La labor de la madre en el judaísmo

Aunque al pasar de los años solemos darlo por sentado, la labor de una madre nunca deja de tener sentido. De ella depende que el niño se levante todas las mañanas para ir a la escuela, que este bien alimentado, bien bañado, bien vestido y alegre. Que hable sin groserías y sea amable con sus compañeros, su maestra y sus vecinos. Ella sabe qué le sucede cuando está triste, cómo en contentarlo y cómo corregir sus faltas. Su hijo es su mundo y gira alrededor de él, piensa día y noche en protegerlo y educarlo. Pero es una labor tan cotidiana, tan íntima y aparentemente tan pequeña que se nos olvida la cantidad de trabajo, superación personal, sacrificio y esfuerzo que requiere. Ser madre no es fácil y pocas logran hacer una labor tan buena como ellas hubieran querido. Sin embargo, vale la pena seguirlo intentando, ya que la gratificación de haber sido madre no tiene comparación en este mundo.

¿Por qué? ¿Cuál es la importancia de una buena madre? ¿Por qué todas las culturas y sociedades suelen usar la figura femenina o la madre como máximo valor? La razón es que de ella sola depende el futuro entero de la sociedad que se cría bajo sus brazos. El centro de toda cultura, de toda sociedad, y cualquier tipo de grupo u organización humana es siempre la familia; y la esencia misma de la familia es la madre. De una buena madre depende que el niño, luego hombre, no robe, no mienta, no engañe, no lastime. Ella debe tener la fortaleza suficiente para enseñarle valores dignos a sus hijos y darles las herramientas para que en un mundo lleno de lobos sepan aferrarse a ellos y defenderlos. De la madre depende la integridad moral de toda la humanidad. Por eso es importante ayudarla a ser amorosa, comprensiva y fuerte.

En el judaísmo esto es más que evidente, la madre antes que el padre es la que hereda la línea judía a los hijos. ¿Por qué? Porque de ella depende la trascendencia del pueblo judío en este mundo y en el mundo eterno. De la madre depende que los valores judíos sean trasmitidos, conservados y ejercidos por siglos enteros. Ella es la roca del hogar y es ella la única que puede hacer de la casa, una casa judía. Es decir, es la única que puede impulsar a su familia a seguir la ley judía, a abrir su corazón a D-s y a hacer del techo que cubre sus cabezas un lugar que pueda ser habitado por Su Presencia. Por eso la labor de la madre es tan recordada en Salmos, rezos, canciones y fragmentos talmúdicos. Porque sin ella el pueblo judío no existiría.

Ejemplos de madres en la Torá

Ahora, la madre judía no está sola, el camino que ella camina diariamente lo caminaron antes millones de mujeres. Millares de ellas incluso dieron su vida para que sus enseñanzas se preservaran. Ese es uno de los más grandes regocijos que puede tener una madre, ver a sus hijos vivir conforme a los principios que les trasmitió toda su vida. Uno de los grandes méritos de nuestras matriarcas fue que pese a la adversidad y el mal ejemplo que las rodeaba lograron guiar a sus hijos por el camino correcto. Tuvieron la visión y la fuerza para criar niños que de hombres aceptarían el yugo de D-s sobre sus cuellos y se convertirían en los únicos en hacer un pacto íntimo con D-s.

Nuestras matriarcas eran tan justas que lograron crear la atmosfera necesaria para que la Presencia Divina habitara sus tiendas. El máximo deseo que cualquier mujer podría tener. Por ello, hoy me gustaría recordar a cuatro de ellas y conmemorar las enseñanzas que nos dejaron en la Torá con su vida. Cada uno de los siguientes ejemplos nos muestra una forma distinta de acercarse a la feminidad y vivir plenamente la maternidad desde ángulos distintos. El mérito de cada una de ellas fue traer a este mundo un tipo de fortaleza distinta.

La primer mujer que quiero recordar es a Eva, la primer mujer de la Torá y la primer madre de la humanidad. Ella representa la feminidad a través de la maternidad. Java (nombre de Eva en hebreo) literal quiere decir “madre de toda vida.” Adán se lo puso a su esposa justo después de la caída, porque sólo tras haber visto el desafío que una relación en pareja conlleva fue capaz de captar las diferencias entre él y su esposa. Adán pudo verla por primera vez como un ser individual, como ser separado de él y entonces admiro su belleza y se dio cuenta que sólo Eva podía dar vida. Que sólo ella en su vientre podía alimentar a otra criatura, cuidarla y hacerla crecer. Adán supo que de Eva dependía toda vida humana y estupefacto ante esa belleza de dio el nombre de Eva.

La segunda mujer es Sara, quiero recordarla por su fortaleza. Durante años aguantó con lágrimas la imposibilidad de tener un hijo y la humillación de soportar a Hagar, la otra esposa de Abraham, en su propia casa. Sin embargo, esos años de llanto le dieron una fortaleza tan impresionante que pocas mujeres han alcanzado en esta Tierra. Ella pudo separarse de la idolatría, pudo alejar a Ishamel de su hijo y pudo hacer una casa con límites, recta propia de un justo y de gente correcta. Su forma de ser se la trasmitió a su hijo y fue gracias a ella, que Isaac pudo subir al monte Moriá y ser amarrado en sacrificio con plena conciencia. Es gracias a la herencia de Sara que el pueblo judío ha podido separarse de los otros pueblos a lo largo de la historia.

La tercera mujer Rebeca. De ella quiero reconocer su juicio y su visión. Ella representa la lucha eterna entre bien y mal, entre Israel y las naciones, entre lo falso y lo verdadero. En su vientre tuvo a Esaú (el malvado más grande de la Torá) y al mismo tiempo cargo con Jacobo (el sabio más grande de la Torá). En su vientre luchaban entre sí y luchaban por salir. Rebeca tuvo la sabiduría y la visión de guiar a Jacobo sobre Esaú para que la línea de Isaac no se perdiera. Pudo ver francamente quiénes eran sus hijos, y pese al dolor que trajo para sí, pudo guiar a Jacobo a escoger el camino correcto. A tener la determinación y la fuerza de aceptar la línea sagrada de su padre. Rebeca toda su vida tuvo frente así el bien y el mal y supo distinguir entre ambos.

La última mujer que quiero recordar es a Lea, por su humildad y su abnegación. Lea sufrió toda su vida para estar al lado de su esposo. Sin embargo, en ningún momento se separó de él y en ningún momento dejo de agradecer a D-s. Sabía cuál era el lugar que debía tomar, sabía de quienes iba a ser madre e hizo todos los sacrificios personales que eran requeridos para crear una casa digna. De su descendencia nace la casta real judía; porque sus hijos aprendieron de ella a sacrificarse por el bienestar del pueblo, a dejar de lado los motivos personales para hacer en todo momento la voluntad de D-s. Eso es lo que un rey debe siempre tener en mente, debe anular su personalidad para convertirse en un canal entre D-s y el hombre. Y sin Lea ello jamás hubiera sido posible.

 


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