. Desde el vamos, el Likud ya toma en cuenta que en la próxima rueda va a tener a Lapid y a Bennett unidos en el mismo bando, frente a ellos, como principal competencia electoral.

El Likud y Bennett pelean dentro del mismo electorado, pero Lapid apunta a sumar muchos de los votos Laboristas y del centro-izquierda que votarían a cualquiera –nada mejor dicho en este caso- que pudiera terminar con la “nefasta era Bibi”, que hizo de Israel un país solo para ricos, sin paz y sin bienestar social. Todo a costa de la virtual descomposición del Laborismo, que podría ser uno de los fiascos de las próximas elecciones si el voto de centroderecha se inclina hacia Lapid y no hacia Avi Gabai. Del mismo modo que una suba de Gabai podría terminar con la buena estrella de Lapid.

La estrategia tanto de Avi Gabai como de Lapid serán decisorias. Que encuentren “piantavotos” o “atrae-votos”. Que por arte de magia pongan a algún ex General como Gaby Ashkenazi o Benny Ganz a la cabeza de sus listas o como sus segundos para que les salven los papeles. Y uno haga una buena elección, a costa del otro.