Enlace Judío México.- El pueblo sirio ha padecido el uso de armas químicas, asedios brutales, migración forzada y, lejos del ojo público, detenciones arbitrarias, torturas y desapariciones. Gran parte de esto continúa hoy bajo la apariencia de una guerra justa contra el terrorismo, cuando la realidad es que la verdad ha sido la primera víctima de una guerra total contra todos los sirios.

GEORGE CHAYA

Hoy se habla mucho y se leen análisis perezosos indicando que Assad y sus partidarios “ganaron la guerra”. La máquina de propaganda gubernamental ha comenzado a hablar de reconciliación mientras que la máquina militar pone a los líderes comunitarios y activistas de la sociedad civil en autobuses verdes dirigidos hacia un destino desconocido, incierto y peligroso. Sin embargo, la complejidad que presentó la guerra civil siria, muestra tres hechos fundamentales que deben ser compartidos con la opinión pública:

En primer lugar, no existe la “victoria total”. Nunca habrá una “solución militar” para ese conflicto. Las fuerzas de Assad se esfuerzan aún hoy por cubrir territorios recuperados a los islamistas del ISIS. No obstante, dependerá siempre de las milicias iraníes, del Hezbolá libanés y del poder aéreo ruso para apuntalarlas. Al tiempo que en las líneas del frente donde avanza el ejército árabe sirio y las milicias chiitas enviadas por Irán, el paisaje que quedó es devastador y está fracturado por caudillos locales que buscan beneficios personales.

Se puede argumentar que a Assad no le importa, siempre y cuando mantenga un pedazo de “Siria útil” y su silla permanezca caliente en el seno de la ONU gracias a la protección rusa. Después de todo, la misión del régimen, siempre ha sido sobrevivir y dominar el país, y no traerle prosperidad y paz a la ciudadanía.

Según una nota publicada recientemente por el diario As Sharq Al-Awsat, “el precio cobrado por el régimen, sus partidarios y los islamistas de ISIS es asombroso: más de 400.000 muertos; más de 13 millones de personas heridas; la mitad de la población anterior a la guerra fue desplazada dentro de Siria o se vio obligada a emigrar; una economía reducida en más del 60%; un pueblo traumatizado y una generación de niños sin educación ni esperanza”.

En estas cuestiones mencionadas, Assad tiene una abrumadora responsabilidad por el sufrimiento del pueblo sirio, su régimen alimentó el extremismo y el terrorismo; y así, creó el espacio para que ISIS ingresara y se asentara en su territorio nacional.

Las Naciones Unidas ya han llamado la atención sobre la “devastación del mosaico sirio” y las diversas comunidades del país. Assad y su régimen son en gran parte responsables de esto, aunque sus simpatizantes afirmen lo contrario defendiendo al dictador.

El segundo punto es que Siria sólo puede encontrar la paz verdadera con la transición de Assad a un gobierno que pueda proteger los derechos de todos los sirios, uniendo al país y poniendo fin al conflicto.

Como escribió tan elocuentemente Ibrahim Al-Assil en el Washington Post: “Siria no puede estabilizarse bajo el liderazgo de Assad”. “Las instituciones sirias están rotas y destruidas; los que están a cargo de ellas piensan solo en enriquecerse a sí mismos y un régimen que ha abusado del patrocinio estatal del terrorismo no podrá recomponerlas”.

Finalmente, el odio al régimen y el deseo de un futuro mejor que empujó a millones de sirios a las calles en 2011 persisten al día de hoy, jóvenes sirios de todos los ámbitos de la vida del país sostienen que es solo cuestión de tiempo antes de que la revolución vuelva.

El tercer punto sobre los hechos, se refiere a lo que está sucediendo ahora: “la desescalada”. La comunidad internacional tiene la obligación moral de reducir y calmar la violencia en todo el país de forma definitiva. Los críticos dirán que la desescalada es un paso de la comunidad internacional hacia la normalización con el régimen, o, exactamente lo contrario: que calmar diferentes partes de Siria de distintas maneras es un paso hacia la ruptura del país.

Sin embargo, otros cuestionan si los países occidentales pueden utilizar de manera significativa la reconstrucción como palanca para forzar la transición. Después de todo, Assad -no los rusos- ha dejado en claro que “no permitirá que sus enemigos logren a través de la política lo que no lograron en el campo de batalla”.

También se argumenta que el régimen sobrevivirá con la ayuda -limitada- que puede obtener de Irán. Aunque no estaría tan seguro de ello considerando los problemas económicos del régimen iraní y el rechazo a la intervención en los conflictos regionales manifestado por miles de ciudadanos persas por la situación socio-económica que transita el país.

Estos son desafíos difíciles de contemplar, pero deben ser considerados antes que cualquier trabajo sobre la reducción de la escalada pretenda preservar la identidad siria de la integridad de su territorio nacional. Y significa que Occidente debe mantenerse firme en la posición de que solo ayudará con la reconstrucción de Siria cuando la transición política global, genuina e inclusiva esté “firmemente en marcha”.

La reconstrucción debe ir junto con la transición, y no antes. Empezar entes es apostar a perdedor, ya que Assad y su régimen permanecen en el poder. Eso sería ingenuo e ignoraría el singular enfoque del régimen sobre sí mismo, más que sobre Siria y los sirios.

Una cosa es clara, si se desea una paz justa y duradera los sirios deben ver, conocer y juzgar la responsabilidad de todas las partes por las violaciones de los derechos humanos y los abusos cometidos a lo largo de esta guerra.

La tarea a largo plazo es garantizar la rendición de cuentas por el sufrimiento que se les infligió a los ciudadanos sirios. Esta opción es la que traerá la Paz para Siria, para la región y para el mundo. En ausencia de un avance en esa dirección, la tragedia de Siria continuará y será una mancha en la conciencia de la comunidad internacional.

 

 

 

Fuente:infobae.com

 

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