Enlace Judío México –  La palabra hipnosis proviene de un término griego que significa “adormecer”. Es decir, es un procedimiento que consiste en inducir a una persona a la somnolencia.

SHULAMIT BEIGEL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO – En los circos por ejemplo, alguno de ustedes habrá visto a un hipnotizador sometiendo a alguien a través de la hipnosis haciéndolo o haciéndola (según de quien se trate) cacarear como una gallina. En el siglo pasado la policía recurría a la hipnosis para que los sospechosos dijeran la verdad en sus declaraciones. Cosas como estas.

Y es que la hipnosis es una condición fisiológica, que hace que una persona pueda actuar de manera inconsciente según lo que le ordene el hipnotizador. Hay que aclarar, sin embargo, que los resultados obtenidos en cada caso dependen en gran parte de la predisposición de los individuos.

A raíz de la decisión de Donald Trump de declarar a Jerusalén como la capital de Israel, pienso que estamos hipnotizados. Netanyahu si no fuese político, podría ser un hipnotizador profesional. ¿Que por qué pienso eso? pues porque logró zafarse de todas las acusaciones que están en su contra hipnotizando a los ciudadanos del país.

Para quien no lo sabe, el hipnotismo se usó en un pasado para varias cosas. ¿Vieron alguna vez en algún circo a un hipnotizador haciendo dormir al público? ¿O hasta su empelo en medicina y en psiquiatría para el alivio de diversas dolencias del cuerpo y el alma? Pues para eso sirvió la hipnosis.

En Israel sin embargo, un miembro del gobierno ha pretendido por primera vez en la historia utilizar el hipnotismo como un recurso político. A mí en lo personal, la mayoría de los políticos del mundo me hacen dormir, debido a sus aburridos discursos, y eso que no tienen intención de hipnotizarme. Los votantes en la mayoría de los países deben aguantarse despiertos los discursos políticos, pero en vez de eso se quedan dormidos por la pesadez de la oratoria electoral, abren la boca y roncan plácidamente quedando hipnotizados. Eso es así, pues durante las votaciones depositan su papeleta en las urnas casi como si estuviesen dormidos con los ojos cerrados y las manos extendidas.

Esta última semana, tanto Trump como Netanyahu decidieron cosas sin tomar en cuenta las nefastas consecuencias. Esto ha sido la negación misma de los principios en que se basa -o se basaba o debiera basarse- la democracia. Israel no es una dictadura. Aquí se vota y se opina. Pero lo mismo da que el pueblo piense de una manera u otra ya que de antemano se han preparado decisiones sobre esto o aquello.

En un país como este de auténticas instituciones libres, en que la opinión ciudadana siempre ha sido rigurosamente respetada, donde la gente elige y hace meter a la cárcel a un político si es considerado culpable, el querer hipnotizar al pueblo para que acepte tal o cual cosa es sencillamente inaudito. El hipnotismo como ustedes saben y lo dice mi biblia Wikipedia, es un sueño letárgico, producido artificialmente. El paciente pierde temporalmente el dominio sobre su propia voluntad y actúa siguiendo las instrucciones que le da el hipnotizador.

¿Qué nos ha pasado? Quisimos un proceso de paz por convicción política, porque se nos da la gana de creer que es mejor la paz con los palestinos que las continuas guerras, y sin embargo aceptamos una situación que nos lleva a lo contrario. Llegó un Trump y su amigo hipnotizador como si estuvieran en un circo… sólo le faltaba a Netanyahu la chistera y el sombrero. Dijeron esto y aquello y nos hicieron ir como sonámbulos aceptando lo que ellos pensaban. Y toda la teoría democrática, toda la ideología sobre la elección de la paz como algo prioritario, se vino abajo. Hemos dejado de obrar por nosotros mismos. Estamos impulsados por extrañas fuerzas. Nuestro juicio ya no vale nada. Estamos hipnotizados.

¿Para qué han servido tantas guerras? ¿Tantas reuniones? ¿Encuentros? ¿Acuerdos en la heroica lucha por la paz? ¿Para que saltemos por el aro que nos han indicado los políticos de turno? El hipnotismo, amigos, no debe ser utilizado como elemento político. Que los médicos hipnoticen a sus pacientes para quitarles una dolencia, pero no para que los políticos charlatanes a conciencia nos enmudezcan para que hagamos lo que ellos quieren como si estuviéramos en el año 1948 de Orwell.

Lo que pretenden políticos egoístas e interesados como Trump y Netaniahu podría ser una trampa para las voluntades y convicciones políticas de todos nosotros. Sería mejor que se dedicaran a hipnotizar a sus ricos vecinos para que los inviten a una buena cena de navidad o a un banquete de San Silvestre en el año nuevo 2018, que a venderle a los israelíes gato por liebre.

 

2. ¡Que la inocencia les valga!
Voy a decirles quiénes son los inocentes de este país de la leche y la miel.

Inocentes son los diputados de derecha, que creen en el cuento aquel de que son ellos los verdaderos amos de este país con una actitud política que no tiene en cuenta la ocupación de otro pueblo, ni las penurias del propio, como si la violencia y las guerras se hubieran acabado para siempre. Los afiliados del likud son doblemente inocentes creyendo que Bibi, el rey, los va a salvar. El rey está desnudo, fumando habanos cubanos, y fomentando el champán rosado que adora su mujer y con su partido que solo es una estupenda agencia de colocaciones. Trabajo, solo para los amigos, cómplices y entenados.

Inocentes somos los que vamos al bituaj leumi -el seguro social de Israel-, a solicitar una ayuda, confiando en que nos la darán en dos meses. Otrora funcionaba dentro de un estado de bienestar. Hoy es un dinosaurio burocrático que ni siquiera piensa en los padecimientos de los más necesitados, en un país que ya no tiene ni bienestar social ni vivienda pública, todo en nombre de un neoliberalismo de corte Tatcheriano que el “monarca” de Jerusalén tanto admira y ejercita. Puede que sean dos meses pero el bituaj leumi nunca dice de que año.

Inocentes somos los que vemos un aviso que dice: “se vende departamento barato” y esperamos que bajen los precios, que sólo suben. Los departamentos desde que ha comenzado este nuevo gobierno de Netanyahu en el 2015 ya han subido un 40%, y siguen hacia las nubes. Y ni hablar del 200 o 300% que aumentaron en la cadencia anterior, motivo por el cual toda una generación había salido a protestar en Tel Aviv en el 2011.

Inocentes somos los que todas las mañanas leemos nuestro horóscopo y salimos a la calle muy confiados de que un familiar que vive en Brasil o en los Estados Unidos nos solucionará nuestros problemas económicos. Inocentes son los que creen que muy pronto no habrá guerras y habrá un estado palestino al lado de Israel. Hace setenta años que buscamos la paz y no hay político que no haya prometido que “muy pronto” no habrá más guerras.

Inocentes somos los que creemos que casándonos vamos a reducir los gastos en este país tan caro. Por aquello de que “donde come uno comen dos”. Y que juntando tu sueldo con el mío veras como nos va mejor. O mejor ni hablar de ciertas cosas.

Inocentes son los padres de familia que confían en no tener que pagar ni un centavo por la educación de sus hijos en las escuelas. Lo de que las escuelas públicas no cuestan es cierto, pero los otros conceptos como zapatillas de marca, celular, computadora, maestro de física, etc. etc. te pegan duro. Y ni hablar ya de educación, en un país en el que a propósito, no se enseña la teoría de la evolución de Darwin en las escuelas. Como en Irán. Todo un disparate en pleno siglo XXI.

Inocentes son los que creen que con 20 mil shekels ya pueden conseguir una casa, cuando en la práctica es lo que necesitan para dos meses de alquiler, casa y comida. Después de haber vendido el auto. Inocentes son mis amigos que creen en la paz en Medio Oriente, el winner, el loto y los préstamos bancarios que les van a poder aliviar su bolsillo. ¡Qué dios se los pague!, dirán sonrientes en la lotería nacional de Israel, que junta el dinero con pala semana a semana.

En fin, todos somos una especie de Santos Inocentes en el país de las ilusiones prometidas y la leche desparramada. Y en el cual hasta hay un símbolo al respecto. Tnuva, la gran cooperativa láctea que anteriormente fue un orgullo de los logros israelíes, hoy está en manos de los chinos. Que la inocencia les valga a quienes hoy quieran seguir creyendo lo contrario.

Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.