Enlace Judío México – Una de las mayores virtudes del judaísmo es el valor tan infinito que se le da al hombre, incluso cuando ha pecado. Está determinantemente prohibido avergonzar en público a una persona, sin importar la falta que haya cometido. En la halajá existen numerosas medidas que uno debe tomar para evitar que esto suceda. La siguiente historia nos muestra la importancia de no avergonzar a las personas incluso en la intimidad.

Martín Buber. El penitente que sentía vergüenza

En una ocasión un hombre que quería purificarse de sus pecados llegó con el rabino de Roptchitz para aprender que penitencia debía cumplir. Se avergonzaba de que el rabino supiera sus pecados, sin embargo, debía descubrirlos uno por uno frente al sabio, porque de otra forma el rabino no podría decirle la forma correcta de expiación. Así que le dijo que uno de sus amigos había hecho tal o cual cosa, pero estaba tan avergonzado de ir en persona que lo había comisionado a él para ir en su lugar y descubrir la purificación de cada uno de sus pecados.

Rab. Naftali sonrió y miró directamente a la cara tensa del hombre. “Tu amigo” dijo el rabino “es un tonto. Podía sin ningún problema haber venido él mismo y fingir que fue enviado por otra persona con demasiada vergüenza de presentarse”

Fuente: Tales of the Hasidim