Enlace Judío México.- Mashad fue la primera ciudad donde aparecieron, pero éstas pronto se reprodujeron en distintas localidades para abarcar incluso a la capital, Teherán.

ESTHER SHABOT

De nuevo, como en 2009 y en otras ocasiones previas, los iraníes han salido a las calles a manifestarse contra su gobierno. Mashad fue la primera ciudad donde aparecieron las protestas, pero éstas pronto se reprodujeron en distintas localidades para abarcar incluso a la capital, Teherán. La represión de las fuerzas del orden ha sido implacable con el resultado de casi 40 muertos y un número indeterminado de lesionados. El primer reclamo de los descontentos tuvo que ver, aparentemente, con demandas económicas. En efecto, pocos días antes se había registrado una importante alza del pollo y el huevo, lo cual, se dice, colmó la paciencia de una ciudadanía harta de esperar mejorías económicas que no han aparecido por ningún lado.

Desde que hace dos años y medio el régimen encabezado por el presidente Rohani firmó el acuerdo con el G5+1 por el que abandonaba su programa nuclear bélico a fin de quedar libre de las sanciones impuestas por el Consejo de Seguridad de la ONU, se abrieron las expectativas populares de que el fin del bloqueo traería consigo la largamente esperada mejoría económica, tan necesaria en ese país, cuya juventud padece un desempleo de 35%. Sin embargo, las condiciones de vida de la mayoría siguen en los mismos términos que antes, por lo que la explicación más común acerca de las protestas es que la gente se ha dado cuenta de que los recursos se han dirigido no al desarrollo social, sino a alimentar las ambiciones imperiales de Irán mediante el financiamiento de sus intervenciones militares tanto en Yemen como en Siria e Irak, lo mismo que a fortalecer a aliados como el Hezbolá libanés. A ello se agrega la fundada sospecha de que la desmedida corrupción en los altos niveles gubernamentales ha sido un factor de peso para impedir la superación de la crisis económica vivida permanentemente por la ciudadanía de a pie.

La inconformidad con el régimen está siendo explicada, pues, fundamentalmente, por razones económicas, aunque hay que decir que a partir de la oscuridad en que se teje la política interna iraní hay otras hipótesis acerca de lo que está pasando. Expertos en el tema están señalando la posibilidad de que haya habido personajes y elementos concretos que maniobraron para desencadenar las manifestaciones. Se habla, por ejemplo, de que el expresidente Ahmadinejad, resentido por no habérsele permitido contender como candidato en las últimas elecciones, habría movilizado a sus bases de apoyo populares para prender la chispa de las manifestaciones. De igual manera, se mencionan conspiraciones armadas desde poderes clericales enemigos del Gran Ayatola Khamenei, o de los Guardias Revolucionarios en pugna con el ejército regular, o del propio Khamenei, empeñado en deshacerse de la figura del presidente Rohani por desaprobar sus políticas aperturistas que atentan contra la rigidez teocrática con la que se ha manejado el país desde la instauración de la República Islámica, en 1979. Por último, se mencionan también intervenciones foráneas armadas maquiavélicamente desde los múltiples frentes enemigos del régimen iraní —léase los países árabes sunnitas del Golfo, Estados Unidos e Israel—, quienes, presuntamente, habrían prendido la mecha de alguna forma a fin de desestabilizar al país.

En esta revoltura de intereses contrapuestos radicaría entonces la salida de las masas a las calles, por lo que es incierto qué saldrá de todo eso. Es así que aun si las manifestaciones parecen estar siendo acalladas mediante la represión violenta, no es seguro que las cosas regresen al statu quo anterior, por más que el poder omnímodo del Gran Ayatola continúe siendo la principal directriz que guíe la política interna y externa de Irán.

 

Fuente:excelsior.com.mx

 

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