Enlace Judío México – El vino ocupa un lugar misterioso en la literatura toráica y talmudica. Por un lado los profetas condenan continuamente el uso del mismo y el estado de embriaguez que produce; los rabinos advierten que un estudioso de Torá no debe excederse en su bebida y previenen sobre el peligro de ingerir vino sin comida. Sin embargo, en Mishlé (Proverbios) el Rey Salomón destaca las virtudes del vino y se refiere a esta bebida como fuente de felicidad. No es el único lugar donde el vino se muestra de forma benigna, el Cantar de los Cantares establece una relación entre el vino y el amor, David lo menciona en sus Salmos y la Torá remarca que ésta es la bebida con la que deben hacerse las ofrendas en el Mishcán y el Gran Templo.

Hasta la fecha, incluso después de los numerosos Exilios, el vino es parte medular de nuestra tradición. La santificación del Shabat debe hacerse con vino tanto al iniciar el día (kidush) como en el rezo final (havdalá); la ceremonia nupcial se lleva a cabo con vino y es uno de los elementos más importantes del seder de Pesaj (la cena de Pesaj). Con esta naturaleza dicotómica no es de extrañarse que el vino sea el personaje principal de la festividad de Purim, la celebración más misteriosa de nuestras fiestas.

Purim es la fiesta de los contrastes, se nos obliga “beber hasta no distinguir el bien del mal.” Celebramos un día que iba representar el exterminio de los judíos y se convirtió en un día de alegría y salvación. Recordamos como Hamán el malvado, el peor enemigo de los judíos fue colgado en el palo sobre el que Mordejai nuestro máximo líder iba a perecer; y por si fuera poco nos disfrazamos para descubrir nuestro verdadero ser.

Es la fiesta en el que uno confunde la izquierda con la derecha, lo recto con lo curvo, lo blanco con lo negro; la fiesta más corporal de judaísmo. La única donde se remarca con tanta fuerza la importancia de beber y celebrar con nuestro cuerpo, ya que nuestros enemigos buscaban exterminar nuestro cuerpo. Irónicamente del vino también se dice que es el elemento más corporal de la tierra, el único capaz de refinarse con el tiempo. Sin embargo, la corporalidad no es el único elemento que une a fiesta con el vino. A continuación hablaremos de los múltiples significados que ambos toman en este día.

El vino y Purim

En primer lugar el vino es mencionado varias veces en el libro de Ester, texto sagrado del cual se desprende la historia y la festividad de Purim. Aparece en los banquetes que organiza que el Rey Asuero, en la cena que tiene con la reina Esther y en el recuento final del libro donde se nos ordena beber y celebrar la fiesta de Purim. De todas las veces que aparece los Sabios del Talmud ponen un énfasis especial en las siguientes líneas: “y daban de beber vino real en abundancia” (Ester 1:7). “¿Cómo calificamos la abundancia?” preguntan Nuestros Sabios y responden que cada huésped era servido con una cosecha de vino más antigua que sus propios años de edad.

El Maharal de Praga explica la razón de este detalle: “Hay una conexión inalienable entre el vino y la persona” nos dice. “Conforme la persona envejece sus pensamientos se aclaran. Lo mismo sucede con el vino entre más años tiene, su calidad mejora.” Aunque esta comparación parezca obvia a primera vista, el Maharal realmente está hablando de una característica espiritual muy profunda del vino. De todas las cosas que existen materialmente el vino es el único que en vez de deteriorarse con los años mejora.

Por ello el vino representa el mayor refinamiento del mundo material. La Creación misma estaba pensada para ser de esta forma. Antes de que Adán tomara del fruto prohibido, las cosas físicas no decaían por su materialidad y el hombre estaba pensado para nunca morir. Así como un buen vino mejora su sabor y textura con la edad el hombre mejoraría con los años. Sin embargo, al comer del fruto, trajo la muerte al mundo e hizo que la fruta se pudiera podrir, los edificios caer y la ropa gastar. Únicamente quedó el vino como muestra de lo que el mundo pudiera haber sido. D-s dejo este recuerdo para demostrar que lo físico, lo material puede refinarse, puede hacerse eterno y espiritual.

Por ello el vino representa la esencia misma del judaísmo la unión entre el cuerpo y el alma. Lo mundano y lo eterno. Sin embargo, no sólo es su refinamiento lo que o asimila a esta unión, también lo es la forma en la que se presenta. A diferencia del aceite que oculta su potencial, que transforma la materia desde sus adentros sin mostrar su naturaleza y sin dejarse penetrar por su entorno, el vino se muestra tal cual es. Se dice de él que revela los secretos.

Esto es porque en el vino no existe la diferencia entre lo público y lo privado. El vino se muestra tal cual es desde su esencia y tiene la habilidad de revelar los secretos de las personas. En el estado de embriaguez quita todas las restricciones sociales, morales y racionales y nos permite mostrarnos tal cual somos sin ellas. El vino revela frente a nosotros mundos esenciales que nos eran desconocidos.

Esa es la idea de Purim en esta fiesta nos liberamos de las ataduras que nos envuelven día a día y nos conocemos en una dimensión nueva. No bebemos no para aturdir los sentidos sino para afinarlos hacia otra realidad, que usualmente se esconde a los sentidos mismos. Purim es la fiesta donde permitimos que nuestra esencia salga a luz, su espiritualidad es corporal, abierta al tacto, a lo físico. El día del año donde podemos ser quienes somos con plena libertad.