Enlace Judío México / Rab. Berel Wein – Cuando el movimiento jasídico entró a la escena judía a mediados de 1700 cambió por completo el rostro del judaísmo. Entre los muchos elementos que lo distinguían se encuentra una serie de ideas y principios bien consolidados que hacían a ese pensamiento único. Si bien no eran ideas nuevas, ya que habían estado en la concepción judía desde sus inicios, el énfasis y la filosofía con las que fueron tratadas nuevamente era completamente innovador y volvieron al movimiento entre los judíos de ese momento.

Uno de los pensamientos más importantes que el jasidismo introdujo es que la maldad no necesariamente es dañina en su totalidad. Durante siglos cientos de filósofos se han preguntado ¿cómo es posible que exista la maldad en un mundo creado por D-os? Si Él es la bondad absoluta y toda su Creación es buena, ¿cómo es que existe el mal? Una de las respuestas que ha dado el judaísmo es que la maldad realmente es un error de percepción. La maldad no existe como tal es una forma imperfecta de bondad que requiere de mayor refinamiento; todas las cosas creadas son buenas, las que percibimos como malas con un trabajo espiritual bien guiado eventualmente se convierten en bondad.

El fundador del jasidismo, el Baal Shem Tov, solía decir que el mal es el asiento del bien; la bondad descansa sobre él. En otras palabras es un ingrediente necesario en el proceso de la vida humana. En lo que percibimos como malo se encuentran ocultas las raíces de numerosas llamas divinas, y de ellas si se desarrollan puede crecer la bondad. Por consecuencia, la actitud del jasidismo hacia judíos que se habían alejado de la observancia era mucho más tolerante que el resto de las posturas. Veían las chispas de bondad en aquellos considerados “malvados”.

Rabí Levi Yitzjok de Berditchev (1740-1809), uno de los grandes maestros jasídicos, fue famoso por esta habilidad. Siempre sin falta era capaz de ver la bondad en el resto de las personas y comunicárselo al sujeto, incluso en los momentos de mayor vergüenza. Por ejemplo, una historia cuenta que una vez caminando se encontró con un judío que usaba sus tefilin y su manto de oración mientras engrasaba las ruedas de su vagón. Su acompañante le dijo: “Mira a ese tonto. Se viste de piedad mientras ensucia sus manos en trabajo.”Rabi Levi Yitzjock le respondió: “Mira a ese santo. Ama tanto a D-os que usa su manto de oración y sus tefilin incluso al engrasar su vagón.”

Y como esa, hay interminables historias que muestran a rabí Levi Yitzjock defendiendo y abogando por judíos un tanto indefendibles, de los cuales sin embargo, él fue capaz de ver su bondad. No era un hombre ingenuo que creía que la gente era incapaz de ser malvada. Era un hombre que luchaba por sostener su filosofía de vida, que buscaba observar la bondad de cada individuo incluso en sus acciones equivocadas. En los Salmos, el Rey David nos dice: “Apártate del mal y haz el bien.” Esta frase usualmente es traducida como: primero deja de hacer el mal y después haz el bien. Sin embargo, rabi Levi Itzjok lo interpretó como: “Toma el mal y haz el bien con él.”

Éste fue una de los principales disputas entre los jasídicos y sus adversarios, los misnagdim. Rabi Jaim de Volozjin, uno de los principales representantes de este último movimiento, escribió fuertemente en contra de dicha concepción. Decía que desvirtuaba la idea real de lo que es la maldad en el mundo.