Enlace Judío México – Aunado a la humillante derrota, Siria perdió los Altos del Golán y Egipto perdió su Península del Sinaí, por lo que tanto en la población árabe como en sus respectivos gobiernos abundaba el coraje y una arraigada inconformidad. Pero en 1973 los enojados países vencidos se unieron, se organizaron y lanzaron un gran golpe en el día menos esperado, era Yom Kipur y el ejército israelí no estaba en lo más mínimo preparado. El desastre estaba por iniciar.

La guerra de 1967 representó para los países árabes una humillación total, pues después de meses de alardeo y provocaciones, el ejército de Israel venció a sus enemigos, demostrando una soberbia superioridad militar.

Los inicios de la década de los 70 eran para el Medio Oriente un momento de tregua, pues aquella impactante guerra de 1967 había dejado muchos temas por analizar.

Gamal Abdel Nasser, quien había incitado a toda la población árabe a movilizarse contra el Estado judío, ahora, era un líder avergonzado y sin salud, pero tremendamente querido. El 28 de septiembre de 1970 Nasser sufrió un ataque cardiaco y su muerte causó en todo Egipto un duelo masivo. Cinco millones de personas acudieron a su funeral.

Con la muerte de Nasser, Anwar el Sadat subió al poder. A diferencia del resto de los mandatarios árabes, Sadat comenzó a hablar sobre acuerdos de paz, pedía a Israel que devolviera la Península del Sinaí que el ejército israelí había logrado conquistar tres años atrás, sin embargo, el gobierno israelí no tenía el más mínimo interés de negociar.

A diferencia de Egipto, Siria no hablaba de paz, su líder Hafez Al Asad había iniciado un plan de rearme, y su único objetivo era recuperar militarmente los territorios perdidos.

A pesar de que Egipto y Siria estaban optando por estrategias distintas, ambos países compartían el mismo deseo: Egipto quería la Península del Sinaí y Siria quería los Altos del Golán. La derrota de la guerra de 1967 había provocado tanto en Siria como en Egipto una crisis económica catastrófica pero sobre todo, un colectivo sentimiento de derrota y humillación urgente de erradicar. Así que los planes comenzaron y esta vez el ataque para el Estado de Israel sería simultáneo, organizado y letal.

Pese a la motivación de los países árabes por entrar en guerra, la Unión Soviética ya no mostraba el mismo entusiasmo por el conflicto árabe-israelí, pues la última guerra le había causado pérdidas económicas que no quería repetir. En octubre de 1972, Sadat le expresó a su consejo supremo de las fuerzas armadas que estaría dispuesto a entrar en guerra con Israel aún sin el apoyo de la Unión Soviética. Fue muy claro cuando dijo: “Estoy dispuesto a sacrificar a un millón de soldados egipcios para recuperar la Península del Sinaí”.

Decepcionado y frustrado por la falta de apoyo, Sadat expulsó a los asesores soviéticos que colaboraban con el ejército egipcio; si iba a haber una guerra, el ejército de Egipto estaría conformado sólo por soldados entregados y plenamente comprometidos.

Los generales militares egipcios que habían sido responsables por la derrota en la guerra de 1967, fueron destituidos y reemplazados por militares más competentes. Finalmente, la ayuda soviética llegó, se trataba de tanques, armamento, aviones, misiles guiados, se trataba de todo lo necesario para lograr un ataque y restaurar el orgullo dañado.

La inteligencia israelí se enteró de los planes de ataque de sus vecinos países árabes. Ashraf Marwan, yerno del ex presidente de Egipto Gamal Abdel Nasser colaboraba para el Mossad e informó que el ataque egipcio se llevaría a cabo el 15 de mayo. Asumiendo el esfuerzo y costo económico necesario el ejército israelí se movilizó para estar preparado, pero el ataque egipcio simplemente no llegó.

El 25 de septiembre el rey Hussein de Jordania voló a Tel Aviv para advertirle a la Primer Ministra Golda Meir que Siria y Egipto tenían planes para atacar a Israel, pero la información fue subestimada, pues Golda supuso que Egipto no tenía el apoyo soviético y sin este fundamental apoyo, poco podría hacer el ejército egipcio por sí solo.

Un día antes de que estallara la guerra, el comandante Ariel Sharon ordenó sacar fotografías aéreas a las posiciones militares egipcias y sirias, el resultado fue escalofriante: el ejército egipcio estaba mucho más organizado y armado de lo que los israelíes hubieran esperado. Las fotografías aéreas mostraban una gran concentración de misiles tanto en El Cairo como en Damasco, fotografías en las que se veía un vasto armamento en perfecto estado y listo para ser utilizado.

Ante la sorpresiva noticia, la Primer Ministra Golda Meir, el Ministro de defensa Moshe Dayan y el jefe de Estado Mayor David Elazar, se reunieron en una junta organizada de último momento. Eran las 8:00 de la mañana del día más sagrado del calendario judío, Yom Kipur, pero había una emergencia que atender, pues estaba en peligro todo, absolutamente todo el territorio del Estado de Israel.

En la reunión de emergencia, Moshe Dayan decía que no había certeza de ninguna guerra y que en todo caso, el Canal de Suez era la mejor defensa, pues actuaba como obstáculo natural para los tanques egipcios. Dayan argumentaba que aunado a las toneladas de agua del canal, se sumaban altos bancos de arena que resultaban para cualquier tanque imposibles de atravesar. Estos bancos de arena habían sido elaborados por el ejército israelí y muchos de ellos alcanzaban 18 metros de altura; Dayan consideraba que aquella barrera constituía para Israel una defensa segura.

Por su parte, David Elazar, jefe de Estado Mayor se mostraba más temeroso y proponía un ataque preventivo sobre el ejército egipcio, pero Golda no podía actuar, el Presidente de Estados Unidos Richard Nixon, había sido muy claro con ella cuando le dijo que no habría apoyo americano si Israel efectuaba un ataque preventivo, así que Golda fue contundente: “Muy pronto podremos estar necesitando la ayuda de Estados Unidos, no haremos ningún ataque, pues de hacerlo, no recibiremos ayuda de nadie”.

La sospecha sobre el ataque árabe era una información privilegiada que sólo circulaba por los altos mandos, pero el resto del país, tanto civiles como la mayor parte de los soldados israelíes, se encontraban ayunando o rezando, desconociendo por completo la amenaza que estaba por venir. Seis horas después de esa reunión de emergencia la guerra inició, tomando al ejército del Estado de Israel por completa sorpresa, pues eran bombas que no caían en un día cualquiera.