Enlace Judío México.-Mientras la comunidad internacional se mantiene en silencio y Naciones Unidas ha hecho muy poco por los civiles sirios, el régimen de Bashar Al Assad continúa asesinando niños en un viaje al pasado que recuerda el horror de la masacre bosnia musulmana de 1995.

GEORGE CHAYA

Con cada niño que muere, con cada acto de brutalidad que queda impune, el este de Guta se parece más a lo que Kofi Annan una vez llamó el peor crimen cometido en suelo europeo desde 1945. Eso es Gouta hoy: “la Srebrenica de Siria”.

Lo que está sucediendo en Gouta no es una operación militar de guerra. Es una masacre. Al igual que el enclave musulmán de Bosnia en 1995, el este de Gouta, en las afueras de Damasco, ha sido asediado por las fuerzas del régimen desde las primeras etapas de la guerra siria. Sin embargo, años de desgaste no han podido desalojar a las facciones rebeldes que lo controlan.

Como sucedió en Srebrenica, en Gouta se cortaron los suministros de alimentos, asistencia médica y cualquier acto de ayuda humanitaria. En 1993, la ONU designó a Srebrenica como “área segura”. El año pasado, como parte del abortado proceso de paz de Astana en Moscú, los rusos declararon el este de Gouta como una “zona de desescalada”.

Al igual que en Bosnia, nadie intentó proteger a la población civil de Gouta cuando en diciembre comenzó la ofensiva del régimen sirio después que las negociaciones fracasaron. Los ataques aéreos y los bombardeos con misiles y artillería pesada que están ocasionando un costo terrible en vidas humanas se llevan a cabo con total impunidad por las fuerzas sirias y sus aliados rusos e iraníes.

Naciones Unidas ha pedido -casi ha rogado- al presidente Assad, incluidas sus milicias aliadas lideradas por Irán, que acuerden un cese del fuego humanitario inmediato. Sus peticiones han sido ignoradas. Las súplicas de acceso de las agencias de ayuda humanitaria también han quedado sin respuesta.

La atención de las grandes potencias -los EEUU y Rusia- y actores regionales como Turquía se centra, en cambio, en un gran juego estratégico jugado sobre los cadáveres de medio millón de sirios. Sus ojos están en el control futuro de un país -a todos los efectos- dividido y partido en pedazos con zonas de influencia religiosas y sectarias.

Para la administración Trump, esto significa refrenar las ambiciones de Irán de crear un “corredor terrestre” hacia el Mediterráneo, hoy denominado: “media luna chiita” que ya se extiende desde Herat, en Afganistán, hasta el valle del Bekaa en Líbano. Para los turcos, se trata de aplastar a los kurdos. Para Vladimir Putin, se trata de poder regional. Pero para los residentes del de Guta Oriental, se trata de supervivencia. Los números y su inmoralidad cuando ellos se aplican a la vida o la muerte de seres humanos indican el mayor récord de muertos en la guerra siria por los últimos 15 días, y no hay escape para los civiles.

Más de 550 muertos y 900 heridos, cinco hospitales fuera de servicio pulverizados por los bombardeos explicitan claramente que la violencia del régimen con los civiles de Guta es implacable e insoportablemente cruel.

En Srebrenica, unos 9.000 adultos y niños musulmanes fueron masacrados en pocos días. Entre 25.000 y 30.000 mujeres, niños y ancianos bosnios fueron sometidos a desplazamiento forzado y abusados en sus derechos humanos. El Tribunal Penal Internacional (TPI) para la ex Yugoslavia decretó posteriormente que estos crímenes constituían “genocidio”.

En ese momento, todo el mundo vio cómo el ejército serbio-bosnio conducido por el general Ratko Mladic y sus grupos paramilitares denominados “Escorpiones” se acercaban rodeando a los cascos azules holandeses. La comunidad internacional sabía muy bien lo que Mladic iba a hacer, una masacre era inminente. Aun así, todos miraron hacia otro lado. Y la masacre ocurrió.

La agonía de Gouta Oriental es inadmisible bajo cualquier parámetro humanitario, tanto igual como la escena del ataque con armas químicas de 2013, en el que se usó gas sarín. Sin embargo, aunque es más lenta, igual es ignorada de manera similar.

Una vez más, los civiles, incluidos un gran número de niños, están siendo asesinados. No obstante, una vez más, las potencias occidentales y sus fuerzas desplegadas en Siria se niegan a intervenir. Una vez más, la ONU está indefensa y el consejo de seguridad se vuelve impotente ante las condiciones impuestas por la amenaza del poder de veto ruso.

“Este podría ser uno de los peores ataques en la historia de Siria, incluso peor que el sitio en Alepo. Atacar y matar sistemáticamente a los civiles equivale a un crimen de guerra por lo que la comunidad internacional debería actuar para detenerlo“, dijo Zaidoun Al-Zoabi de la Unión Independiente de Organizaciones de Atención Médica y Socorro. Sin embargo, al menos por ahora, el presidente sirio, Bashar Al Assad -al igual que Mladic en 1995- parece ser impermeable a la razón o a la presión externa.

La evidencia que implica a Assad en crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad es abundante. Aunque hasta el momento no se han presentado cargos y él continúa con la carnicería de los civiles y los niños sirios.

En noviembre pasado, el general Mladic, finalmente fue declarado culpable de genocidio en La Haya. Eso tomó 22 años. En Gouta Oriental, al igual que en Srebrenica en 1995, hoy se están cometiendo crímenes viles que podrían constituir genocidio.

Todo lo que se escriba o se diga en apoyo o en detrimento del régimen sirio deja de tener sentido. La pregunta es: ¿cuántos niños más deben morir antes de que se haga justicia en Siria?

 

 

 

 

Fuente:infobae.com