Enlace Judío México.- Adam Armoush es un árabe israelí de 21 años de edad que, en una salida reciente en Berlín, se puso un yarmulke para probar la aseveración de un amigo que era inseguro hacerlo en Alemania. El martes él fue atacado a plena luz del día por un refugiado sirio que lo azotó con un cinto por ser “yahudi” —judío en idioma árabe.

BRET STEPHENS

El episodio fue captado en video y ha causado un escándalo nacional. Heiko Maas, el ministro del exterior, tuiteó, “Los judíos nunca más se sentirán amenazados aquí.”

Es una promesa que probablemente no será cumplida. En Berlín hubo cerca de 1,000 incidentes antisemitas solamente el año pasado. Un partido neo-fascista, Alternativa para Alemania, tiene 94 bancas en el Bundestag. El jueves pasado, un par de raperos alemanes ganó un prestigioso premio musical, dado en gran parte sobre la base de las ventas, por un álbum en el cual se jactan de tener cuerpos “más definidos que los prisioneros de Auschwitz.” La ceremonia de premiación coincidió con el Día de Recordación del Holocausto.

Ser judío — al menos visiblemente judío — en Europa es vivir en tiempo prestado. Eso no es dudar de la sinceridad y buena voluntad de Maas u otros líderes europeos que se vuelven a comprometer con combatir el antisemitismo cada vez que un judío europeo es asesinado o una institución judía es atacada. Es sólo dudar de su capacidad.

Hay un límite para cuantos guardias armados pueden ser desplegados en forma indefinida para proteger o impedir que los monumentos del Holocausto sean profanados. Hay un límite, también, para tratar de curar la intolerancia con llamados serios a la tolerancia. El gobierno alemán está meditando una propuesta para requerir que los arribos recientes en el país visiten campos de concentración nazis como una forma de engendrar un sentimiento de empatía por los judíos. A nadie parece ocurrírsele que, para el antisemita virulento, Buchenwald es una fuente de inspiración, no vergüenza.

Todo esto viene a la mente cuando Israel conmemora esta semana (en el calendario hebreo) el 70o aniversario de su independencia. Hay muchas razones para celebrar la fecha, muchas de ellas nobles: un renacimiento para la civilización judía; la creación de una democracia liberal luchadora en un vecindario despótico; el rescate ecológico de una tierra una vez desolada; el fin de 1,878 años de exilio.

Pero hay una razón más básica. Los judíos no pueden depender para su seguridad de la amabilidad de extraños, menos de todos los políticos franceses o alemanes. Theodor Herzl vio esto con el Caso Dreyfus y fundó el Sionismo moderno. La Europa pos-Hitler todavía está lejos de caer en lo que hace a sus actitudes hacia los judíos, pero la tendencia es clara. La cuestión es el ritmo.

Por eso Israel: su ejército, bomba, y voluntad firme de usar la fuerza para defenderse. Israel no entró en existencia para servir como otra exhibición de la victimización de los judíos. Existe para terminar la victimización de los judíos.
Ese es un punto que los críticos incansables de Israel podrían soportar aprender. El viernes, los palestinos en Gaza regresaron por cuarta vez al cerco fronterizo con Israel, en protestas promovidas por Hamás. El propósito explícito de los líderes de Hamás es romper el cerco y marchar sobre Jerusalén. Israel no puede permitir esto — hacerlo crearía un precedente que alentaría protestas similares, y más muerte, junto a todas las fronteras de Israel — y ha usado repetidamente fuerza letal para contrarrestarlo.

Los soldados de escritorio de la erudición occidental piensan que esto es excesivo. Sería útil si ellos pudieran sugerir tácticas militares alternativas a un gobierno israelí que está lidiando con una crisis urgente contra un adversario conjurado con su destrucción. Ellos no lo hacen.

También sería útil si ellos pudieran explicar cómo pueden insistir en la retirada de Israel a las fronteras de 1967 y luego regañan a Israel cuando defiende esas fronteras. Ellos no pueden. Si los soldados de escritorio quieren persistir en demandas de retiradas que por 25 años han llevado a más violencia palestina, no menos, lo menos que ellos pueden hacer es ser feroces en la defensa de la soberanía indiscutible de Israel. De algún modo ellos casi nunca lo son.

El 70o aniversario de Israel ha ocasionado una nueva ronda de comentarios ansiosos, aunque no exactamente nuevos, acerca de las disputas entre las juderías israelí y de la Diáspora. Algunas quejas de la Diáspora, especialmente con respecto a la religión y refugiados, son válidas y Jerusalén debe prestarles atención.

Pero en la medida que las objeciones de la Diáspora sean provocadas por la indiferencia de los presuntamente no vulnerables en lo que respecta a las opciones de seguridad de Israel, entonces las quejas son peor que irresponsables.

Ellas ofrecen sustento moral para Hamás en sus esfuerzos por ganar la simpatía para su estrategia de agresión desenfrenada e imprudencia temeraria. Y fomentan la ilusión que hay alguna forma fácil y moralmente inmaculada por medio de la cual los judíos pueden ejercer las responsabilidades del poder político.

Aunque no judío, Adam Armoush fue una vez uno de los indiferentes en lo que respecta a lo que significa ser judío en el siglo XXI. Presumiblemente ya no más. Para los judíos, es un recordatorio doloroso y útil que Israel no es su vanidad. Es su salvaguarda.

 

 

 

Fuente: The New York Times
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México

 

Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.