Enlace Judío México.- A diario, Belant Zulgayeva se preocupa al ver a sus nietos jugando sus juegos violentos, lo que ella llama su “pequeña guerra”. Raras veces hablan, pero corren de un lado a otro, se esconden y, ocasionalmente, se derriban unos a otros al suelo con fuerza.

ANDREW E. KRAMER

Zulgayeva es parte de un esfuerzo del Gobierno ruso por traer a casa y cuidar de niños rusos como sus tres nietos, quienes fueron criados por milicianos islamistas en el Estado Islámico, también conocido como ISIS.

Al tiempo que fuerzas de la coalición encabezada por Estados Unidos y del Gobierno sirio han capturado ciudades que habían estado bajo el control del Estado Islámico, hallaron entre los escombros unas sombrías ruinas humanas de la alguna vez exitosa campaña de reclutamiento de la organización: cientos y quizás miles de niños nacidos de o traídos con los hombres y mujeres que habían acudido en tropel a Siria para apoyar a ISIS.

Aunque Rusia, que a la fecha ha devuelto a 71 niños y 26 mujeres desde agosto, podría parecer indulgente en sus políticas, sus acciones reflejan un cálculo de seguridad obstinado: es preferible traer a los niños de vuelta con sus abuelos ahora que permitir que se críen en campamentos y posiblemente regresen como adultos radicalizados.

“¿Qué debemos hacer, dejarlos allí para que alguien los reclute?”, preguntó Ziyad Sabsabi, el Senador ruso quien dirige el programa apoyado por el Gobierno. “Sí, estos niños vieron cosas terribles, pero cuando los colocamos en un entorno distinto, con sus abuelos, cambian rápidamente”.

Los gobiernos europeos han mostrado poca compasión por los varones adultos que se unieron a ISIS.
Sin embargo, la mayoría de los países europeos, entre ellos Gran Bretaña, ha adoptado un enfoque más blando al repatriar a la mayoría de las mujeres y los alrededor de mil hijos de milicianos de la Unión Europea que pelearon en Siria.

Los analistas estiman que hasta 5 mil familiares de reclutas terroristas extranjeros están ahora varados en campamentos y orfanatorios en Irak y Siria.

Rusia y Georgia están a la vanguardia de los países que ayudan a los familiares a regresar, afirmó Liesbeth van der Heide, autora de un estudio publicado el verano pasado en La Haya.

Como admitió Sabsabi, muchos, si no es que la mayoría, de los niños que volvían estuvieron expuestos a actos terribles de violencia macabra, incluyendo papeles en videos de ejecución. Muchos niños fueron desensibilizados a la violencia a través de adoctrinamiento incesante, entrenamiento paramilitar y participación en diversos crímenes.
“Tenemos que considerar que estos niños podrían ser bombas de tiempo vivientes”, expresó Hans-Georg Maassen, director de inteligencia nacional de Alemania.

No es fácil ver de esa manera a Bilal, de 4 años, un niño con una mata de cabello quien fue devuelto a Rusia el verano pasado.

Hace ruidos de coche y empuja un juguete sobre la mesa de la cocina en el departamento de su abuela en Grozny, la Capital de Chechenia. Habla poco sobre el tiempo que pasó en Irak, señala su abuela, Rosa Murtazayeva, pero es obvio que sigue teniendo mucho apego a su padre, Hasan.

Con las fuerzas apoyadas por EU aproximándose, padre e hijo sobrevivieron como animales cazados en sótanos en Mosul. “Estaba con papá”, narró Bilal. “No había más niños”.

Luego de que fueron capturados, su padre desapareció en las prisiones iraquíes. Demacrado y sucio cuando fue hallado, Bilal ahora luce aparentemente bien. Murtazayeva indicó que el niño tiene muchos amiguitos.

Sin embargo, muchos niños guardan un silencio sombrío, a pesar de recibir terapia. Hadizha, de 8 años, fue hallada en una calle de Mosul. Su abuela la identificó por una foto posteada por un grupo de ayuda humanitaria. La niña yacía en una cuneta, con el brazo y el mentón vendados por quemaduras.

No está claro qué fue de su madre y tres hermanos, dijo la abuela, Zura, quien se identificó sólo por su primer nombre para proteger la privacidad de la menor. Cuida de Hadizha en una pequeña aldea en Chechenia.

“Le pregunté delicadamente, ‘¿qué sucedió?’, pero no quiere decir nada”, explicó Zura. “Quiero tener la esperanza de que están vivos, de aferrarme a algo. Pero ella está segura. Dice que les dispararon, pero que ella agitó las manos y dijo en árabe, ‘no disparen’, y que así se salvó”.

Hadizha pasa sus días acurrucada en un sofá, con la mirada distante y furiosa, viendo televisión. “No necesita nada más”, dijo su abuela. “No habla”.

A otros les ha ido mejor. Adlan, de 9 años, partió a Siria con su familia, pero regresó solo, entregado por rusos que trabajaban con el programa de repatriación.

En el Estado Islámico asistió a la escuela, paseó en bicicleta y jugó con otros niños que hablaban ruso, afirmó el niño. Durante la batalla en Mosul, algo estalló en su casa y murió su familia, narró.

“Dijo que vio a su madre y a sus hermanos, y que estaban durmiendo”, indicó su abuelo checheno, Eli, quien también omitió su apellido.

Al pedirle un psicólogo que hiciera un dibujo, Adlan dibujó una casa y flores, lo que se consideró como una buena señal. “Creo que lo superará”, aseguró Eli. “Aún es pequeño y tiene la memoria de un niño”.

 

 

 

Fuente:reforma.com