Enlace Judío México.- Por lo general, el Reino Hachemita de Jordania ha mantenido un bajo perfil dentro del turbulento mundo árabe de Oriente Medio. Su monarquía, que data de su fundación en 1922 por decisión del mandato británico sobre Palestina vigente en aquel entonces, ha resistido el paso del tiempo a pesar de formar parte de un vecindario especialmente volátil y de haber pasado por varias crisis políticas y militares graves que finalmente fueron superadas de alguna manera.

Sin embargo, a lo largo de la última semana, el país se vio conmocionado por el llamado a una huelga general y por protestas masivas que congregaron a decenas de miles de jordanos descontentos. El enojo fue contra las alzas significativas en el precio de los combustibles, los nuevos impuestos que gravan cerca de 165 artículos básicos, y la eliminación al subsidio al pan, además de que existe un reclamo muy claro contra la corrupción de las élites que forman parte del liderazgo político nacional al cual los sindicatos y las asociaciones profesionales pretenden transformar mediante una reestructuración política que imponga una monarquía constitucional que reduzca los poderes del monarca.

El argumento gubernamental para imponer las nuevas medidas fue básicamente que había que cumplir con el plan de austeridad impuesto por el Fondo Monetario Internacional en 2016 cuando con esa condición le otorgó al Reino una línea de crédito de 700 millones de dólares. Otra de las dificultades que enfrenta el país se deriva sin duda de los efectos de la guerra civil de siete años de duración que se vive en Siria.

Cerca de un millón de sirios se han refugiado en la vecina Jordania, lo cual ha significado para ella, cuya población era anteriormente de poco más de siete millones de habitantes, una carga adicional que además ha elevado notablemente el desempleo a 18%, en virtud de la mayor oferta de mano de obra barata representada por los refugiados, al tiempo que la deuda nacional ha llegado a los 40 mil millones de dólares, equivalente a 95.6% del PIB.

Por otra parte, la crisis también obedece a ciertos problemas relacionados con la política exterior jordana. Habiendo tenido el Reino una cercanía muy importante con Arabia Saudita, recibía de ese gigante petrolero una ayuda que contribuía a mantener las finanzas jordanas a flote. Sin embargo, ese apoyo ha ido mermando: en 2015 fue de 473 millones de dólares, para 2017 se había reducido a 165 millones, y este año, la suma acordada en 250 millones no ha llegado.

Tal parece que el alejamiento saudita tiene que ver con diferencias en cuanto al caso Qatar, ya que el rey jordano Abdalá acabó negándose a participar en el boicot anti-Qatar organizado por Arabia. Incluso hubo un amago de que los sauditas revocarían el cargo de guardián de los lugares sagrados musulmanes de Jerusalén asignado por tradición a la dinastía hachemita jordana.

A fin de calmar las protestas populares de la semana pasada, el rey Abdalá destituyó al primer ministro Hani al-Mulki, responsable de las nuevas medidas económicas, simultáneamente al congelamiento del precio de la gasolina. Pero aun cuando eso funcione como paliativo del descontento social, la crisis económica del Reino ahí está. La esperanza para que no se desborden las cosas reside en que, preocupados por la precaria estabilidad regional, tanto Arabia Saudita como Estados Unidos y organismos financieros internacionales salgan al rescate.

De no ser así, es previsible que los vientos tardíos de la Primavera Árabe alcancen a Jordania, con toda la imprevisibilidad que ello conlleva.

 

 

Fuente: excelsior.com.mx