Sin paz no habrá vida
Sin armonía no habrá paz
Sin tolerancia no habrá armonía
Sin una cultura de la paz no habrá tolerancia
Sin una cultura humanista no habrá cultura de paz
Sin educación no habrá cultura humanista de la paz
Sin democracia no habrá educación
Sin educación habrá dependencia, guerra y dolor
Ernesto Kahan (2011)

 

 

Enlace Judío México.- Ernesto Kahan es médico, poeta, doctor honorario en literatura nacido en la Argentina. Hoy residente en Kfar Saba, en Israel.

EDGARDO KRAWIECKI EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Fue el fundador de “Médicos por la Paz” (que han trabajado intensamente en Israel, Uruguay, Chile y Bolivia), vicepresidente de “Médicos contra la Guerra Nuclear” (organización que ha recibido el Premio Nobel de la Paz en 1985) y con una amplísima trayectoria en diversos países.
También es un miembro muy activo de la IPPNW, la organización Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear.

En Israel fue durante diez años el vicedirector del Centro Médico Beilinson (actualmente Rabin), reconocido como uno de los más importantes complejos médicos en Israel. Desde 1985 hasta 1997 se desempeñó como Director del Departamento de Epidemiología y Estadística del Instituto de Salud Ocupacional en la Facultad de Medicina de la Universidad de Tel Aviv.

En los últimos años también se dedica a la literatura y tiene más de 20 libros publicados y está a punto de publicarse en España una novela “para niños grandes” que habla sobre un niño que estaba afiebrado y se lo tragó la computadora. Es presidente honorario de la Asociación de Escritores de Israel en lengua castellana (AIELC) y fue miembro del Comité y Jurado en más de 30 concursos internacionales, incluido el prestigioso CRANE Summit Siglo 21, que se realiza en Taiwán.

Poesías de su libro “Paxaporte” fueron traducidas a 11 idiomas. Su libro “Genocidio” fue traducido a tres idiomas y elegido por los festivales del Libro en Mongolia, Alemania, España, Yugoslavia y Argentina. Su libro de poesía Anti-Réquiem (2012) recibió un premio en Venezuela. Ernesto Kahan fue un autor seleccionado también en 15 ediciones del libro “Nueva Poesía hispanoamericana” por Lord Byron ediciones, una publicación en la que se encuentran los más destacados exponentes de la poesía contemporánea en castellano.

Llegó a Israel en 1976, a causa de la Dictadura de Videla en la Argentina, y comenzamos el diálogo a partir de allí.

-¿Cuéntanos cómo ha sido tu partida de la Argentina, donde ya eras un médico muy reconocido en los años 70?

– Hace cosa de dos años, di una conferencia en el senado de la Argentina. Y hay un poema mío que dice que yo me fui por la ventana. Y entonces, quien me presentaba dice: “presento aquí al Dr. Kahan que tiene un poema que dice que se fue de la Argentina por la ventana”. Entonces le contesté que efectivamente, me fui por la ventana, pero que ahora entré por la puerta grande. Si alguien me hubiera dicho en ese momento que iba a pasar una cosa así le hubiera dicho que estaba loco. Lo cierto es que en el año ’73 estaba en la Argentina como director general del Ministerio de Salud Pública, en Buenos Aires. Después hubo un cambio de gobierno y me fui a la Patagonia. Allí, en el sur argentino, estuve de profesor en la Universidad Nacional de la Patagonia, en la ciudad de Comodoro Rivadavia, en la Provincia de Chubut. Y en aquél lugar estaba como director del Hospital Regional. En aquella época había una tensión política muy grande. Estaban las tres A (Alianza Anticomunista Argentina) del maléfico López Rega. Ellos estaban manejando precisamente el ministerio de Salud de la Provincia de Chubut, donde estaba mi hospital. Y había montones de grupos guerrilleros, desde los Montoneros –ligados al Peronismo- al ERP (el Ejército Revolucionario del Pueblo), etc. Y como mi hospital era de enseñanza, al cual venían médicos de todo el país para hacer sus residencias, había muchos jóvenes. En ese momento estaba el gobierno de Isabel Perón.

Y la tensión fue muy grande cuando los militares tomaron el poder. Entonces, yo ya había decidido irme. E irme a Israel. Aunque había recibido también una invitación de la Universidad de Berkeley, en los Estados Unidos. Cuando se produjo el golpe de estado, de alguna manera aceleró mi salida de allí, obligándome a retornar a Buenos Aires. Me fui a despedir de un gobernador que había en Chubut, un capitán de navío, diciéndole que debía retomar mi trabajo en el Ministerio de Salud, ya no como director general sino como uno de los expertos en epidemiología. Y me dice: “Ay, qué pena doctor, porque lo queríamos hacer rector de la Universidad”. Le respondí que no, que muchas gracias por haberlo pensado, pero que tenía que regresar, que me estaba esperando mi familia. Y me replica: “Sí, doctor, pero antes de irse me tiene que hacer un favor. Mañana, y que sea mañana, usted me trae la lista de todos los subversivos que hay en su hospital”. Entonces yo abrí los ojos y le digo: “¿De qué está hablando, díganme? Y me conmina: “Doctor, no se me haga el inocente”. Volví a mi casa, le dije a mi mujer que hiciéramos las maletas y que nos fuéramos para Buenos Aires. Y eso es lo que hicimos. A los dos días, yo me presento en el ministerio de Salud en Buenos Aires, y cuando llegué a mi puesto de trabajo había un coronel apellidado Santi, no lo voy a olvidar nunca, que estaba como interventor del gobierno militar en ese momento y me hace una interpelación: “Quiero que usted me haga un informe día por día de todo lo que ha hecho usted cuando estuvo en la Patagonia”.

Le dije “bueno, se lo voy a hacer, vamos a ver, necesito un tiempo”. Y me fui a otro departamento del ministerio a ver si podía trabajar en mi especialidad, en la parte de epidemiología. Me dijeron que sí, que como no, y me fui por los pasillos, en un edificio que estaba frente a la Casa Rosada (la Casad de Gobierno en Argentina), en el cuarto piso, caminando, y me encuentro con un amigo. Y me dice: “¿Ernesto, qué estás haciendo aquí?”. Le digo que nada, y le conté que había venido de la Patagonia. “No”, me dice: “¡Tenés que irte urgente! Acá hay una caza de brujas impresionante. Y vos que sos judío peor todavía. Te la van a dar con todo”. Regresé a casa. Y le digo a mi mujer “mirá, nos vamos”. Y yo tenía una carta de mi madre, que vivía aquí en Israel en Beit Shean, donde mi padre era médico. Y me dice, que antes de pasar por los Estados Unidos pasara por Israel; sabiendo que quería ir primero a los Estados Unidos pero mi mamá era muy inteligente. Entonces, hicimos eso.

– ¿Cómo sientes a la Argentina 41 años después, siendo parte de la generación del exilio?

– De alguna manera nunca me fui de la Argentina, sigo estando. Ellos me fueron. En el año 1984, cuando en Argentina estaba el gobierno de Alfonsín, regresé y quería saber lo que había pasado cuando me tuve que ir en el ’76. Porque cuando pasé por Italia camino a Israel mandé una carta manuscrita renunciando a mi cargo en el Ministerio de Salud. Quise saber qué es lo que había sucedido con esa carta. Y esa carta había sido estudiada por la gente de la dictadura, y me enteré que fue rechazada la renuncia y declarado cesante por haber escrito una renuncia a mano. Y yo esa carta la conservo y me la traje para Israel.

– ¿Cómo se les ocurrió fundar “Médicos por la paz”?

– En el año 1980 yo estaba trabajando como vicedirector en el hospital Beilinson de Tel Aviv, que ahora forma parte de lo que se llama el Centro Médico Rabin. Entonces recibí una carta del inventor del famoso desfibrilador para la resucitación cardíaca, Bernard Lown, de Harvard, invitándome junto a un grupo de médicos para formar la Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear (IPPNW, por sus siglas en inglés). Porque contra la guerra nuclear no existe ningún tipo de tratamiento. Lo único que se puede hacer es prevención. Porque después que se produce una guerra atómica que cada cual haga lo que quiera porque ello no tiene solución. Se puede producir un invierno nuclear, lo que llevaría al fin de la vida sobre el planeta. Le contesté afirmativamente. Y ese fue el punto de partida, en el año 1984, cuando me invitaron para ir a Helsinki, en Finlandia, donde teníamos un congreso y a partir de allí comencé a trabajar mucho en la IPPNW”.

-¿Háblanos más de la IPPNW y del Nobel de la paz que les dieron en el año 1985?

– Al principio era una asociación pequeña. Pero en el año 1985 llegamos a ser 170.000 médicos quienes la integrábamos, en 70 países. En aquél 1985 nos dieron el Nobel de la Paz, que es un premio. Es un cheque que se puede tomar como una medalla y un diploma recibidos. Lo que no nos dieron es la paz. Por lo cual tenemos que seguir trabajando todos en todo el mundo. Lo primero que hicimos fue una campaña educativa para todos los médicos y enfermeras explicando lo que significa la guerra nuclear. Y en un segundo lugar a toda la población, que son en definitiva los pacientes potenciales. Que los médicos trabajen con los pacientes. No era algo que estaba demasiado claro. La gente tenía en su mente a Hiroshima y Nagasaki, donde había muerto el 40% de la población, pero que a los tres años ya se había recuperado formando parte de una nación poderosa y moderna como es Japón. Pero ello no es lo que va a pasar en una futura guerra nuclear, sobre todo si se va a utilizar la enorme cantidad de bombas atómicas que existen en los arsenales.

-¿Qué lograron con la campaña para la prevención de la guerra nuclear?

– De alguna manera, logramos que la entonces Unión Soviética suspendiera por seis meses sus pruebas nucleares. Teníamos la idea que si se hacen pruebas nucleares se actualiza el poderío nuclear testeándolo para ver cómo funciona. No sea cosa que como cuando uno quiere abrir una botella de vino, el vino esté totalmente agrio. Como presidente de los Estados Unidos estaba Ronald Reagan y nos entrevistamos con él. Le explicamos que la condición de la Unión Soviética era que si ellos suspendían las pruebas nucleares por medio año también debería hacerlo Estados Unidos. Los estadounidenses no lo hicieron, pero a los seis meses, al terminar ese período tuvimos una nueva reunión y los soviéticos decidieron aumentar el período sin pruebas nucleares por un año más. O sea, que fueron 18 meses. Y allí Reagan aceptó también y se congelaron las pruebas nucleares. El único país nuclear que continuó con las pruebas atómicas fue Francia. E hicimos una gran campaña en contra de las pruebas nucleares francesas en el Pacífico.

-¿Tuvieron eco también en esta tarea contra la guerra nuclear en otros ámbitos?

– Sí. Tuvimos una gran respuesta en otros grupos, como por ejemplo entre los abogados, quienes nos ayudaron a nosotros a hacerles un juicio a quienes propagaban las bombas nucleares. Otro grupo que respondió muy bien a nuestra propuesta fue el de los físicos. Y con los físicos, especialmente en los Estados Unidos y la ex Unión Soviética, se elaboraron estudios de los cuales surgió el famoso invierno nuclear, que es la mejor explicación de lo que puede suceder. Y puede suceder, absolutamente.

-¿Las campañas de ustedes y las películas de ciencia ficción no han alejado el fantasma del invierno nuclear?

-No. Primeramente, puede suceder porque las bombas ya no son de 12 o 23 kilotones como las de Hiroshima y Nagasaki. Hoy son megatones. Cada bomba de 2, 3 o 4 megatones. Hoy existen unas 15.000 bombas atómicas en unos siete países. Y el invierno nuclear puede suceder por dos razones. Una, por intención. Hoy por ejemplo estamos viviendo todas las amenazas de Corea del Norte; y puede suceder. La segunda, por error. Y todos los años se producen por lo menos 150 errores de computación en el manejo de todo este sistema de los misiles intercontinentales con cabezas nucleares.

-¿Ves una posibilidad de que hoy las grandes potencias renuncien definitivamente al uso del armamento atómico?

– Hay muchos intentos. Se han hecho dos conferencias internacionales, las llamadas Helsinki 1 y Helsinki 2. Se redujeron los arsenales a la mitad pero las bombas que se eliminaron fueron las más viejas y menos eficientes. Por lo tanto, hoy después de ello seguimos en la misma situación. Hay muchos intentos, comenzando con la ICAN que es la asociación internacional de organizaciones contra la guerra nuclear acaba de recibir el Nobel de la Paz en este 2017. Y está intentando lograr algún nuevo tipo de acuerdo, pero resulta muy difícil. Lamentablemente, lo que más se observa ahora es que en lugar de que haya menos bombas nucleares, hay un crecimiento horizontal en los países que quieren transformarse en países con capacidad y poderío atómico.

-¿Qué opinas de la política de silencio nuclear de Israel?

– No se puede hablar de la política nuclear de Israel, hay que hablar de la política atómica en el mundo. Estoy seguro de que si hubiera un acuerdo universal unánime de eliminar las bombas atómicas Israel lo aceptaría. Pero en la presente situación voy a repetir las palabras de quien fuera el presidente de Médicos para la prevención de la guerra nuclear cuando fue la Guerra del Golfo, cuando Irak lanzó 41 misiles contra Israel. Y dijo: “el hecho de que ninguno de esos misiles haya tenido armamento químico es que tenían miedo a la respuesta con bombas nucleares de Israel”.

-Háblame de la Guerra de las Galaxias…

– La guerra de las Galaxias fue un plan de Ronald Reagan para frenar a los misiles en el espacio, en la estratosfera. Ello dio origen a misiles defensivos como los Patriot estadounidenses o el Jetz (flecha) israelí. A ello lo llamaron la Guerra de las Galaxias.

-Y si vamos a la serie de la Guerra de las Galaxias, ya en el terreno de la ficción, veíamos androides médicos dotados de bases de datos que volaban de aquí para allá para dar atención médica e incluso realizar intervenciones quirúrgicas a distancia ¿Lo ves en un futuro cercano de modo similar, en la realidad?

– Ya existe todo ello. Porque cuando hablamos de la medicina del futuro estamos hablando solo de cinco o seis años más. Ya se puede hacer diagnóstico a través de computadoras, con algoritmos. Se hacen pruebas virtuales de operaciones quirúrgicas y cuando uno va al quirófano ya sabe prácticamente los resultados, con datos reales. El robot en medicina hoy existe en todos lados. En medicina cardiovascular, por ejemplo, son mejores que las manos de los cirujanos.

-¿Cómo se compatibiliza tu trabajo de escritor, literario, con la medicina?

– Con que ahora quiero ser más rebelde. Si la medicina no es humanista, no triunfa. Si la medicina no atiende al miedo, al dolor, a la angustia, si no se ocupa de la persona que está desocupada la medicina no está dando soluciones. Porque hay una relación muy cercana entre las angustias y las enfermedades físicas; crónicas. Si la poesía no fuera humana, liberadora, si no estuviera casada con la libertad, la poesía sería aire; serían palabras huecas. Hoy la literatura ocupa la mayor parte de mi tiempo.

-¿Acaso sientes que la medicina muere en la poesía?

– A mi no me costó nada pasar de médico a poeta. Al contrario. Por ejemplo, soy el vicepresidente del Congreso Mundial de Poetas y la Academia Mundial de Arte y Cultura. Además, estoy en varias asociaciones por la cultura de la paz, como el Fórum Internacional de Literatura y Cultura para la Paz o la Asociación de Poetas del Mercosur. Básicamente, trabajamos con poesía. Me levanto todos los días a las seis de la mañana para escribir. A mí la literatura me apasiona y hoy me dedico plenamente a ello.

– ¿Cuál fue el mejor poema que has leído siendo jurado en uno de los concursos de literatura?

– En primer lugar, no lo recuerdo. Hubo tantos miles y tantos buenos que no los puedo recordar. Y segundo, porque tengo cerca de 77 años.

-¿Y qué expectativa de vida pensabas cuando eras un médico joven que finalmente tendrías. Cuando se hablaba de que la medicina moderna lograría prolongar mucho tiempo más la vida humana?

– La expectativa de vida se cuenta en años y en Israel ahora es de 84 años para la mujer y de 80 para los hombres. O sea que todo lo que siga viviendo dentro de 4 o 5 años va a ser un regalo.

-¿Vamos a vivir más de 200 años como nos decía Michio Kaku, por ejemplo, cuando desde los documentales de la BBC o del canal de Historia nos hablaba de la medicina o la física del futuro?

– Estoy seguro que no.