Enlace Judío México.-La artista Helga Weissová sobrevivió a cuatro campos de concentración: Terezín, Auschwitz, Freiberg y Mauthausen. En el primero, un gueto a 60 kilómetros de Praga donde llegó con 12 años, tuvo la oportunidad de dibujar la barbarie nazi. El Centro Sefarad-Israel de Madrid inaugura una exposición con 62 de esas pinturas y parte de su obra adulta, un retrato directo del Holocausto.

DAVID GRANDA

Helga Weissová (1929) vive en la misma casa en Liben donde nació hace 88 años, un barrio de origen industrial de Praga. El mismo donde vivió el escritor checo Bohumil Hrabal durante casi 50 años. El mismo donde la resistencia checoslovaca logró durante la Segunda Guerra Mundial su mayor éxito, el asesinato de Reinhard Heydrich, la máxima autoridad nazi en el país y planificador e ideólogo del Holocausto. Sólo seis meses antes del atentado, en diciembre de 1941, Helga y sus padres fueron deportados al gueto-campo de concentración de Terezín a 60 kilómetros de Praga. “A partir del otoño de 1941 tuvimos que llevar la estrella judía prendida en nuestra ropa. Con diez años me expulsaron de la escuela pública”, recuerda Weissová.

Su casa es modesta, pero en el salón donde hablamos reina un piano. Conserva la estrella amarilla con la palabra Jude escrita en negro, juguetea con ella sobre la mesa. “Siempre hubo un piano en esa esquina, pero este no es el mismo que tenía mi padre en los años 30”, continúa la artista checa. “Tras la guerra nos devolvieron el piso vacío. Cuando nos deportaron se llevaron todas nuestras posesiones y la casa la ocupó un alemán”. Con la invasión alemana del 16 de marzo de 1939 llegaron los edictos antijudíos. A las familias judías les impidieron ir a la escuela, al teatro, a los restaurantes. Arianizaron los negocios judíos. Confiscaron sus bienes. A la familia Weiss sólo le permitieron llegar a Terezín con 50 kilos de equipaje, y Helga rescató dos muñecas y unos crayones para pintar.

En Terezín leyó por primera vez Arbeit Macht Frei (El trabajo os hará libres), el lema nazi que daba la bienvenida a los campos de concentración alemanes enmarcado en cinismo. No era un campo al uso, sino una prisión camuflada como ciudad. Una cárcel urbana que en 1942 estaba poblada por 58.491 reclusos donde hoy viven 2.000 personas. Pintó su primer dibujo en diciembre de 1941. “Se lo pasé a escondidas a mi padre en el barracón de los hombres y él me lo devolvió después de escribir ‘Dibuja lo que ves'”, explica Weissová. Dibuja lo que ves, así se titula la exposición que presenta en el Centro Sefarad-Israel de Madrid hasta el 24 de abril y que luego viajará a Huesca. En total se exhiben más de 100 obras, incluidos trabajos posteriores a los que documentan su reclusión en Terezín. La artista checa tenía previsto asistir a la presentación, pero un percance de última hora la retuvo en Praga.

Así empezó a dibujar el Holocausto sin saberlo, y también a contarlo. Su diario (El diario de Helga. Testimonio de una niña en un campo de concentración) está publicado en español por la editorial Sexto Piso e incluye algunos de los dibujos que forman parte de la exposición. “Las condiciones eran horribles. Frío, enfermedades, confinamiento -continúa en su casa de Praga-. La mayoría de las mujeres perdían la menstruación cuando llegaban a Terezín. Yo era una niña y había tenido mi segundo periodo justo antes de llegar, luego lo perdí durante dos años. Lo recuperé unos meses pero lo perdí definitivamente en Auschwitz. Me parece un milagro que las mujeres que pasamos por campos de concentración hayamos podido tener hijos”. Más aún concebirlos durante el encierro. Durante su trasporte a Mauthausen vio cómo una mujer se puso de parto. Hace poco en Londres, durante un concierto donde se interpretaron piezas compuestas por músicos que pasaron por Terezín, poco antes de presentar la traducción inglesa de su diario, conoció a Eva Clarke, hija de Anka Bergman. El bebé que nació ese día en Mauthausen.

En el gueto había muchos artistas y se desarrolló una eficaz y clandestina vida cultural. Una delegación de la Cruz Roja visitó Terezín en junio de 1944 para verificar que se trataba de un asentamiento judío en condiciones decentes. Los alemanes montaron un Show de Truman, un auténtico decorado que escenificaba el paraíso judío en la Tierra. “Les mostraron una ciudad-balneario. Yo creo que los delegados de la Cruz Roja no quisieron ver la verdad que encerraba Terezín. Suiza no fue tan neutral como se ha dicho siempre. Se quedaron con la película que les vendieron: Der Führer schenkt den Juden eine Stadt (El Führer regala una ciudad a los judíos)”. Pero, ¿tuvieron noticias del atentado contra Heydrich en Terezín? “No sólo nos enteramos, sino que nos obligaron a hacer una tontería mayúscula: firmar los mismos papeles que se estaban distribuyendo en Praga para declarar que no habíamos sido testigos del atentado. ¡Si estábamos recluidos en un campo de concentración de tránsito!”, contesta Weissová.

El transporte a Auschwitz

Para la mayoría de los reclusos judíos, Terezín era una escala hacia los campos de exterminio orientales. De las 155.000 personas que pasaron por Terezín entre 1941 y 1945, 35.000 murieron aquí. Un total de 83.000 fueron deportadas a los campos de exterminio.

En el cuaderno original de Helga se lee anotado: “Olvida las horas de sufrimiento, pero no las lecciones que has aprendido. En memoria, Francka”. Era su mejor amiga en el gueto. Habían nacido en el mismo hospital de Praga y compartían litera. Con ella fantaseaba cómo sería su vida 14 años después, paseando entre los tranvías de Praga, con hijos. Helga lo dibujó en Terezín en noviembre de 1943 cuando cumplió 14 años. Francka murió asesinada en Auschwitz antes de cumplir los 15.

Helga llegó con su madre a Auschwitz el 4 de octubre de 1944. Las chimeneas humeaban y pensaron que eran las fábricas donde iban a trabajar. Dejó sus dibujos a su tío Josef Polák, que los ocultó detrás de un muro en los barracones de Terezín. “Nunca supimos dónde murió mi padre”, asegura la artista checa. “Salió de Terezín en un transporte a Auschwitz dos días antes que nosotras. Intentamos averiguar cómo murió, pero sólo recibimos un papel con el certificado de su muerte con la fecha de salida del transporte”. Helga estuvo diez días en Auschwitz. Tuvo la suerte de ser elegida como mano de obra esclava para montar las alas de los aviones de guerra alemanes en Freiberg, cerca de Dresde, y fue transportada en los vagones de ganado de un tren a un tercer campo de concentración. Allí trabajó con su madre cinco meses.

Todavía les esperaba Mauthausen. Llegaron en abril de 1945 en un tren de carbón, con los vagones abiertos. La guerra se acababa, el ejército alemán huía y justo dos días después de llegar dejaron de utilizar la cámara de gas y el crematorio. Cuando liberaron Mauthausen, conoció a dos españoles que cuidaron de ellas. Su madre estaba moribunda. Les dieron refugio y comida. Helga aún conserva en su casa de Praga el viejo papel donde le escribieron sus nombres: Manuel Caballero Domínguez y José Rasal Río, dos presos republicanos. “Me he preguntado muchas veces por qué he sobrevivido precisamente yo”, reflexiona.

Helga Weissová es una mujer que se mantiene recta en su surco, con carácter (cuando acabamos la entrevista nos preguntan en Praga por su proverbial temperamento). En 1993 fue nombrada Doctora Honoris Causa por el Massachusetts College of Arts por su aportación a las artes gráficas. Tras la Segunda Guerra Mundial estudió en la Academia de Bellas Artes de Praga y fue alumna del pintor y escultor cubista Emil Filla. “¿Sabes lo que me dijeron cuando me matriculé? Que tenía una visión muy pesimista de la vida”, ella, una superviviente de cuatro campos de concentración.

 

 

Fuente:elcultural.com