Enlace Judío México.- Mario Sabán defenderá en julio su sexta tesis. Es doctor en Filosofía, Antropología, Psicología, Historia y Teología, y ahora aspira a serlo en Matemáticas.

CÉSAR COCA

Mario Sabán tiene a gala ser descendiente de los judíos expulsados en 1492 por los Reyes Católicos. Tanto es así que habla ladino y fue uno de los participantes en los actos culturales organizados en Toledo con motivo del 500 aniversario de aquel controvertido hecho histórico. Era su primer viaje a España, pero luego volvió (en el habla de los sefardíes uno ‘vuelve’ aunque jamás haya estado aquí, porque en realidad se refiere al éxodo de finales del siglo XV) para instalarse en Barcelona. A comienzos de julio, Sabán, que tiene la nacionalidad desde hace una década, leerá su sexta tesis doctoral. Aún estará lejos del italiano Luciano Baietti, que a los 71 años ha terminado quince carreras -pero ningún doctorado- y está en posesión del récord mundial, pero lo superará en el grado académico, sin contar con que Sabán, nacido en 1966, es mucho más joven.

Defendió su primera tesis en la Universidad Complutense de Madrid, en 2008, para obtener el grado de Doctor en Filosofía. ‘La Guía de Perplejos de Rabí Moshem Ben Maimon (1135-1204) y la controversia interna del judaísmo medieval en Cataluña y el sur de Francia’ se titulaba su investigación. «La defendí casi a la vez que publicaba lo que entendí que iba a ser mi último libro sobre el origen del cristianismo: ‘El judaísmo de Jesús’. En ese momento yo no pensaba en hacer ninguna otra tesis». Lo explica con naturalidad días antes de que se fije la fecha definitiva del acto del que, si no ocurre nada inesperado, debe salir con un Doctorado en Matemática Aplicada.

El afán investigador de Sabán viene de lejos. Nacido el 12 de febrero de 1966 en Buenos Aires, hijo de padre y madre judíos -él a su vez procedente de Turquía-, estudió Derecho para contentar a su familia. «Quería hacer Historia pero mi madre me dijo que me moriría de hambre…». Tendría que haber acabado la carrera en 1990 pero un descubrimiento se cruzó en su camino y seguramente cambió su vida. «En 1986, leí en un libro que a la altura de 1643 una cuarta parte de la población de Buenos Aires era de origen portugués y sospechosa de ser de procedencia judía»

El interés del dato, explica, radica en que «la idea establecida era que los judíos no habían llegado a América hasta el siglo XIX». Pocas veces un hallazgo casi casual desarrollado luego en un trabajo metódico y riguroso habrá tenido tanto éxito: el libro ‘Judíos conversos’, publicado en 1990, permitió a muchas familias abiertamente antisemitas conocer su origen judío. El libro vendió más de 200.000 ejemplares y tuvo una continuación con parecido impacto.

Una vida dedicada al estudio

«Me distraje de la carrera -confiesa-. Mi madre sufría creyendo que no iba a terminarla». Un temor inexplicable cuando se refiere a una persona que dice dedicar su vida «al estudio». No es una definición generosa respecto de sí mismo. El repaso a su trayectoria académica desde comienzos de la década pasada permite asegurar que Sabán es muy modesto cuando habla de él. Porque es un estudioso a jornada completa y, además, ha tenido que luchar no pocas veces contra los prejuicios.

Lo hizo con su primera tesis. La matriculó en la Facultad de Filosofía de la Universidad Ramón Llull. En realidad, hacer ese doctorado era uno de los dos grandes motivos para instalarse en España. El otro era contribuir a una revalorización de la herencia judía. Pero, con la tesis ya casi acabada y el tribunal nombrado, apareció la sombra del antisemitismo. Una sombra tan densa que su director le recomendó que se llevara la tesis a otra universidad. De ahí que la defendiera en la Complutense.

Para entonces ya era padre de dos hijos que hoy tienen 14 y 11 años y cuya infancia ha transcurrido mientras él terminaba sendas tesis para doctorarse en Antropología, Psicología, Historia, Teología y en breve en Matemáticas. Los ve poco, a ellos y a su mujer, porque su jornada laboral se extiende de las ocho de la mañana a las diez de la noche. Es el tiempo que dedica al estudio y a dar conferencias y seminarios: empezó por hacerlo en iglesias, porque interesaba mucho su visión del Jesús judío, luego amplió el ámbito a centros culturales y universidades.

Este multidoctor, que además de castellano habla catalán, hebreo y ladino, y lee italiano, francés, inglés y portugués, ha sido profesor visitante en las de Lleida, Rey Juan Carlos y la UNED, y ha dado seminarios en muchas más, pero nunca ha tenido una plaza fija en ninguna. Su fuente de ingresos más importante es una clase privada sobre la Cábala. Tiene alrededor de un centenar de alumnos que asisten de manera regular y algunos más que viven en el extranjero y a quienes habla por Skype.

Su tiempo de ocio es casi inexistente. «Voy tres días a la semana al gimnasio. Lo necesito porque paso muchas horas sentado. Un día como con mi hijo mayor, alguna vez los acompaño al fútbol o a hacer vela, pero de lunes a viernes casi no los veo». Toma vacaciones… cuando puede. El verano de 2015, por ejemplo, lo pasó haciendo correcciones para su tercera tesis y escribiendo a destajo la cuarta, porque terminaba el plazo para defenderlas según el plan viejo. «Mientras tecleaba oía a mis hijos en la piscina». Sus gritos y risas se superponían a la música que escucha siempre mientras trabaja. «Soy un fanático del barroco. Bach, Telemann, Scarlatti, Albinoni… me hacen meditar». Cada año y medio o dos años viaja a Argentina para ver a la familia. En su casa no hay reproches: «Mi mujer sabía con quién se casaba».

Este verano podrá descansar. Asegura que lo necesita y su afirmación suena creíble. El año próximo retomará las conferencias en América que en los últimos meses ha eludido porque en su agenda no había ni un día libre. ¿Y afrontará más doctorados? «Siempre hay proyectos. Las tesis son excusas para realizar el placer de estudiar. Aquí he hallado las condiciones precisas para ello: tranquilidad social, jurídica, política y económica. Si Dios me da salud, habrá más tesis».

 

 

Fuente:lasprovincias.es