Enlace Judío México.- La semana pasada, la Nación del Islam (Nation of Islam) llamó a la Liga Antidifamatioria (Anti-Defamation League) “una agencia racista de espías”. Las “hermanas” Tamika Mallory y Lnda Sarsour atacaron a Starbuck’s para que la compañía no entrara en relaciones institucionales con la Liga. Varios estudiantes engarzados con Jewish Voice for Peace y Students for Justice in Palestine fueron arrestados en Nueva York tras quemar una bandera de Israel el día de la independencia. El senador demócrata por Connecticut Chris Murphy llamó al musulmán reformista Zuhdi Jasser “antimusulmán”.

KAREN LEHRMAN BLOCH

Nadie en la izquierda ha dicho nada sobre esto. Sin duda es sólo otra semana en el viaje de la izquierda hacia el iliberalismo tribal y antisemita. O mejor dicho: #woke. No fue otra semana más, realmente. Durante la cena de corresponsales en la Casa Blanca el 28 de abril, la comendiante Michelle Wolf dio un monólogo tan inyectado de veneno que incluso un par de reporteros del New York Times (periódico conocido por su sesgo permanente de izquierda), tuitearon con horror y vergüenza. Wolf cruzó una línea y creo una grieta en la ortodoxia izquierdista obsesa con el estatus.

¿La izquierda se va a quebrar con esto? Dudosamente. La izquierda aún no ha procesado el hecho de que el presidente Trump no haya sido quien empujó a la izquierda al colectivismo del odio. Trump es resultado de que la izquierda se haya ido ese extremo. El ejemplo más claro es la obsesión con censurar toda crítica al expresidente Obama, no importa con cuanto respeto se haga la crítica.

Por supuesto que la derecha se hizo su propia versión de esto. Hay una policía del pensamiento en la derecha que no permitirá las críticas al lenguaje obsceno y deshumanizante de Trump. Tampoco permitirá decir que muchos estadounidenses con armas están obsesionados con ellas en forma preocupante. O que construir un muro en la frontera sur no es la idea más racional.

Sin embargo no creo estarme excediendo al decir que los extremistas en la derecha son menos que en la izquierda, y que la mayoría de los que aún se consideran orgullosos miembros del partido demócrata se compraron hasta cierto punto la ortodoxia izquierdista.

De otra forma, cómo explicar el hecho de que Mallory y Sarsour estén indemnes, aún mostrando la agenda iliberal e intolerante. Criticarlas sólo te llevará a ser atacada y pisoteada por toda la gente necesitada de estatus buscando señalar a quien piensa diferente. Miles de profesores se han mantenido callados mientras sus universidades se convierten en máquinas de propaganda donde la libertad de expresión es considerada un elemento fascista.

El genio del liberalismo es que puede tirarles el bluf a los hipócritas de derecha e izquierda. Es como un espejo al alma política.

Si eres un racista verdadero, el liberalismo te exhibe de inmediato. Pero también si no crees en la libertad de expresión o si crees que los periodistas y los profesores deben tener un sesgo. Y específicamente te exhibirá si tu compasión es sólo una búsqueda de estatus Quizá es por esto que los liberales, los clásicos, son odiados en tantas zonas de la izquierda hoy, donde proteger el estatus de uno es mucho más importante que luchar por los valores liberales.

He llegado a pensar que la elección de Trump fue un acto de Dios, un acto bíblico para enseñarnos una lección a todos. Como cuando Moisés arrojó los diez mandamientos al suelo tras descender del Sinaí y ver el becerro de oro.

A través de la historia, cada vez que la izquierda se ha salido del camino del liberalismo, se ha dirigido por la senda de la ortodoxia iliberal, el comunismo, el socialismo, o el hoy islamismo izquierdista, han sido los desastres resultado de esto.

Se puede pensar que Trump sea un desastre, se tiene todo el derecho de pensar eso. Pero si no se ha llegado a pensar en la posibilidad de que la forma en que la izquierda alababa a Obama -Pronunciad sólo alabanza santurrona o gritaré públicamente que usted es un racista hasta que desaparezca— ha llevado a Trump; o que la forma en que la izquierda maneja el tema trumpista —Si ellos van bajo, nosotros iremos aún más abajo—, entonces, estamos lejos de haber aprendido algo de esta saga.

El becerro de oro contemporáneo es la propaganda antisemita e iliberal —¡victimización, política identitaria, interseccionalidad!— emana de los acivistas autoproclamados cya agenda real es tan diabólica que sólo los más fervorosos (Nación del Islam, Louis Farrakhan o Sarsour) pueden nombrarla con honestidad.

y la pregunta es quién quemará al becerro de oro contemporáneo.

Karen Lehrman Bloch es autora y crítica cultural de Jewish Journal