Enlace Judío México – Mañana en la tarde empieza Shabat. Una de las tradiciones más reconocidas y queridas por nosotros son las velas de Shabat. En lo personal para mí las velas son de las cosas más importantes que he hecho: es el momento donde recibo el día con toda su santidad y vivo un tiempo privado con D-os.

Prender velas es recordar y agradecer que estoy viva, que tengo familia y gente que me quiere. Encender esas luces es recordar la creación del mundo que habito y amo, celebrar que su belleza excede cualquier amplitud de mi imaginación; es recordar que mi tradición lleva más de 5,000 años sobre la faz de la Tierra, luchando día a día para “escoger la vida sobre la muerte”, que la labor que dio D-os al hombre es más grande que cualquier criatura podría llegar a pedir.

Para mí las velas de Shabat significan aprender a amar la vida; aprender a conocerme. Por eso quiero compartir con ustedes una enseñanza que escuche de una morá hace un par de años. Espero les guste.

Las velas de Shabat unión entre cuerpo y alma

Ella decía que de todas las mitzvot de la Torá, la que más ayudaba a la mujer a unir la dicotomía interna entre cuerpo y alma, ángel y bestia, presente en todo ser humano, son las velas de Shabat. Ya que las velas de Shabat imitan en toda su esencia al ser humano. Al igual que el hombre su energía y su fuerza son tan grandes, que su luz lucha por escaparse hacia arriba y alcanzar el mundo que habita su Creador. Y al igual que el hombre es detenida por su naturaleza material, por los elementos que irónicamente producen su fuego.

La morá también nos enseñaba que cada una de las partes de la vela puede ser comparada con cada uno de los elementos humanos que determinan nuestras acciones. La llama representa nuestra alma, brilla en nuestro interior y está encendida de deseo y pasión. Busca con todas sus fuerzas a Su Creador e intenta escaparse de este mundo para unirse a Él. Si observamos una llama con detenimiento sin importar como la movamos siempre se dirigirá hacia arriba, lo mismo el alma del hombre que siempre se dirige hacia el Cielo.

La mecha representa nuestro cuerpo, es pesada y física, ata a la flama a sí misma para que no se escape. Nuestro cuerpo nos tienta con deseos vanos, con hambre, con celos, con sentimientos e historias de los cuales no podemos separarnos y hacen que queramos estar en este mundo. Al mismo tiempo así como la mecha es el medio a través del cual la flama se alimenta. Nuestro cuerpo es el medio a través del cual nuestra alma se expresa; sin el cuerpo no podríamos conocer este mundo, no podríamos superarnos y no podríamos elevar la Creación de D-s. De igual forma, así como al apagarse la llama quedan los restos de mecha quemada, al partir nuestra alma nuestro cuerpo se queda en esta Tierra.

El aceite o la cera es el vehículo que alimenta la flama, éste es para nosotros la Torá y sus enseñanzas. Es a través de la Torá que conocemos a D-s. Su filosofía, su ley, sus ideas es lo que nos alimenta espiritualmente; lo que le da estabilidad al fuego que se crea entre la flama y la mecha, el cuerpo y el alma. Sin la Torá nuestra existencia no tendría sentido y no podría dirigirse a D-s, así mismo sin el aceite la flama se consumiría rápidamente.

Finalmente cuando prendemos las velas de Shabat estamos recordando estas tres dimensiones del hombre. Bajamos a la Tierra la energía espiritual necesaria para crear armonía entre los tres elementos que nos conforman y poder encender una luz espiritual en este mundo. Ojalá todos podamos ser una lámpara de D-s.