Enlace Judío México.- Hace 40 años se estrenaba en Estados Unidos “Holocausto” la serie más controvertida de la historia.

EVA GÜIMIL

El 25 de enero de 1979 Peter Naumman, un terrorista neonazi, hizo estallar dos torres de televisión al este de Hamburgo. La finalidad del ataque era impedir que los espectadores alemanes pudiesen ver el penúltimo capítulo de la serie estadounidense “Holocausto”. El anuncio de su emisión había causado tanta controversia en Alemania que la policía se vio obligada a escoltar las bobinas desde la productora a la cadena.

La serie protagonizada por Meryl Streep y James Woods, había tenido un impacto desmedido en los espectadores, enfrentados, por primera vez y tres décadas después del final de la Segunda Guerra Mundial, a una catarsis colectiva que no llegaba desde ningún estamento político o intelectual. Llegaba a sus salones a través de una producción norteamericana convencional, como las decenas que se estrenaban cada año, como La casa de la pradera, Kung-fu o Galáctica. Un formato tan aparentemente inocuo como eficaz.

En 1977, la ABC se había marcado un hito sin precedentes con la adaptación de la novela Raíces de Alex Haley. El drama sobre la esclavitud se había convertido en un fenómeno de masas a pesar de que la cadena no confiaba en que la serialización de uno de los episodios más amargos de la historia de Estados Unidos atrajera a los espectadores. No sabiendo muy bien cómo venderla y con el fin de quitársela de encima lo antes posible, la emitieron durante ocho días consecutivos. Los resultados cambiaron la historia de la televisión norteamericana. Más de 130 millones de espectadores siguieron el último capítulo de la ominosa historia de Kunta Kinte y su familia. La mitad de los ciudadanos estadounidenses.

La NBC quiso emular el éxito de su rival y para ello eligió un guión de Gerald Green sobre el genocidio judío, que el propio autor se encargó de transformar posteriormente en un bestseller, y a Marvin J. Chomsky, uno de los directores de Raices. El 16 de abril de 1978, un año después de que Raíces alterara el panorama de la televisión, Holocausto se estrenó en la NBC. La estrategia fue la misma. La miniserie se emitió durante cuatro días consecutivos y el resultado vapuleó los ratings. La mitad de los estadounidenses siguieron las vicisitudes de la famila Weiss y descubrieron los escalofriantes detalles del suceso más perturbador de la historia moderna.

Ninguno de los horrores era sustraído. La vida en los campos de exterminio se recreaba con toda la dureza. Hombres y mujeres eran pastoreados por los guardas alemananes a las cámaras de gas. Aterrados, desnudos. Las madres trataban de ahogar con abrazos los llantos de los bebés y los ancianos se arrastraban hacia la muerte ante las risas y las burlas de los soldados alemanes, los mismos que meses antes habian sido sus amigos, sus empleados o superiores e incluso su familia.

Holocausto se inicia con la boda entre Inga (el primer papel relevante de Meryl Streep) y Karl, interpretado por un desconocido James Woods. Inga es una alemana aria y Karl el hijo mayor del matrimonio Weiss, un prestigioso médico y una pianista judíos. Poco después de la celebración se firma la Ley Antisemita de Nüremberg y se inicia la persecución de los judíos que son despojados de sus derechos y apaleados en plena calle ante la pasividad de sus conciudadanos. Inga permanece fiel a Karl y es repudiada por su familia. “Qué lástima que una alemana, aria, lista y tan guapa, se haya casado con un judío”, exclamaba uno de los asistentes a su boda. A pesar del horror que se avecina, los Weiss se niegan a huir de Alemania. “También es nuestra patria”, dice la matriarca cuando su hijo Rudi les conmina a marcharse del país. A partir de entonces cada miembro de la familia Weiss sigue un camino y a través de su diáspora nos adentramos en todos los escenarios del Holocausto.

Unos son trasladados a los campos de extermino: Auschwitz, Treblinka, Sobibor..; otros se enfrentan a los nazis en el guetto de Varsovia y algunos, como Rudi, el hijo mediano, eligen luchar como partisanos. Pero Holocausto no se limita a mostrarnos el horror desde el punto de vista de los perseguidos, también refleja cómo la mayoría de los alemanes contribuyeron activa o pasivamente al exterminio de millones de conciudadanos. Judíos en su mayoría, pero también homosexuales, gitanos, discapacitados, comunistas, polacos…

Erik Dorf, magistralmente interpretado por Michael Moriarty, representa a aquella parte del pueblo alemán que se dejó atrapar por los mensajes que vinculaban a los judíos con la destrucción de Europa. Dorf, un abogado puslilánime con vínculos afectivos con la familia Weiss, que ingresa en el ejercito sólo para obtener un puesto de trabajo, se convierte en el más fiel siervo del poder. Un funcionario eficiente, interesado únicamente en mejorar la eficacia de los campos de exterminio. Un buen soldado.“Yo siempre fui un fiel servidor del Reich. Un hombre honorable que no hizo nada más recibir órdenes”, le dice a su mujer cuando empieza a vislumbrarse el fin del Reich.

Los personajes ficticios se mezclan con los reales. Los Weiss y los Dorf se entrecruzan con Adolf Eichmann y Heinrich Himmler de la misma manera que las verdaderas imágenes de los campos aparecen en la pantalla como documentos que manejan los propios nazis. Las imágenes, de extrema dureza, conmocionaron a los espectadores de medio mundo. Millones de personas tomaron conciencia por primera vez de lo que había significado el genocidio.

El papel de Inga fue el primer éxito de una por entonces desconocida Meryl Streep. El papel llegó en el peor momento su vida, cuando su pareja, el actor John Cazale, estaba gravemente enfermo. Meryl habría preferido quedarse en Nueva York con John, pero necesitaban el dinero para pagar las facturas médicas y John no podía trabajar. Nunca más volvería a ponerse delante de una cámara, falleció un mes antes de que Holocausto llegase a las pantallas.

 

Es imposible ver la interpretación de Meryl, el desgarro con el que Inga se despide de Karl sin pensar en el dolor real que estaba sufriendo la actriz. El papel de Inga la hizo inmensamente popular. Hasta aquel 16 de abril de 1978 había sido una actriz anónima, al día siguiente del estreno un hombre le gritó ” ¡Eh, Holocausto!” desde un coche. Su vida no volvió a ser la misma. Gracias a Inga ganó el primer premio relevante de su carrera, el Emmy a la mejor actriz principal. No fue a recogerlo.

Junto a Streep y Woods completaban el elenco otros jóvenes actores como Joseph Bottons y Tovah Feldshuh y veteranos como Rosemary Harris, San Wannamaker, David Warner y Iam Holm, el tierno Bilbo Bolson interpretaba al feroz Himmler.

Pero así como Raíces había sido alabada por todos, muchos espectadores se mostraron críticos con Holocausto. En Estados Unidos, los supervivientes del genocidio consideraron que el formato serie con su estilo melodramático, su música excesivamente sensiblera y sus pausas publicitarias banalizaba los sucesos reales, probablemente tuviesen razón, pero ningún documental por riguroso que fuese habría tenido semejante penetración social ni habría despertado tantas conciencias.

En la República Federal Alemana, sin embargo la mayoría de las protestas vinieron de la extrema derecha que a falta de un Twitter que les permitiese canalizar su odio, recurrió a las bombas para mostrar su disconformidad. La emisión de la miniserie produjo un cambio radical en la percepción pública de los hechos. El tercer canal al que había sido relegada para minimizar su impacto (aunque a pesar de ello fue vista por más del setenta por ciento de los espectadores), recibió miles de cartas y llamadas telefónicas y se abrió un espacio de discusión que había permanecido sellado desde el final de la Segunda Guerra Mundial. El eco de Holocausto llegó incluso al parlamento donde por primera vez se habló contra prescripción de los delitos cometidos por los nazis.

El periódico Der Spiegel escribió: “Por primera vez se menta la soga en la casa del verdugo”. Günther Rohrbach, ex -director de programación de la cadena pública también valoró su importancia: “Significó un cambio de época en la televisión alemana. Durante mucho tiempo tuvimos miedo de mostrar fuertes emociones en la televisión porque las emociones habían sido manipuladas en el pasado. Nos dimos cuenta de que solo se llega a las personas cuando se las toca emocionalmente.

Ni Holocausto ni Raíces fueron concebidas como elementos didácticos, sólo como captadoras de un público masivo, pero ambas demostraron el poder de la televisión, especialmente en una época en la que todavía no existía la fragmentación de las audiencias.

Cuarenta años después de ámbas, pocos documentales, ensayos u obras de ficción sobre la esclavitud o el Holocausto han alcanzado la penetración de ambos productos. Y España no fue una excepción. Con la transición dando sus primeros pasos, Holocausto se estrenó el 22 de junio de 1979 en el espacio Grandes relatos que había albergado tanto Raíces como otras producciones importantes como Hombre rico, hombre pobre, Yo, Claudio o Capitanes y reyes. “Llega Holocausto con su polémica” tituló ABC su crónica sobre la serie.

El 29 de junio, tras el último capítulo, se emitió un coloquió en el que intervinieron el periodista y diputado de UCD, Luis Apostúa; Reinhard Spitzy, antiguo nazi y secretario del ministro de Asuntos Exteriores de la Alemania nazi Von Ribbentrop; el periodista Eduardo Haro Tecglen y Manuel Piedrahíta, corresponsal de TVE en la República Federal de Alemania. Hoy los TT generados por un debate así provocarían que Twitter tuviese que alquilar servidores extra.

A pesar de que su estreno tuvo lugar un año después de su adquisición, según ABC por las presiones de embajadas extranjeras que trataban de impedir su emisión, la audiencia, al igual que había sucedido en el resto del mundo, se rindió ante ella. Fue la serie más exitosa del año, protagonizó inumerables artículos y ganó el TP de Oro a la Mejor Serie Extranjera.

La audiencia total de Holocausto en todo el mundo superó los 500 millones de espectadores.

Esta semana trascendía que según un estudio realizado por «The Conference on Jewish Material Claims Against Germany» uno de cada cinco estadounidenses jóvenes no ha oído hablar nunca del Holocausto. Un 22% de los llamados “milenial” desconocen el episodio más dramático del Siglo XX. Con esos datos no podemos dejar de pensar que tal vez sería una buena idea que alguna gran cadena le diese una nueva oportunidad a la familia Weiss. Porque ellos y no los Stark son la familia más desgraciada de la televisión y sus enemigos no eran dioses de fuego o dragones de hielo, eran sus iguales.

 

 

 

 

Fuente:revistavanityfair.es