Enlace Judío México.- Al final de la Segunda Guerra Mundial en la zona del Pacífico, cuando los navíos estadounidense se acercaba cada vez más a las costas de Japón, el ejército que dirigía el mariscal Hideki Tojo preparó a más de 5,000 pilotos kamikazes para que tripularan “pequeñas” bombas cohetes destinadas a hundir buques de la armada enemiga que peligrosamente se dirigía a la bahía de Tokio.

JUAN ALBERTO CEDILLO EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Se fabricaron en secreto más de 5,200 bombas voladoras llamadas Yokosuka MXY-7 las cuales fueron bautizadas como “Flor de cerezo”.

Antes de partir a una misión sin retorno, los pilotos Kamikazes eran honrados en una ceremonia donde bebían una copa de Sake.

Miles de “Flores de Cerezo” fueron trasladadas por un avión hasta altamar y eran soltadas a gran altura cuando estaban cerca de la flota enemiga. Las primeras versiones sólo planeaban, carecían de motor debido a la escasez de materias primas. Una segunda versión contó con cohetes que le daban mayor alcance.

Al principio de la Guerra en el Pacífico México fue clave para Japón, debido a que le surtió petróleo para su maquinaria militar. De hecho, la nación del Emperador Hirohito fue una de las primeras que hizo convenios con el Presidente Lázaro Cárdenas después de decretar la expropiación de la industria petrolera a las empresas británicas, holandesas y estadounidenses.

Además, los espías nipones en México encabezados por un empresario llamado Shin Shibata realizaron un importante contrabando de mercurio para la fabricación de bombas, metal que se mandó a Japón desde el puerto de Manzanillo.

También obtuvieron importante información sobre los movimientos navales de la Armada de Estados Unidos en el Pacífico y los movimientos en el Canal de Panamá gracias a sus espías que operaron desde México y en California.

Al final del conflicto, cuando la flota de Estados Unidos se encaminaba a Japón, las bombas “Flor de Cerezo” lograron hundir algunos buques y tuvieron pequeños éxitos para frenar el avance de las naves estadounidense, no obstante, fueron insuficientes.

Ante la férrea decisión de los japoneses de preferir morir que rendirse, Estados Unidos y sus aliados decidieron responder con la nueva bomba que doblaba el tamaño y peso al de la “Flor de Cerezo”.