Enlace Judío México.- Del racista, puede decirse lo que dice Sartre del antisemita: “es un hombre que tiene miedo… Un pobre diablo.

Montaigne recupera en sus Ensayos esta reflexión de Lucano que hará carrera en el siglo XVII: “Es lastimoso que nos engañemos con nuestras propias gesticulaciones e inventos como los niños que se aterran de ese mismo rostro que han embadurnado y ennegrecido a su compañero”. El terror ante una mítica amenaza es tanto más eficaz cuanto más lo interiorice su fantaseador y más haga de él una evidencia incuestionable. Yo no pienso que Joaquín Torra sea un cínico ni un mentiroso.

GABRIEL ALBIAC

Tampoco pienso que lo fueran Gobineau, ni Rosenberg. Ni siquiera Adolf Hitler. Lo que hacía de esos sujetos temibles máquinas de inducir al asesinato era precisamente su sinceridad, la firmeza pétrea de sus creencias: esa proyección sobre el frágil mundo humano de una blindada fe en los dioses patrios. Pensaban de verdad que su adorable edén racial de fraternales seres superiores estaba amenazado por chusmas genéticamente ínfimas, cuya mezcla acabaría por destruir la belleza del natal paraíso de sangre, tierra y lengua.

Los monstruos son una ficción altamente rentable. En política. Con ellos puede ser esculpido el rostro –o la máscara, tanto da– del enemigo perfecto. A la medida. Y perfecto será entonces el odio que susciten en quienes pueden creerse por esos míticos monstruos amenazados en vidas y patrimonios. De tal amalgama de odio y miedo se nutren las identidades nacionales. Su mandato fundacional es sencillo y eficacísimo: yo soy éste al cual el enemigo odia, yo soy todos los míos que deben hacer frente a su voracidad. En su variedad límite, el hallazgo movilizador de los fascismos fue que sembrar ese consenso de gesta liberadora frente a la bestia fantaseada es lo único que da los medios para construir el Estado más brutal. También, como contrapartida necesaria, la servidumbre más humillada de todos aquellos que en tal autoridad suprema de combatientes angélicos ponen su última esperanza de supervivencia. Del racista, puede decirse lo que dice Sartre del antisemita: “es un hombre que tiene miedo… El judío no es para él más que un pretexto, cuya existencia le permite asfixiar en el huevo sus angustias”. Un pobre diablo.

Funciona como una máquina bien ajustada. Unos pocos ejemplos.

1– “Tan pronto circula la sangre mezclada por las venas de la mayoría de los ciudadanos de un Estado, éstos se sienten movidos por la fuerza del número a proclamar como una verdad vigente para todos lo que sólo es verdad para ellos, a saber que todos los hombres son iguales”.

2– “Un cráneo de Ávila no será nunca como uno de la plana de Vic”.

3– “Opongo al ario y al judío mutuamente. Y, si doy a uno el nombre de hombre, estoy obligado a dar al otro un nombre diferente”.

4– “Carroñeros, víboras, hienas. Bestias con forma humana, sin embargo, que beben odio. Un odio perturbado, nauseabundo, como de dentadura postiza con moho, contra todo lo que representa la lengua. Están aquí, entre nosotros… Hay algo freudiano en estas bestias. O un pequeño bache en su cadena de ADN”.

5– “No digo que el judío sea un animal… Es un ser extraño al orden natural… Es antinatural”.

6– Abundan, las bestias. Viven, mueren y se multiplican… La bestia, automáticamente, segregó de su boca agua rabiosa. Un hedor de cloaca salía de su asiento… Un sudor mucoso, como de sapo resfriado, le manaba de las axilas”.

Y, frente a la bestia, el ángel. Exterminador, por supuesto.

[Copyright de los pasajes. 1: Gobineau; 2: Cardona, reivindicado por Torra; 3: Hitler; 4: Torra; 5: Hitler; 6: Torra.]