Enlace Judío México.- Han pasado treinta y nueve años desde que el Ayatola Khomeini retornó del exilio y estableció la República Islámica de Irán. Bajo su liderazgo, Irán ha experimentado cambios significativos que han dejado una marca en los conceptos básicos y puntos de vista mundiales de sus líderes. Ese proceso puede ser divido en cinco períodos distinguibles por medio de los efectos que tuvieron en el discurso de la República. El logro fundamental del régimen teocrático que surgió de la revolución es su capacidad para mantener su poder. Sin embargo, la búsqueda de hegemonía regional por parte de Teherán ha creado una ola de protesta social que surgió de la brecha entre las ambiciones exteriores del liderazgo islámico y del deseo de una vida mejor por parte de la gente.

DR. DORON ITZCHAKOV

El 1o de febrero de 1979, el ayatola Ruhollah Mousavi Khomeini aterrizó en el Aeropuerto de Mehrabad ante las multitudes que aclamaban, y 10 días después él declaró el establecimiento de la República Islámica de Irán bajo su liderazgo.

El cambio traído por la Revolución Islámica liderada por Khomeini y su influencia sobre el Irán de nuestros días son indiscutibles. Ese cambio no fue nada menos de una reestructuración de identidad, valores, normas, y patrones de pensamiento en torno a la visión mundial del líder de la revolución.
Desde su establecimiento, la República Islámica ha experimentado muchos cambios enormes. Estos pueden ser divididos en cinco períodos distintos, distinguibles cada uno por sus esencias y por las marcas que dejaron en el discurso de la República.

El primer período puede ser fechado desde el establecimiento de la República hasta el fin de su guerra de ocho años con su vecino iraquí. Esta guerra, la cual causó gran pérdida de vidas y propiedades, llevó a la construcción del concepto de “auto-suficiencia”, el cual fue el producto de una sensación de aislamiento. Por el otro lado, la guerra creó el más alto escalón del actual establishment militar y de seguridad. El enfrentamiento sangriento con Irak dejó una marca en la visión mundial de altos oficiales en el ejército y los Guardias Revolucionarios y contribuyó en gran medida al establecimiento de una red de conexiones personales, como es reflejado ahora en la cadena de nombramientos en los niveles más altos de las fuerzas de seguridad.

Otro símbolo de este período tormentoso fue la supresión de elementos de oposición que no se identificaban con las políticas y prácticas dictadas por Khomeini. La primera brecha surgió no mucho después del establecimiento del régimen islámico como un resultado de la decisión de Khomeini de volverse contra los socios revolucionarios que lo habían ayudado a derrocar al sha. Los elementos de la oposición que se opusieron al camino pos-revolucionario liderado por el líder fueron sometidos a arrestos masivos, expulsión, e incluso ejecución. El puño de hierro del régimen dañó la capacidad de la oposición para influenciar ya sea los asuntos internos de Irán o su política exterior.

Poco después del final de la guerra, Irán superó el reto significativo que enfrentó con la muerte del Líder Supremo en junio de 1989. En muchos sentidos, el nombramiento de Ali Khamenei, quien carecía de las credenciales religiosas de su predecesor, fue un testamento para la supervivencia del régimen revolucionario. La medida drástica de descartar al Ayatola Hussein-Ali Montazeri, quien era percibido como el heredero más legítimo y tenía todas las credenciales teológicas, echó luz sobre el proceso pos-revolucionario de toma de decisiones. A pesar de los retos, la transición fue coronada con el éxito – no menos debido a la conexión forjada entre el nuevo líder y los Guardias Revolucionarios, quienes se volvieron su base de poder.

La segunda fase puede definirse como el “período de rehabilitación” de Irán, ya que fue durante estos años que la economía del país absorbió las consecuencias de la guerra con Irak. El estancamiento económico causado por la guerra dejó al sistema económico de Irán en una crisis tan profunda que éste retornó a los niveles de PBI de casi veinticinco años antes – o sea, a los niveles de mediados de la década de 1960. El período de rehabilitación coincidió con los ocho años del gobierno de Akbar Hashemi Rafsanjani como Presidente de Irán (1989-97). De hecho, la rehabilitación de Irán es asociada con Rafsanjani, quien delineó sus políticas y fue responsable de ponerlas en práctica.

Uno de los resultados de este período fue la transferencia de una vasta proporción de proyectos de reconstrucción y económicos a los Guardias Revolucionarios. Esto facilitó a la organización de seguridad convertirse en un conglomerado financiero y actuar como el principal tenedor de concesiones en Irán.

El renombrado académico estadounidense-iraní Ray Takeyh consideró el mandato de Rafsanjani en el cargo y concluyó que él mostró iniciativa ofreciendo caminos y agendas que plantearon la noción que las demandas prácticas deben trascender los mandatos revolucionarios. Él buscó construir un estado moderno mientras permanecía leal a los pilares esenciales de la ideología de Khomeini. Tal acto de equilibrio podría haber sido posible si Rafsanjani hubiese sido capaz de mantener buenas relaciones con el nuevo Líder Supremo. Pero, una vez que Khamenei consolidó su poder y desarrolló lazos con la facción conservadora, él surgió como un obstáculo serio para Rafsanjani.

La elección de Muhammad Khatami para la presidencia (1997-2005) abrió el tercer período, el cual fue un tiempo de cambio en el equilibrio político de poder en Irán. La era de Khatami fue nombrada “el período liberal” para reflejar su apertura en cuestiones relativas a la política exterior y relaciones con el Occidente. Su elección reflejó el deseo del pueblo iraní de alejarse de una política exterior aislacionista y destacó el descontento de la generación joven con el patrón general de la política iraní. El llamado de Khatami al “diálogo entre civilizaciones” reflejó esta percepción y fue considerado una respuesta a la teoría de Samuel Huntington de un “Choque de Civilizaciones.”

Pero, como su predecesor, Khatami careció de la base de poder necesaria para implementar las políticas que él buscaba promover. Como resultado, se debilitó su estatus. A la inversa, el establishment de seguridad – que se había vuelto un factor dominante en el proceso de toma de decisiones – ganó fuerza en coordinación plena con la Oficina del Líder Supremo.

A pesar del hecho que Khatami era considerado un reformista, estalló una ola masiva de protestas estudiantiles durante su mandato. Las protestas, las cuales comenzaron por el cierre del diario Salam (el que estaba afiliado al ala reformista), terminaron en una represión brutal. Esto elevó el resentimiento popular con el presidente, quien se había mostrado incapaz de hacer frente al establishment conservador.

La elección de Mahmoud Ahmadinejad para la presidencia en el 2005 marcó el inicio de una nueva era. El mandato del cargo de Ahmadinejad, 2005-2013, fue particularmente turbulento debido a sus políticas y declaraciones en cuestiones tanto internas como exteriores. En el nivel local, sus intentos de reemplazar los subsidios con asignaciones aceleraron la inflación, y su incapacidad para cumplir con su promesa de traer los ingresos petroleros a la mesa del pueblo iraní llevó a una caída en el apoyo popular. Aparte, su enfoque mesiánico, invocando como hizo la reaparición del Imán Oculto y representando la visión del mundo de la Sociedad Hojjatieh (Anjoman-e Hojjatieh), fue visto como un desafío por parte de los clérigos principales, incluidos algunos que habían sido sus partidarios al inicio de su mandato.

Las declaraciones abiertas de Ahmadinejad en cuestiones de política exterior sólo profundizaron la brecha entre Irán y el Occidente y sirvieron como un catalizador para las sanciones impuestas sobre él, lo cual causó la parálisis casi total de su economía. Entre los momentos más sobresalientes de su tiempo en el cargo estuvieron sus llamados a borrar del mapa a Israel, su negación del Holocausto, y su asociación con el presidente venezolano Hugo Chávez, a través de quien él pudo promover la influencia iraní en Latinoamérica.

Y sin embargo, el tiempo en el cargo de Ahmadinejad será recordado principalmente por las protestas sociales a gran escala que tuvieron lugar en Irán luego de la publicación de los resultados de la elección en junio del 2009. La sospecha de fraude electoral, y la consiguiente represión de las olas de protesta civil resultantes, causaron profunda crisis en la sociedad iraní y debilitaron las bases de la República Islámica. No es coincidencia que los líderes del Movimiento Verde (Mir Hossein Mousavi y Mehdi Karoubi) estén todavía bajo arresto domiciliario y no tengan ningún recurso para cambiar su situación, a pesar de las declaraciones de campaña del Presidente Rouhani.

El quinto período comenzó con la elección del Presidente Hassan Rouhani en el verano del 2013. En gran medida, uno puede definir la elección de Rouhani como reflejo tanto de la voluntad del pueblo como los mecanismos del régimen teocrático. Notablemente, durante el mandato de Rouhani, Irán continuó expandiendo su influencia en el Medio Oriente, poniendo a prueba la estabilidad de los regímenes del Golfo Pérsico, y desafiando la seguridad de Israel. Sin embargo, los oponentes de Rouhani, particularmente el ala dogmática conservadora y miembros principales del establishment de seguridad, critican continuamente sus políticas, incluida su exposición de indiscreciones entre los miembros de su gabinete.

En este contexto, vale la pena destacar que el segundo mandato en el cargo de Rouhani se ha caracterizado por un cambio de dirección hacia la línea dictada por los intransigentes y los Guardias Revolucionarios. Ese cambio ha sido a expensas del bienestar económico de los ciudadanos iraníes y contrario a sus proclamas de mayor libertad política y liberación de prisioneros políticos.

Por el momento, parece que los esfuerzos de Irán por expandir su influencia en la región están yendo bien a pesar del colapso de las bases de poder estatal debido al “efecto mariposa” de la “Primavera Árabe.” Teherán ha aprendido a sacar ventaja del vacío político creado en estados que experimentaban desintegración política, estableciendo su control a través de satélites tales como las milicias chiíes que están operando en su favor. El establecimiento de Hezbolá en Líbano sirvió como una fuente de inspiración para Irán y resultó, con el tiempo, en la formación de una red de milicias de combate, con el objetivo de promover un rango de intereses iraníes en distintas áreas focales. Por lo tanto no es sorprendente que fuera implementado un modelo similar después de marzo del 2003 en Irak y luego en Siria y Yemen.

Una mirada retrospectiva a los primeros treinta y nueve años muestra que el logro fundamental del régimen teocrático ha sido su capacidad de mantener su control sobre el poder frente a olas de agitación interna y los desafíos presentados por el régimen adversario, los que amenazaron la soberanía del país después de la revolución. Otro logro es la adhesión al camino del fundador de la República Islámica, la cual ha sido la pieza central de la filosofía del establishment gobernante por casi cuatro décadas. A pesar del hecho que otros países musulmanes no adoptaron las enseñanzas de Khomeini, “Velayat-e Faqih,” él tuvo éxito en hacer avanzar la influencia regional de Irán por medio de entidades satélites inspiradas por Irán – un logro importante para el régimen pos-revolucionario.

Sin embargo, la búsqueda de hegemonía regional por parte de Teherán, ha provocado una ola de protesta social que surgió de la brecha entre las ambiciones del liderazgo islámico y el deseo de la gente común de un estilo de vida más permisible. Estas expectativas se derivaron de las promesas hechas por el Presidente Rouhani que fueron reforzadas después del acuerdo nuclear de julio del 2015 (JCPOA) y la liberación consiguiente de activos iraníes mundialmente. Aunque es imposible predecir el futuro, las protestas y la subsiguiente represión brutal crearon una grieta que no puede ser ignorada entre el régimen islámico y la sociedad iraní.

 

El Dr. Doron Itzchakov es un asociado en investigación en el Begin Sadat Center for Strategic Studies y en el Alliance Center for Iranian Studies en la Universidad de Tel Aviv.

 

Fuente: The Begin-Sadat Center for Strategic Studies
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México.

 

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