Enlace Judío México.- Marchamos con lluvia y con calor, con paraguas y con la transpiración agobiada, cada vez que lo consideramos necesario. Hoy el espacio de reclamo es el adecuado: los tribunales.

WALDO WOLFF

Hace tres años la muerte del fiscal Alberto Nisman fue el amargo desayuno que no elegimos. Desde entonces pasaron más cosas de las que muchos podríamos imaginar, pero hay dos sobre las que quiero poner foco en este aniversario: el pedido de justicia y la memoria.

Marchamos con lluvia y con calor, con paraguas y con la transpiración agobiada, cada vez que lo consideramos necesario. Éramos y somos muchos los que reclamábamos a la Justicia que hiciera su parte. Que saltara el cepo que Justicia Legítima le había plantado al ámbito en donde se investigaba su muerte, que frenaba además la investigación de su denuncia. Que pudiera hacer su parte. Que tuviera espacio. Y muchos los que no dudamos en hacer que ese espacio existiera, que los ámbitos judiciales dijeran lo que tenían que decir, que un juez, y no solo mediáticos testimonios, reconstruyeran el caso.

Aunque, por supuesto, hay escépticos, descreídos o sencillamente obtusos, los hechos evidenciaron la cruel realidad: la Justicia confirmó la feroz sangre fría con que armaron la escena siniestra para periodistas y familiares, y fue la Justicia la que dictaminó que al fiscal Nisman, que estaba detrás de la denuncia contra importantes hoy ex funcionarios, lo habían matado. Lo mataron como se mata a un animal, con mecánico rito lo doparon y golpearon, limpiaron la escena, hablaron de otra cosa.

No puedo escribir que estoy conforme, no puedo siquiera decir que es un alivio, porque sigo pensando en la vida que el fiscal no puede vivir y en que en ese homicidio fue también por la república. También pienso en lo que acallaron con él. En lo que se llevó.

Puedo escribir, decirme y decirles a su familia y a toda la sociedad que al menos logramos demostrar las pruebas. Que su muerte se dirimiera en la Justicia y no solo en las arenas del relato. Que el asesinato tuviera una carpeta con la obligación de explicar, de rendir cuentas, de definir detalles, de ser concretos.

Este año no hay una marcha central en el aniversario de su muerte y es lo que explica la importancia que tuvieron las marchas anteriores, y también lo relevante del indoblegable trabajo de luchar cada día con las herramientas legales para llegar a hoy, cuando logramos que con nuestro compromiso activo su denuncia se abriera. Ahora marcha la Justicia, por eso no marchamos nosotros. Por eso seguimos de cerca ese caminar, y podemos hacerlo con la frente en alto, con civismo, republicanismo y dignidad mirando al futuro.

Porque hoy el espacio de reclamo es el adecuado: los tribunales y no la calle. Y en los tribunales y los juzgados seguiré los pasos inclaudicablemente. Ahí acudiré todo lo que haga falta.

Este tercer aniversario es el aniversario en el que podemos entregarnos a su memoria, en el que por un día hacemos un paréntesis de su muerte y lo recordamos a Alberto Nisman, hombre, padre, fiscal, profesional con todas las contradicciones de todos los hombres y las mujeres. Un día de silencio. Respetuoso silencio, ese que tantos mantuvimos orgullosos honrando valores civilizados aquel 18F de 2015 mientras la ex Presidente, en una escena inolvidable, invitaba al canto por cadena nacional. Sórdido y doloroso, pero posible, porque hoy podemos hacer silencio, ya que durante tres años y no solo en sus dos aniversarios, sino los 1095 días, trabajamos, reclamamos y alzamos nuestras voces para exigir justicia.

Seguiré trabajando para que Alberto Nisman descanse en paz, para que sus hijas tengan las explicaciones que merecen, para que no nos indignemos más con las impunidades.

Que la Justicia siga en marcha es el modo en que honramos su memoria.

 

 

*El autor es diputado nacional (PRO-Cambiemos). Ex vicepresidente de la DAIA.

Fuente:infobae.com