Enlace Judío México.- Buscando un lugar para vivir.

En estos días pasados de Pésaj, la pascua judía, en que fuera de comer no se hace mucho más, me puse a revisar viejos papeles, y algunos artículos del pasado, y encontré una serie de cosas que escribí en mi diario personal estando en Inglaterra, mis impresiones acerca de sus costumbres. La verdad es que en esa época veía yo la vida allí como bellísima a pesar del frio, la lluvia y los ingleses. Les aclaro todo esto pues mis impresiones de aquella etapa de mi vida pueden parecerles medio ingenuas, y porque yo misma no veo las cosas igual.

SHULAMIT BEIGEL

La terquedad de un héroe anónimo

Recuerdo que lo que más me ha impresionado desde niña acerca de los ingleses, es su tenacidad y obstinación. He vuelto a mirar películas sobre la Segunda Guerra Mundial y es impresionante cómo los ingleses resistieron el tremendo asalto aéreo de los alemanes. Por algo que tienen los ingleses y nosotros no: Tenacidad.

No me acuerdo en que película británica, un cartero de algún pueblecito inglés se caminaba no sé cuántos kilómetros durante la guerra, para llevar información de un pueblo a otro. Y como a la mayoría de los ingleses, le gustaba hacerlo a través del campo. Un día se le apareció un enorme toro y lo atacó. El cartero se echó a correr y el toro detrás. No le quedó de otra que saltarse la cerca, pero sólo después que arrojara su bolsa de cuero con los importares documentos. Cuando abrió los ojos estaba sentado sobre un bucólico césped mientras que una joven mujer lo miraba.

-Señor, vi todo lo que pasó y casi que lo mata el toro- le dijo. A lo cual el cartero respondió: -Casi me mata todos los días desde hace varios años.

Lo dijo así nomás, modestamente, sin arrogancia, más bien con aquello que llaman “la flema británica”.

La tenacidad de Míster Cohen

Acá en Israel siempre nos quejamos de todo, del clima, del alto costo de la vida y de los vecinos, sobre todo si son árabes. Pero Binyamín Cohen, un británico judío, cuenta que pasó muchos años en la India antes de que ésta se liberara, combatiendo a unas tribus muy hostiles en la frontera con Afganistán. En sus memorias, que salieron publicadas hace unos años, cuenta que una vez cayó prisionero de un grupo de estos rebeldes, quienes le clavaron varios (creo que fueron diez) cuchillos en su espalda, por ser británico. Cuando la enfermera que lo curó le hizo el comentario acerca de lo “terriblemente doloroso” que eso tuvo que haber sido, Binyamín Cohen le respondió: “Solamente cuando tosía”.

La última y nos vamos

Desde hace varios años en Inglaterra se abren y se cierran los “pubs”, o tabernas, a veces hasta varias veces al día, supuestamente con el propósito de combatir el alto índice de alcoholismo. Pero ¡oh sorpresa! esta medida solo ha conseguido que se incremente. Si conoces a los ingleses, piensas que son tan ordenados para todo. Y lo son. Excepto cuando de alcohol se trata. Ahí pierden toda la compostura. Siempre están deseando beberse la última gota, en especial cuando ya va a cerrarse la taberna.

En Dorchester, donde he vivido algunos años, el dueño de Three kings, una taberna muy popular, me comentó en alguna ocasión que ganaba mucho más dinero en los últimos minutos antes de cerrar el lugar, que dejando el pub abierto todo el día. Lo cual me hace pensar que borracho es borracho aquí y en la China… por eso de la última y nos vamos.

En Inglaterra no somos racistas

En Inglaterra, dicen los ingleses, no existe ni la discriminación racial, ni el antisemitismo, y que además esto se debe a que los ingleses cuidan rigurosamente las normas sociales.

Una amiga mía inglesa, muy guapa, muy rubia, muy de ojos azules, me contaba que mientras trabajó en una pequeña pensión en Londres, conoció a un tipo norteamericano con el cual todas las noches mantenía en el lobby un “diálogo” muy interesante. De paso, y para que no se me olvide, debo aclararles que el hombre era negro.

Una noche se le acercó otro norteamericano, blanco, de ojos azules, rubio, que además dijo ser de Alabama, y le preguntó si no le daba vergüenza tener una relación amorosa con un negro, a lo cual mi amiga Anne respondió con un categórico No. ¿Por qué habría de darme vergüenza si hace más de tres meses que me lo presentaron debidamente?

El perro es el mejor amigo del hombre.

Mi esposo, o exesposo, Christopher (a estas alturas ya ni recuerdo lo que es) tiene una anécdota que refleja que los canes son más importantes que los hombres en Inglaterra.

En aquella época trabajaba en la revista The Economist, pero los fines de semana le gustaba viajar al interior del país que es verdaderamente bello, eso no lo puede negar nadie, verde y pastoral. Una vez, era domingo por la noche, quiso tomar el tren expreso de regreso a Londres. Cuál no sería su sorpresa cuando vio que todos los vagones estaban llenos de perros, todos sentados en los asientos, mientras se asomaban por las ventanas. Solo faltaba que estuviesen con una pipa y leyendo el periódico. Perros de todas las razas, colores y tamaños. Muy serios y callados, como los ingleses mismos, muy distintos de los canes de nuestras latitudes mexicanas. Quien haya visto la película Amores Perros, sabe a qué me refiero. Pero volvamos a la historia de Christopher.

No sabiendo qué hacer, le preguntó a un empleado que qué hacían todos esos perros ahí, a lo cual el hombre le respondió que iban a una exhibición canina en Londres. No le quedó de otra a mi esposo que subirse al tren pues a esas horas no había otro.

Todos los asientos estaban ocupados por perros. Christopher tuvo que sentarse en el suelo, en el pasillo, entre un Pastor Alemán y un Yorkshire Terrier, que tampoco habían encontrado asientos. Al igual que los ingleses humanos, los dos canes ignoraron a mi cónyuge o excónyuge y no le dirigieron ni el menor ladrido. Ni un guau.

Al llegar a Londres, cuenta Christopher, “No sé porque me sentí atraído por un poste”. Elemental Watson.

El enemigo escondido

Howard Jacobson es un escritor y periodista inglés, conocido por sus novelas humorísticas, relacionadas con la vida y costumbres de la comunidad judía en Gran Bretaña.

En The Guardian de esta semana apareció uno de sus artículos que me pareció muy interesante. Se llama “Los judíos saben lo que es antisemitismo y lo que no es. Inventarlo sería un sacrilegio”. Jacobson afirma:

“Pienso que Inglaterra es un buen país para ser judío en él, pero es como que ahora vivo a la sombra de un enemigo oculto. Hay gente a tu alrededor que odian más allá de la razón”.

Y yo modestamente añado: estamos en el siglo XXI y cada vez tenemos menos lugares para vivir.