Enlace Judío México – Israel no afirmará que está detrás del ataque nocturno en Siria, pero en el pasado admitió que atacó la base aérea T-4. La continua presencia de Irán en Siria puede provocar un enfoque agresivo israelí.

AMOS HAREL

Fue una noche agitada en el Medio Oriente. En la madrugada, aviones aún no identificados atacaron la base aérea T-4 cerca de Palmira en Siria. Poco después, los palestinos informaron de un ataque aéreo israelí en el norte de la Franja de Gaza contra un blanco de Hamas. La agitación regional continúa, y parece que Israel ya no está al margen, sino que está tomando un papel más activo en los acontecimientos.

Hubo informes de bajas en la base aérea siria. Estados Unidos negó haber realizado el ataque. Las autoridades rusas y sirias responsabilizaron a Israel y el ejército no hizo comentarios. Dos veces en el pasado, en marzo de 2017 y en febrero de este año, Israel asumió la responsabilidad de los ataques a esa base, que alberga a asesores militares iraníes. En el ataque de febrero, la Fuerza Aérea de Israel destruyó un centro de control iraní, tras la incursión de un avión no tripulado de fabricación iraní en el espacio aéreo israelí y el derribo de un avión de combate F-16 israelí.

Israel restableció las líneas rojas cuando comenzó la guerra civil siria. Anunció que actuará para impedir el contrabando de armas sofisticadas de Siria a Hezbolá en Líbano, y desde entonces los medios extranjeros atribuyeron al ejército israelí decenas de ataques aéreos contra convoyes y depósitos de armas en Siria. El año pasado, se trazó otra línea roja: el atrincheramiento militar de Irán en Siria.

Hay otros incidentes que deben tomarse en cuenta en el contexto del ataque aéreo la madrugada del lunes: el ataque químico de las fuerzas de Assad contra los rebeldes, la creciente influencia de Rusia e Irán en Siria y las señales de la administración de Trump sobre una cercana retirada de las fuerzas estadounidenses del país. Un ataque israelí, si es que efectivamente ocurrió, debe verse en un contexto estratégico más amplio.

Base aérea T-4 de Siria cerca de Homs. Foto: Google Earth
Imágenes drones iraníes y su centro de control publicadas por Israel el ataque a la base aérea T-4 en febrero de 2018. Foto: La Unidad del Portavoz de las FDI.

Justo el miércoles pasado, los presidentes de Turquía, Rusia e Irán se reunieron en Ankara, la capital turca, para una cumbre sobre los acuerdos que dividirán el poder y la influencia en Siria frente a la aparente victoria del régimen de Assad sobre sus adversarios.

Al mismo tiempo, el presidente de EE. UU., Donald Trump, manifestó su intención de retirar las fuerzas estadounidenses de Siria, aún si no se toma una decisión final y, a pesar de que algunos generales estadounidenses y asesores del presidente se oponen a esta idea. ¿Es sorprendente que el presidente Assad o alguien que le informa en la cadena de mando haya interpretado los acontecimientos recientes como una oportunidad, permitiendo al régimen masacrar a sus civiles con armas químicas para acelerar el proceso de eliminación de bolsas de resistencia al este de Damasco?

Al igual que en otros casos en los que las evidencias de la participación rusa podría avergonzar a Moscú, no está claro si Assad recibió luz verde de los rusos para actuar. Como era de esperar, Damasco y Moscú niegan totalmente que se hayan utilizado armas químicas. Y vale la pena recurrir a la regla de que “nada se debe creer hasta que el Kremlin lo niegue” (al igual que Rusia negó su participación en el intento de asesinato del ex espía Sergei Skripal en Gran Bretaña hace un mes). Con el respaldo ruso, Assad ha continuado involucrándose en asesinatos masivos de civiles por diversos medios, de vez en cuando restaurando armas químicas que sacuden brevemente a occidente de su apatía.

Debemos recordar que el pecado original es de la administración de Obama, que reconsideró las medidas punitivas contra Assad después de la primera masacre de su régimen con armas químicas en el verano de 2013. El acuerdo alcanzado en ese entonces, mediante la mediación rusa, para que el régimen sirio renuncie a sus armas no convencionales, de hecho eliminó gran parte de las armas químicas de Assad. Pero al parecer, el régimen conservó una cierta cantidad de armas químicas como el cloro gaseoso y otros medios que son menos letales.

Presencia iraní en Siria. Fuente: The New York Times

Trump no está actuando de manera diferente a su predecesor. Hace un año, ordenó un ataque con misiles contra una base de la fuerza aérea siria en respuesta al ataque químico contra Khan Sheikhoun, pero parece que en el proceso (después del elogio obligatorio de los medios), su interés en los acontecimientos en Siria, como cuestión práctica, desvaneció. Incluso si Estados Unidos realiza otro ataque punitivo en este momento, Assad sabe que puede hacer casi cualquier cosa que le apetezca, con respaldo ruso, y que los estadounidenses ya están de salida.

Estos acontecimientos tienen varias repercusiones para Israel. Refuerzan la evaluación sobre la autoconfianza de Assad y su disposición de utilizar cualquier medio para restaurar el control sobre amplias franjas del territorio sirio, un enfoque que también se verá en el futuro cercano en el sur del Golán sirio. Estos eventos también vuelven a poner en duda la decisión de detener la producción y distribución de las máscaras de gas para la población israelí.

Mucho de lo que se decidió en la cumbre de Ankara preocupa a Israel. Al parecer, Teherán recibió el apoyo necesario para continuar sus esfuerzos y establecer una presencia en Siria, incluso en lugares cercanos a la frontera con Israel. Estos son pasos que podrían acelerar los esfuerzos israelíes para contrarrestar la presencia iraní, como el primer ministro Benjamín Netanyahu y el ministro de Defensa Avigdor Lieberman han advertido.

Este es un enfoque agresivo, respaldado por el jefe de los servicios de seguridad israelíes, pero aún puede tener consecuencias, desde una salida estadounidense de Siria a una situación precaria de Israel en el país. En el norte, Israel ahora camina por una línea cada vez más fina.

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