Enlace Judío México.- Por más de 25 años, Martha Resnikoff (septiembre 1950) se dedicó a la actuación, lo mismo en televisión que en el teatro, más unas breves intervenciones en el cine, hasta que un severo problema de salud trastocó su derrotero existencial.

PERLA SCHWARTZ EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO

Con emoción, recuerda los momentos estelares de su carrera histriónica: “Ser actriz significó para mí, el sentir más de mil cosas, lo mismo alegría que tristeza, y enojo, todo ese abanico de emociones que le sucede a cualquier ser humano. Ser actriz implicó para mí sentir la vida en plenitud.”

Egresada del CADAC, la escuela de arte dramático fundada y presidida por el ya desaparecido Héctor Azar, significaron los años formativos de Martha, hacia mediados de los 70 del siglo pasado, entre sus condiscípulas estuvo la actriz Rosita Pelayo.

Al poco tiempo de egresar tuvo una breve intervención en la ópera prima de Arturo Ripstein, Cadena perpetua (1979). De ahí despegaría a una intensa actividad en la televisión en series como: Papá soltero (1978) o Lo que callamos las mujeres (2001) o en telenovelas como Rosa salvaje a mediados de los 70 o Nada personal (1976).

También Martha Resnikoff tuvo intervención en diversas comedias musicales entre las que destacan: El diluvio que viene (1974) y Peter Pan (1981) o en la comedia Cómo ser una buena madre judía, estelarizada y producida por la actriz Susana Alexander.

Y recuerda: “Yo quería ser bailarina, y desde pequeña bailé bien, mi mamá en vez de meterme a clases de ballet, me metió a clases diarias de natación.

Ya de adulta fue cuando tomé clases y aprendí a bailar jazz, flamenco y tap.”

Ella amó profundamente a su única hija Eva Ginzburg Resnikoff, quien perdió la vida a los 40 años víctima de una trombosis. Al recordarla, la otrora actriz lo hace con lágrimas en los ojos: “Ella fue traductora y correctora de estilo. Ambas nos queríamos mucho. Tuvo pocas amistades, pero eso sí muy profundas. Eva me cuidaba como si fuera ella mi madre. Perderla fue un golpe muy fuerte para mí.”

A la fecha, Martha vive en una casa de reposo en Cuernavaca, Morelos. Todos los días escucha música clásica y, cual Penélope posmoderna, teje y teje, lo mismo colchas que bufandas, lo mismo recuerdos de su intensa vida donde su padre Samuel ocupó un papel central en sus afectos y donde a la fecha conserva una amistad cercana con el actor Héctor Bonilla, a quien quiere entrañablemente.