Enlace Judío México. ¿Admirar el llanto?

Sí. Llorar, es una de las emociones que son privativas de los seres humanos. Se dice que los cocodrilos también lloran, y que esas lágrimas son falsas. Lo que es falso, es el mito de que los cocodrilos lloran. No existe ningún animal que manifieste llanto, ni por tristeza ni por ningún otro motivo. Y cuando los ojos de algunos animales se llenan de lágrimas, es para mantener los ojos húmedos o para evitar la entrada en ellos de cuerpos extraños (ver en “Hay que aullar con los lobos” de Vitus Dröscher, pág. 21).

RAB. DAVID ZAED

En efecto, llorar es una de las maravillas de la naturaleza humana. La persona llora para llamar la atención o para expresar alguna necesidad, cuando es bebé, y para manifestar sus sentimientos, cuando ya creció. Se llora por una angustia, y también por una alegría. Y reprimir las lágrimas no solamente es difícil, sino que puede llegar a ser perjudicial para la salud, tanto física como emocional. Leemos en el número de la revista Selecciones de junio de 2018, página 71: “Los seres humanos no fueron diseñados para tragarse sus emociones, y hay razón para creer que contener las lágrimas, puede afectar nuestro bienestar. Diversas investigaciones realizadas en la década de 1980 han sugerido que existe una relación entre males asociados al estrés y a la falta de llanto”. Precisamente, el Midrash nos cuenta que los egipcios no les permitían llorar a los esclavos de los Hijos de Israel en Egipto, y esto les causaba más sufrimientos, que los que les infringían con sus azotes corporales (ver Yalkut Meam Loez – Vaerá).

En nuestra Torá encontramos una profusión de relatos relacionados con el llanto. La primera mención fue la del llanto de Hagar, cuando fue expulsada de su casa por Sará Imenu. También lloró Yaakob Abinu, al ver por primera vez a Rajel. Los ojos de Leá Imenu se enternecieron de tanto llorar. Yosef, cuando vio a sus hermanos, se escondió para que no lo vieran llorar, y lloró abiertamente con su hermano Benjamín y con su padre.

Lloró Iftaj, por su hija; lloró David, por Shaúl y por Yehonatán. Lloró Jizkiahu Hamélej, por su enfermedad. La vida de Irmeyá Hanabí, era un llanto permanente por el Am Israel.

El Cohén Gadol lloraba, antes de entrar al Kódesh Hakodashim en Yom Kipur, y lloraban los que lo despedían. Rabí Yojanán, y otros Jajamim, rompían en llanto cuando leían ciertos párrafos de la Torá.

Hasta los que ya no están en este mundo, lloran. Como Rajel Imenu, que llora por el exilio de sus hijos.

Y hasta los Ángeles celestiales lloran, como cuando Abraham estaba por sacrificar a su hijo Itzjak, y cuando se destruyó el Bet Hamikdash.
¡Y hasta el mismo Hashem llora! Por tres motivos que figuran en la Guemará (ver M. Jaguigá 5-2).

Pero no hay que confundir un derramamiento de lágrimas verdadero, con uno falso o intrascendente. Se han analizado los diferentes tipos de lágrimas, y se comprobó que la forma y el contenido de las lágrimas que derramamos de los ojos, varía mucho en función de las emociones o situaciones que desencadenan esas lágrimas. Es por ello que las lágrimas de alegría son diferentes a las lágrimas de dolor, que a su vez son diferentes de las lágrimas que aparecen cuando cortamos una cebolla. Podemos ver personas que lloran, pero, ¿quién sabe, fehacientemente, si ese llanto es verdadero o falso?

Dos: la persona misma, y, por supuesto, Hashem.

Y eso fue lo que sucedió, en aquel día, cuando los Hijos de Israel se encontraban en el desierto, y lloraron cuando escucharon las maledicencias que vertieron los espías que regresaron de Éretz Israel. Hashem dijo: “Ustedes lloraron sin motivo, entonces, en este día, Yo les voy a dar un motivo para que lloren por muchas generaciones”. Era la noche de Tishá B’Av, la fecha más nefasta para el Pueblo de Israel, en la que acaecieron las más terribles desgracias a través de nuestra historia (M. Jaguigá, Ídem anterior).

Llorar es bueno, saludable, y espontáneo. Pero las lágrimas que brotan de los ojos deben ser sinceras, valederas y útiles.
¿Qué significa que “sean valederas y útiles”?

En la Guemará está escrito: “Todo aquél que derrama lágrimas por (el fallecimiento de) una persona digna, Hashem las cuenta y las guarda en Su Tesoro” (M. Shabat 105-2). ¿Por qué Hashem cuenta esas lágrimas? ¿Y para qué las guarda en Su Tesoro? Una explicación, de Mor Jamí Veatéret Roshí, Rabí Moshé Mohadeb Shelit”a, es la siguiente:

La persona llora porque un Tzadik o una Tzadéket se fue de este mundo, Bar Minán. Pero, ¿qué efecto le causó ese fallecimiento? ¿Solamente le provocó aflicción y congoja? Eso no es suficiente. La desaparición física de nuestros Tzadikim debe mover a la persona a regresar en Teshubá y a acercarse a la Torá y las Mitzvot; ése es el objetivo principal. Por eso, Hashem cuenta las lágrimas, y las guarda, y espera a que la persona que las derramó, regrese en Teshubá por cada una de ellas. (escuchado de uno de sus discursos). De esta manera, las lágrimas derramadas por un llanto, serán “valederas y útiles”.

Shelomó Hamélej dijo que hay “Tiempo de llorar y tiempo de reír” (Kohélet III-4).

Estos días de “Ben Hametzerim” (entre los Ayunos del 17 de Tamuz y de Tishá B’Av) son “Tiempos de llorar”.

Llorar por la destrucción de Yerushalaim y del Bet Hamikdash.

Llorar por el Exilio de casi dos mil años.

Llorar por las persecuciones, las expulsiones, los genocidios, las amenazas…

Pero que no sea un “llanto sin sentido”, como los del desierto.

Que este llanto sea sincero, y que nos lleve a Regresar en Teshubá.

Que tome Hashem nuestras lágrimas, y con cada una de ellas, acelere la llegada de la Gueulá.

Solamente el ser humano, llora.

Solamente llora, quien es “humano”.

Lloremos, hoy.

Mañana, lloraremos de alegría.

 

 

 

Fuente: Revista Jodesh Tob Av