Enlace Judío México.- “Una de las figuras potencialmente más controversiales de la cultura occidental”, así lo definió Jonathan Rosenbaum, uno de los más grandes críticos de cine estadounidenses. Disney, la factoría de sueños para Estados Unidos y el mundo, es esa marca indeleble en la psiquis americana. Y el tío Walt (al que Ray Bradbury propuso para alcalde de Los Angeles, pero para qué ser intendente si se puede ser rey del espectáculo) tenía en su ADN una clara megalomanía controversial y política. Este año dos de sus cortos más asombrosos, menos conocidos, y riquísimos respecto a la historia trágica del siglo 20 cumplen 75 años. Vale la pena (re)descubrirlos: son “dibujitos” producidos en años oscuros y aún hoy resultan perturbadores. Animados, aunque no para niños, y provenientes de esa patria de la infancia que es la usina Disney, surgieron como un pato Donald que porta la esvástica nazi y un Hitler que canta arias de Wagner.

Walt Disney era simpatizante del German American Bund (el partido nazi estadounidense) y uno de los pocos capitanes de la industria de Hollywood que había recibido con gusto a Leni Riefensthal. La directora nazi había viajado Estados Unidos a presentar su filme “Oylmpia” en 1938, apenas un mes después de la infame Noche de los Cristales Rotos (“es satisfactorio saber que los verdaderos americanos han tomado distancia de las campañas de los judíos”, le dijo la Riefensthal al tío Walt).

Pero a comienzos de los años ‘40 la factoría Disney estaba al borde de la quiebra: la búsqueda de perfeccionismo con “Fantasía” y su débil respuesta taquillera (se convirtió en un clásico muchos años después), había dejado al gigante de la animación en la zozobra.

Pearl Harbour sería entonces para Disney la forma de revertir la mala racha: sus estudios en Burbank, la “Capital Mundial de los Medios” se blindaron de soldados y asesores militares. Esto ya no era el relato radial de Orson Welles para causar pánico por unas horas: la propaganda debía convencer ahora al estadounidense medio de la victoria contra un enemigo que, sin ser extraterrestre, había provocado una guerra entre “dos mundos”; pero dentro de uno solo.

De Patolandia a Nazilandia

Allí fue entonces el ejército estadounidense, como el Séptimo de Caballería, justo a tiempo para salvar a los estudios Disney de la bancarrota.

Durante esos años la producción dedicada a los famosos animales antropomórficos bajó para dar lugar a cortos de animación. Instructivos, satíricos e institucionales, esos guiones no los escribía la tropa yanqui, pero podía sugerir lo que se le antojara.

Desde 1941 Disney comienza una serie de cortos que podrían titularse como “Donald se enrola” en los que el pato debía afrontar las vicisitudes del entrenamiento militar. En “7 Wise Dwarfs” un corto del mismo año, se mostraba a los siete enanos de Blancanieves ahorrando, ya no en piedras preciosas obtenidas en la mina, sino en bonos de guerra. Estrellas como Marlene Dietrich, Clark Gable y Cary Grant apoyaron vivamente la causa de compra de bonos, algo que al americano promedio le parecía mucho más simpático que la política de impuestos “de guerra”.

Allí fue entonces el ejército estadounidense, como el Séptimo de Caballería, justo a tiempo para salvar a los estudios Disney de la bancarrota.

Durante esos años la producción dedicada a los famosos animales antropomórficos bajó para dar lugar a cortos de animación. Instructivos, satíricos e institucionales, esos guiones no los escribía la tropa yanqui, pero podía sugerir lo que se le antojara.

Desde 1941 Disney comienza una serie de cortos que podrían titularse como “Donald se enrola” en los que el pato debía afrontar las vicisitudes del entrenamiento militar. En “7 Wise Dwarfs” un corto del mismo año, se mostraba a los siete enanos de Blancanieves ahorrando, ya no en piedras preciosas obtenidas en la mina, sino en bonos de guerra. Estrellas como Marlene Dietrich, Clark Gable y Cary Grant apoyaron vivamente la causa de compra de bonos, algo que al americano promedio le parecía mucho más simpático que la política de impuestos “de guerra”.

En ese clima hostil, hacia adentro y hacia afuera del país, se estrenaron en 1943 dos cortometrajes singulares: “Der Fuehrer’s Face” y “Education for death”.

El primero, dirigido por Jack Kinney (que realizaría, entre otras obras maestras todo el ciclo de “Goofy How to”… una parodia a los deportes), y con el pato Donald como protagonista, no comienza exactamente con el irritable plumífero ni con sus sobrinos. No, aquí lo primero que vemos es una banda de músicos formada por los más conspicuos líderes del Eje: Goebbels, Himmler, el emperador Hirohito y Mussolini, que tocan una polca: “Der Fuehrer’s Face” (que se convirtió en un hit radial inmediatamente luego del estreno). El soldado nazi Donald (sí, nazi) es sacudido de su sueño por la banda militar y las imágenes se imbrican hilarantes, pesadillescas, delirantes.

El pato es un habitante de Nazi-land. Nuts, de casi idéntica pronunciación que “nazi”, significa “loco” en el argot inglés: el fascismo es -simple pero impecable metáfora- el país de la irracionalidad. Donald guarda en una caja fuerte un pedazo de pan antediluviano, un grano de café para saborizar su desayuno y un perfumero con aroma de tocino. En otras palabras, vive en una miseria espantosa. “Esto es lo que le hace Alemania incluso a sus soldados”, es el discurso explícito del corto.

Luego de entrar a la fábrica de armamentos a punta de bayoneta, Donald, alienado y chaplinesco, enloquece en la línea de montaje: tiempos barbáricos más que modernos en los que debe armar bombas y al mismo tiempo saludar al Führer: “¡Sig heil, sig heil… SIG HEIL!”.

El neurasténico pato se chifla y en una de las secuencias más lisérgicas de la historia de la animación (acaso deudora de la célebre escena de los elefantes rosas de “Dumbo”), Donald alucina esvásticas por todas partes. Finalmente, todo se trata de una horrible pesadilla, despierta en suelo americano y abraza exultante una miniatura de la Estatua de la Libertad.

¿Habrá pensado John Berger en “Der Fuehrer’s Face” cuando en su notable ensayo “Mirar”, compara la alienación de Francis Bacon con la de los personajes de Disney? No lo sabemos, pero el historiador Emmanuel Pardo en “Visiones gratas del pasado: Hollywood y la construcción de la 2da Guerra Mundial”, ensaya una hipótesis imaginativa pero no menos espeluznante: es la chifladura constitutiva de Donald la que lo lleva a la rebelión y lo salva de la sumisión nazi. ¿Goofy?… Demasiado tonto para desobedecer. Y Mickey, ciudadano correcto y ejemplar, hubiera encarado a la perfección la “obediencia debida”. Hannah Arendt explicado a los niños…

Otro soldado en la pared

“Education for death: The Making of the Nazi” deja directamente de lado cualquier atisbo de humor o picardía. Narra la infancia de Hans, un niño educado por las juventudes hitlerianas. Al comienzo vemos a sus padres, en una secuencia logradísima cuya puesta en escena de planos amplios remite a la arquitectura neoclasicista nazi y al cine totalitarista y megalómano de la Riefensthal: autoridades gigantescas, desde lo alto, le aúllan a la familia que, empequeñecida, obedece.

Al bebé recién nacido se le “regala” un ejemplar de “Mi lucha” y una voz en off acompaña la historia del resurgimiento alemán (voz en inglés, para el relato de los aliados, mientras que los diálogos entre los nazis son en alemán, toda una proeza para el cine estadounidense de la época).

Es un cuento de hadas “al revés” en el que la malvada bruja es la democracia, despreciada por los alemanes. La princesa dormida representa a Alemania: una obesa valquiria a la que Hitler (vestido como caballero medieval, en una finísima burla a la pintura “Der Bannerträger”, una de las representaciones más populares de Hitler) viene a “rescatar”. Mientras suena música de Wagner, la alcoholizada y blonda “Alemania” es llevada en ancas, casi al borde de un éxtasis sexual y musical, por un Hitler neurasténico que apenas puede cargarla.

Alemania y su nuevo líder demente, como una pareja atroz que se vocifera, se seducen y se gritan embelesados sin poder escucharse. Nunca en la historia de las imágenes, la barbárica “bestia rubia” enunciada por Nietzsche estuvo mejor representada.

El corto continúa de manera espeluznante: expone temas como la eutanasia y la construcción civil de una población que abomina de la solidaridad, la sensibilidad o directamente de la infancia. El niño Hans, al que vimos crecer, se convierte en un soldado nazi y las vivas tropas con las que marcha -con un aterrador fundido encadenado- se transforman en frías tumbas. “Education for death: The Making of the Nazi” revela el idolatrado amor a la muerte de toda ideología fascista. De ese último plano (pomposo y mesiánico, pero vivamente cinematográfico) parece abrevar toda la estética anti-bélica de “Pink Floyd The Wall”.

Ocultos durante mucho tiempo, auto-censurados por la propia compañía Disney que temía perder su cuota de mercado de los países vencidos, estos cortos de animación fueron restaurados recién en 2004 para el DVD “Walt Disney on the Front Lines”. Muchos de ellos entraron en dominio público y pueden verse en todo el mundo por Youtube. Excepto en Alemania, donde paradójicamente gran parte del contenido de esa web no está disponible.

Fuente: La Nación