Enlace Judío México.- Voy a empezar esta historia sobre mi Aliá diciendo que yo jamás pensé en hacerla. Se dio de manera muy casual. De hecho, no es que yo fuera sionista o antisionista. A Israel lo veía como un lugar increíble para vacacionar y para festejar los Bar Mitzvot (13 años, de los varones judíos) de mis hijos, pero nunca se me ocurrió vivir aquí. A Alan, mi esposo, sí; desde que venimos hace 11 años a hacer el Bar Mitzvá de Joseph, mi hijo mayor, le encantó.

MERY MIRIAM LANIADO DE HARARI

Todo se desencadenó porque estábamos pasando por una situación económica muy difícil. Los últimos 5 años que vivimos en México fueron horribles. En general, siempre viví muy bien en México; en casa propia, en una muy buena zona, tenía 2 muchachas de servicio que vivían en mi casa y un chofer. Mis 4 hijos siempre fueron a escuelas privadas, pero 5 años antes de hacer Aliá de verdad nos fue muy mal económicamente hablando. Y obviamente, también teníamos muchos problemas como pareja, es muy difícil sonreírle a tu pareja cuando la escuela suspende a los niños por no pagar la colegiatura, o cuando te cortan el gas en tu casa o la luz porque no has pagado.

Negocio que poníamos, nos iba mal, nos robaban, era un fraude, no nos pagaban, todo estaba mal. Debíamos todo, colegiaturas (a pesar de que ya nos estaban dando el 75% de becas, no podíamos con el 25% de 4 colegiaturas), el mantenimiento de la casa, el gas, el teléfono, (gracias a D-os, no pagábamos renta), pero aun así, vivíamos económicamente muy, muy mal.

Mi esposo, cada vez que teníamos un problema de dinero, me decía: -“Vámonos a Israel”. Y yo me enojaba más. Una vez, de plano le dije, que si su sueño era vivir en Israel, que se fuera y a mí que ya no me molestara más con ese tema.

Un día me pidió que por favor lo acompañara a la Sojnut (Agencia Judía que se encarga de hacer todos los trámites de aquellas personas que quieren hacer Aliá) a oír información sobre la Aliá y accedí, con la condición de que si no me interesaba no volvíamos a tocar nunca más el tema. Fuimos a la cita de la Sojnut y recuerdo a la secretaria de la entrada: Sary. Yo la conocía hace 8 años antes, había sido la maestra de teatro de mi hija y me caía muy bien y cuando la vi, lo primero que le dije, era que a mí no me interesaba para nada la Aliá, que yo estaba ahí nada más para que mi esposo dejara de fastidiarme con el tema.

Después pasamos a hablar con la sheliaj de la Sojnut, que es la enviada de Israel para ayudar y asesorar a todos los que quieren hacer Aliá. Nos empezó a explicar toda la situación y la verdad, me intereso bastante cuando nos explicó que no había que pagar colegiaturas. Sonaba bastante bien. También me interesó mucho cuando me dijo que el servicio médico era público y muy bueno. No puedo negar que la propuesta me interesó bastante más de lo que yo acepté. Iba negada a la Aliá 100% y en esa cita, me convencieron al 50%, que es bastante. Pero, todavía me faltaba el convencimiento del otro 50%.

Tuvimos mucha suerte con esa sheliaj ya que de verdad ayudaba mucho a toda la gente interesada en hacer Aliá y cada lunes, en la casa del Bnei Akiva, (Bnei Akiva es el movimiento juvenil más importante del sionismo religioso en el mundo) hacían reuniones para todos los que estaban interesados en hacer Aliá. Y en esas reuniones enseñaban muchas cosas y daban muchos consejos para cómo arreglártela bien en Israel.

Éramos como 10 familias y yo conocía a 2, muy bien, porque había estudiado con ellas en la escuela y a otras las conocía de vista. Cuando llegué a la reunión, lo primero que les dije, era que yo no estaba interesada en hacer Aliá, pero que iba a ver qué tal.

Esa semana, justo debía todo lo que se puede deber.

Joseph, mi hijo mayor, que en ese entonces tenía 17 años, ya había ido a la escuela. Pasó el autobús escolar por él como siempre, y cuando iban a la mitad del camino la prefecta del autobús recordó que Joseph todavía no pagaba la colegiatura y tomó la decisión de devolverlo a su casa, sin importarle que los demás llegaran tarde a la escuela.

El autobús volvió a mi casa a dejarlo y por supuesto, no importándole la humillación por la que pasó Joseph al sentir la mirada de todos los compañeros enojados porque el camión se estaba regresando para llevarlo de vuelta a mi casa.

Cuando Joseph llegó, entró a mi cuarto llorando con todo el rostro rojo del enojo y la humillación que recién había pasado. Yo, cuando lo vi entrar así, me espanté mucho y le pregunté qué le había pasado, y cuando me explicó lo sucedido, mi enojo me superó. Llamé a la escuela para quejarme de lo sucedido, para insultarles y decirles hasta de lo que se iban a morir.

En el momento que me contestaron, colgué el teléfono sin decirles nada y volteé a ver a Alan, mi esposo, que estaba ahí y le dije:-No más, nunca más, esto no vuelve a pasar nunca más. ¡¡¡Nos vamos de Aliá!!!

Él se me quedó viendo, boquiabierto y me contestó: -“O.K., hay que empezar a hacer todos los trámites ya”.

Le pregunté a Joseph si él estaba de acuerdo en hacer Aliá, y me dijo que claro que sí, él no estaba contento en México, el año pasado lo había cursado en Baltimore, en USA y le pareció excelente idea.

Después le pregunté a Ruth mi hija, que tenía 14 años, si estaba de acuerdo, y también a ella le encantó la idea. Ella era muy sionista, porque iba a la Tnuá (organización) Bnei Akiva, que es una Tnuá muy sionista. Moisés, mi tercer hijo, tenía 12 años y cuando le pregunté, le pareció muy divertida la situación; y Jonathan, mi chiquitito, que en ese entonces tenía 7 años, era el único que no estaba contento con la Aliá, porque me dijo que le daba miedo que nos mataran los árabes en Israel y porque allá no había partidos de fútbol de su equipo preferido, que era el América.

Yo le expliqué que no tenía por qué tener miedo de los árabes, que no nos iba a pasar nada. A un amigo, que también hacia Aliá, le conté lo que pasaba y le trajo a Jonathan varios posters del América y ya con eso estaba feliz y contento de también hacer Aliá.

Al día siguiente fuimos a las oficinas de la Sojnut a decirles que estábamos ya interesados realmente en hacer Aliá. Ellos obviamente se quedaron muy sorprendidos del cambio tan drástico que dimos en una semana.

Entonces la sheliaj nos empezó a explicar más concretamente toda la situación y nos dijo que había 4 destinos en Israel en los que si te ibas a esas ciudades particularmente, recibías un apoyo económico extra por parte de la Iria (Ayuntamiento): Petaj Tikva, Ashdod, Carmiel y Kfar Saba. Yo nunca había oído de ninguna de ellas y no sabía absolutamente nada de hebreo, pero sí que la palabra Hatikva, que es el himno de Israel, significaba esperanza y que justo es lo que yo necesitaba en ese momento… esperanza. Y así elegimos la ciudad de Petaj Tikva, que significa: “Puerta de la esperanza”.

A la semana siguiente fuimos a la junta semanal de la Sojnut y, cuando les dijimos a todos que ya era segura nuestra Aliá y que ya habíamos iniciado los trámites, todos se volvieron locos de cómo tomamos tan rápido esa decisión.

 

Tomado con autorización de la autora del libro electrónico “Describiendo nuestra Aliá”, disponible en amazon.com