Enlace Judío México.- En la isla de Rügen, al noroeste de Alemania, se encuentra el Coloso de Prora: un paraíso vacacional ideado para la raza aria. Este fue el sueño de Adolfo Hitler, quien construyó aquí un complejo hotelero de 4,5 kilómetros de largo y capacidad para 20 mil nazis, quienes pasarían una temporada vacacional con vista al mar Báltico.

Planeado por la organización Kraft dur Freude (KDF) o Fuerza a través de la alegría, que se encargaba de la administración del tiempo libre de los ciudadanos de la Alemania Nazi, el hotel sería  la escapada a la playa perfecta para los cansados trabajadores, comunes y corrientes, del Tercer Reich. La KDF en su momento, alrededor de mediados de los 30, llegó a ser la agencia de viajes más grande del mundo, por lo que parecía un proyecto asequible, proyecto aprobado por Hitler personalmente, quien veía un gran futuro para el complejo.

En 1936, más de 9 mil trabajadores comenzaron la construcción de este complejo vacacional que fue inspirado por aquellos edificados por la Italia fascista de Mussolini.

El complejo fue diseñado por Clemens Klotz, quien había ganado un concurso de arquitectura para el proyecto en el que Albert Speer, el arquitecto en jefe de Hitler, presidió. Robert Ley, director de la KDF en su momento, tenía mucho interés en volver a generar un sentimiento positivo en la clase trabajadora alemana ya que había mucha problemática entorno a la imposibilidad de subir sueldos, la tendencia anti-sindicalista del partido Nazi y la insistencia del acelerado rearmamento del país, cosa que estaba generando mucho descontento social.

El brutal complejo vacacional se extiende por 4.5 kilómetros de la playa de la isla de Rügen, al noroeste de Alemania. La idea era que tuviera la capacidad de albergar hasta 20,000 vacacionistas en 10,000 cuartos y que, además, todos los cuartos tuvieran una vista envidiable al mar báltico. Mientras de un lado los huéspedes podían tener privacidad, del otro lado del pasillo habrían únicamente corredores, bodegas de servicio, y baños y regaderas comunales en cada piso. Los cuartos medían 5 por 2.5 metros cuadrados, con dos camas, un lavabo y un guardarropa.

Los planes megalómanos de Hitler para el complejo incluían una arena de conciertos capaz de albergar a las 20,000 personas hecha por el arquitecto Erich Putlitz, quien ganó el premio Grand Prix en la exposición mundial de París en 1937, dos albercas de olas, un cine y un teatro. Además, de que todo pudiera convertirse en un hospital militar en caso de que estallara alguna guerra.

Y la guerra estalló. En 1939, con la invasión alemana de Polonia, se dio inicio a la Segunda Guerra Mundial y, con ello, se detuvo por completo la construcción de Prora. Después de 3 años de trabajo, con la mano de alrededor de 9,000 empleados y el esfuerzo colectivo de prácticamente todas las compañías constructoras de la Alemania Nazi, Prora quedó abandonado. Los empleados fueron llevados a hacer armamento militar en una fábrica cercana a la isla. Ocho bloques gigantes de concreto a 150 metros de la playa quedaron abandonados desde 1939. Durante la guerra refugiados civiles alemanes de Hamburgo se alojaron en el complejo y sirvió después como campamento para las tropas invasoras de la Unión Soviética.

El complejo vacacional nunca llegó a alojar un solo huésped, ni terminó por convertirse en el soñado paraíso de Hitler para el pueblo alemán. Solamente, ahora, una curiosidad histórica que recuerda el alcance que puede llegar a tener el fascismo sobre un país. Actualmente y desde el 2013, lo que pudo haber sido el hotel más grande de la historia se convirtió en un complejo residencial de lujo en el que se pueden comprar departamentos.

 

 

 

Con informaciónde:nvinoticias.com