Enlace Judío México.- Para algunos en el escuadrón internacional de aplausos de los palestinos, las manifestaciones del “Día de la Tierra” del 30 de marzo podrían ser un punto de inflexión esperado desde hace mucho tiempo. Si las masivas protestas planificadas para la frontera de Gaza se iniciaban el viernes sin violencia, entonces, la batalla contra Israel, ya no se describiría como una que trata principalmente sobre el terrorismo.

JONATHAN S. TOBIN

En cambio, será retratada como una lucha por los derechos civiles comparable a la que se libra en los Estados Unidos contra la segregación.

Pero hay algunos problemas con esa formulación.

El primero es que la organización que planifica esta manifestación “no violenta” es Hamás, un grupo terrorista islamista, no NAACP*. La violencia es parte de la razón de ser de Hamás, por lo que no se puede esperar ni por asomo que cualquier acción asociada con el grupo esté completamente divorciada de la violencia.

El propósito de cualquier marcha en una frontera fuertemente armada donde los incidentes terroristas son un hecho regular probablemente provoque que las Fuerzas de Defensa de Israel actúen para evitar que la valla de seguridad alrededor de Gaza quede encallada. El objetivo será producir más “mártires” entre aquellos que el grupo terrorista ya usa como escudos humanos, para amargar aún más el conflicto, no para efectuar cambios.

La pregunta clave sobre estas manifestaciones no es si los esfuerzos por cruzar a Israel llevarán a un derramamiento de sangre. Lo más significativo de la manifestación del “Día de la Tierra” es su tema: “la Gran Marcha del Retorno“. El énfasis palestino en el concepto de “retorno” no es simplemente un lema de mercadotecnia; es un recordatorio de que 70 años después del nacimiento de Israel, los palestinos todavía se aferran a la idea de eliminar el estado judío.

Las protestas del Día de la Tierra se remontan a una violenta disputa sobre la expropiación del gobierno israelí de la tierra en Galilea en 1976. Los árabes poseían solo alrededor de un tercio de los bienes utilizados para fines de seguridad y asentamiento que se incautaron a cambio de una indemnización. Sin embargo, las manifestaciones que llevaron al derramamiento de sangre fueron un momento crucial en el esfuerzo interminable por resistir al sionismo. A partir de ese momento, el Día de la Tierra se convirtió en parte del esfuerzo anual para movilizar tanto a los árabes israelíes como a los palestinos en Judea y Samaria (Cisjordania) y Gaza para resistir a Israel.

Pero la noción de “retorno” es significativa porque basa las quejas de los palestinos contra Israel no en la cuestión de los asentamientos en Judea y Samaria (Cisjordania) o en el deseo de dos estados, después de los cuales obtendrían la independencia. En cambio, coloca la discusión sobre el conflicto de Medio Oriente firmemente sobre la cuestión de si Israel tiene derecho a existir en primer lugar. El retorno no es simplemente una palabra clave para eliminar el estado judío. Es una promesa hecha por los líderes tanto de Hamás como de la supuestamente más moderada Autoridad Palestina (AP): que no se hará ninguna paz con Israel que no reconozca el derecho de los descendientes de los refugiados de 1948 a regresar a sus hogares originales. En otras palabras, no hay paz mientras haya un Israel.

Tan delirante como puede ser el concepto completo de intentar deshacer las últimas siete décadas de la historia, la razón por la cual el “retorno” sigue siendo parte del léxico del conflicto es que sigue siendo una parte inextricable no solo de la política palestina, sino de la identidad nacional palestina.

Es cierto que, en ocasiones, tanto el líder de la AP, Mahmoud Abbas, e incluso Hamás han coqueteado con la noción de dos estados, en los que el nacionalismo palestino se centraría en Judea y Samaria (Cisjordania) y Gaza en lugar de en Israel anterior a 1967. Abbas incluso reconoció en un momento dado que no volverá a Tzfat, la ciudad de Galilea de donde proviene su familia.

Hamás ha dicho que estaba dispuesto a aceptar un acuerdo de paz por el cual se establecería un Estado palestino en Judea y Samaria (Cisjordania) y Gaza. Sin embargo, ambos también han continuado hablando de “retorno” como algo más que palabras falsas sobre el tema, en el que a un número simbólico de palestinos se le permitiría entrar a Israel como parte de un acuerdo. Incluso si creyera, frente a toda evidencia en sentido contrario, que a pesar de sus repetidos rechazos de las ofertas de dos estados de Israel, los palestinos quieren una solución así, están manteniendo a los refugiados en sus bolsillos para justificar la reanudación del conflicto, incluso después de que se firmara un pacto de dos estados.

Ese es un mensaje que cae en oídos sordos de aquellos que están decididos a culpar de la falta de paz al gobierno israelí.

Como ha sido el caso a lo largo de los últimos 70 años, el debate sobre cómo resolver el conflicto en los foros occidentales invariablemente se centra en Israel, mientras se ignoran tanto las intenciones como las acciones palestinas. Quienes solo desean culpar al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu o los colonos judíos hacen la vista gorda ante la ideología de rechazo detrás del “retorno”, o incluso la falta de voluntad de la Autoridad Palestina para dejar de financiar el terrorismo. De hecho, el pasaje de la Ley Taylor Force del Congreso, que vinculaba la ayuda estadounidense a los palestinos con el cese de ese financiamiento, dio como resultado que la AP anunciara que reanudaría los pagos directos a terroristas en lugar de recurrir al subterfugio de medidas indirectas.

Decidir si al Partido Fatah de Abbas o incluso Hamás le impiden aceptar la paz los refugiados, o si los esfuerzos continuos de los grupos palestinos para mantener viva la idea de un retorno en la mente de su gente, es una pregunta del tipo la gallina y el huevo. Al final, no importa si la desesperación de los refugiados (generaciones de árabes mantenidos deliberadamente en campos de refugiados en lugar de ser reasentados para mantener viva la guerra contra el sionismo) es un obstáculo mayor que la manera en que Fatah y Hamás los explotan para evitar hacer las paces.

La “gran marcha” de esta semana no trata de simbolismo o no violencia. Trata de una negativa palestina a admitir la derrota en una guerra centenaria que ya han perdido. El hecho es que mientras los palestinos sigan hablando de “retorno”, nada que simplemente se asemeje a la paz está en el horizonte.

*Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color, por sus siglas en inglés

Fuente: The Algemeiner – Traducción: Silvia Schnessel – Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudíoMéxico

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Jonathan S. Tobin es editor jefe de JNS, el Jewish News Syndicate. Síguelo en Twitter en: @jonathans_tobin.