Enlace Judío México.- Ocurrió el 22 de octubre pasado, y es recurrente, aunque esta vez el impacto fue mayor que en otras oportunidades. Por uno de los tantos partidos de la Serie A italiana de futbol, el Lazio debía jugar ante el Cágliari en el estadio Olímpico de Roma, donde alterna la localía con el otro club de la ciudad, la Roma.

SERGIO LEVINSKY (*)

De hecho, Lazio tenía clausurada una tribuna, la que usa para sus hinchas, por anteriores episodios de violencia de sus ultras, los llamados “Irreducibili” (Irreductibles), que se habían comprometido a no volver a entonar cánticos racistas como los de una semana atrás con motivo de cumplir treinta años de su irrupción en los estadios italianos un 18 de octubre de 1987 ante el Pádova, pero no pudieron cumplir.

Los “Irreductibles”, entonces, decidieron ocupar la otra tribuna, la que utilizan sus adversarios de la Roma cuando son locales, y se mostraron con stickers con la foto trucada de Ana Frank con la camiseta de la Roma y la frase “Hinchas de la Roma, judíos”.

El uso de la figura de una adolescente como Ana Frank, –una de las víctimas más reconocidas del nazismo durante la Segunda Guerra Mundial, cuyo Diario recoge sus vivencias y angustias entre junio de 1942 y agosto de 1944, mientas se escondía con su familia en su casa de Ámsterdam hasta ser descubierta y deportada al campo de concentración de Bergen-Belsen, donde murió de tifus en 1945-, pudo haber marcado un antes y un después en el fútbol italiano, y especialmente con el Lazio, club cuyos ultras estuvieron siempre ligados al antisemitismo y que albergó jugadores identificados con el fascismo como Giorgio Chinaglia y Paolo Di Canio, y hasta el argentino Mauro Zárate llegó a realizar este gesto, ya en este siglo, para congraciarse con los violentos de la tribuna.

El impacto de lo ocurrido con los ultras laziales durante el partido ante el Cágliari fue total y conmovió a la sociedad italiana al punto de llegar a las más altas esferas, y el propio presidente, Sergio Mattarella, llegó a definirlo como “inhumano y alarmante”.

Los “Irreductibles” se habían comprometido ante el Niza del delantero negro Mario Balotelli por la Europa League a no entonar ningún cántico racista para evitar sanciones pero sorprendió que ocuparan la llamada “Curva Sur” de sus rivales romanos ante el Cágliari al tener clausurada la “Curva Norte” y pese a que algunos sostienen que el presidente del club, Claudio Lotito, había estado enfrentado en el pasado a los violentos, suena muy poco claro que les haya permitido entrar y pagando apenas un euro, un valor simbólico, por la entrada en cuyo billete aparecía la hipócrita frase, escrita en inglés, “we fight racism”.

Pese a que horas más tarde, conocidos y condenados los hechos, la Policía detuvo a unas dieciséis personas, tres de ellas menores de trece años (una muestra de cómo estos ultras trabajan con jóvenes a los que les llenan sus cabezas son odio), Lotito, el presidente del Lazio, minimizó la situación ante Radio Capital, al señalar que no esperaba “ninguna sanción” para su club. “No hicimos nada y al contrario, tomamos medidas para luchar contra el racismo y en todo caso son quince personas que no sabían lo que hacían”.

Algunos se encargaron de recordar que en 2002, cuando los “Irreductibles” cumplieron quince años desde su aparición, el club retiró definitivamente la camiseta con el número 12 en su homenaje y que diez años antes, en 1992, el jugador holandés Aaron Winter había vivido un calvario al ser contratado por la Lazio. “Negro y judío”, habían pintado los ultras, quienes también escribían en las paredes “Auschwitz su país, los hornos, su lugar”.

El escándalo había estallado en Italia. Antonio Tajani, titular del Parlamento Europeo en Estrasburgo, llegó a afirmar que usar la imagen de Ana Frank para insultar a otros “es algo muy grave”. El primer ministro Paolo Gentiloni, dijo que se trata de “un hecho horrible, inaceptable, y no hay que minimizarlo” y el ex primer ministro Matteo Renzi twitteó que si él fuera presidente del Lazio “haría que en el próximo partido, mis jugadores salieran a la cancha con una estrella de David tapando la publicidad en las camisetas como desagravio”.

El periodista Mario Calabresi, en el diario La Repúbblica llegó a preguntarse en un editorial “Cómo fue posible que Ana Frank haya sido considerada como una forma de ofender” y sugirió que “volvamos a colocarla en su plano, restituyámosle los valores, transformémosla en un orgullo, no la dejemos sola en manos de la ignorancia y entonces todos somos Ana Frank, entonces debe estar en todas las camisetas, debe ser parte de nuestra vida.

Cada club debería hacerle una bandera para responder sin hesitar lo que crearon los extremistas de la curva, sobre todo los que no son solo parte de una curva sino de la sociedad que se está convirtiendo en receptáculo de racismo, antisemitismo y xenofobia”.

Sin embargo, la vergüenza continuó en los días siguientes. Lotito decidió visitar una sinagoga romana acompañado de los jugadores negros del plantel, Felipe Anderson y Wallace, pero el rabino Riccardo De Segno le respondió que “no se lava todo con flores y de cara a la prensa. El deporte saca las peores pulsiones racistas”.

Lotito había llevado una corona de flores con una inscripción, “Tienes hermanos judíos” que acabó en unas horas flotando en el río Tíber luego de haber desaparecido de la entrada de la sinagoga, lo que según el diario “Corriere della Sera” pudo tratarse de “jóvenes judíos ofendidos”, pero todo estalló en mil pedazos horas más tare cuando el diario romano Il Messaggero aportó una grabación que se filtró del momento en que Lotito volaba de Milán a Roma junto al diputado demócrata Darío Ginefra y afirmaba: “¿estará el vice rabino¿ ¿Sólo estará el rabino? No valen nada. ¿Ves dónde estamos? Y el rabino y el vice rabino, en Nueva York. Vamos, haremos el sketch. ¿Te das cuenta?”.

En el fin de semana siguiente a lo ocurrido en el Lazio-Cágliari en el estadio Olímpico de Roma, la Federación Italiana de Gioco Calcio (FIGC) decidió que en todos los partidos de la Serie A se leyera un texto correspondiente al Diario de Ana Frank y otra de la gran obra de Primo Levi “Si esto es un hombre” (sobre lo ocurrido en el campo de concentración de Auschwitz) y hasta hubo un bonito gesto del delantero argentino y capitán del Inter de Milán, Mauro Icardi, que festejó un gol leyendo el Diario de Ana Frank.

Paradojas de la vida, el día del agravio en el Olímpico, Lazio había ganado 3-0 al Cágliari y los hinchas gritaron el tercer gol convertido por un negro, el congoleño Bartolomeu Jacinto Quissanga, “Bastos” y ante el Bologna, en el partido de la semana siguiente, en el estadio Renato Dallara, los ultras tuvieron que sentarse en la tribuna denominada Arpad Weisz, en homenaje a un ex jugador húngaro, judío, que participó del equipo boloñés entre 1935 y 1938 y que fue asesinado en Auschwitz.

“Muchos se olvidaron de que se trata de algo que ocurrió a millones de personas: hombres, mujeres, niños. Ancianos, que padecieron como Ana Frank. “Todo lo que se pueda hacer con los jóvenes para que esto no vuelva a ocurrir, estará bien”, sostuvo el lúcido escritor israelí David Grossman, enterado de lo ocurrido con los “Irreductibles”.

 

(*) Periodista y sociólogo argentino.

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